13| Piénsalo

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VALENTINA

Ya es de noche cuando vamos de camino al coche. Y digo vamos porque Sam se ha empeñado en acompañarme primero hasta el mio. El resto del dia ha pasado sin complicaciones y quiero creer que no he estado pensando tanto en todo aquello que me agota, pero mentiría porque mas de una vez Noah me ha tenido que meter un codazo leve sin que se enterase nadie para que volviese a la conversación.

—Te llevo hasta tu coche, sube. —subo en el lado del conductor, pero no cierro la puerta esperando una respuesta por su parte.

—Puedo ir caminando.

—Puedo llevarte. —asiente en silencio y da la vuelta al coche para sentarse en el lado del copiloto. El silencio se instala entre nosotros y aunque no es tenso el si que lo está. Subo el volumen de la musica para pensar lo menos posible y conduzco hasta estar al lado del suyo.

Sam no baja del coche y quito la mirada de la carretera cuando noto la suya en mi perfil.

—No deberías defenderme.

—Defiendo mis principios.

—Pero ahora los defiendes por mí, no lo hagas. —alargo el brazo y bajo el volumen de la musica para poder hablar con mas tranquilidad. No entiendo los cambios tan bruscos en su humor, pero no lo tengo en cuenta y respondo.

—Quiero hacerlo.

—¿Que te hace pensar que no soy como dicen?

—Porque realmente sabes que no eres así, Sam. Al menos quiero pensar que no lo eres porque tu mismo te has preocupado de que me crea o no a esa gente, si fueses como dices ser no te preocuparía ni un mínimo lo que yo pudiera pensar o no de ti.

—Soy así, soy tal como te dicen.

—Vale, ¿y qué quieres que haga a partir de este momento?

—No me defiendas, no quiero que lo hagas. —su tono de voz se vuelve más brusco, más tenso. Trago saliva y asiento sorprendida. No me mira antes de bajar del coche y tampoco después. Cuando entra en su coche le doy gas al mio y conduzco hasta llegar a mi casa.

Miento si digo que no me ha afectado su tono de voz o sus palabras, pero creo que puedo llegar a entenderle. No es fácil aceptar que alguien te defienda cuando tu mismo sabes que no hay nada bueno dentro de ti en un momento determinado. Por desgracia lo se de primera mano porque odiaba cuando Ethan me defendía ante los cuchicheos de los adolescentes. Odiaba que lo hiciera porque sabia que dentro de mi, en ese momento, no había nada bueno que defender. Y por ello también se que vale la pena seguir defendiendo lo que alguien te pide que no defiendas. Ethan nunca dejó de hacerlo. Y en ese momento lo entendí.

El hilo de mis pensamientos se ve interrumpido por una llamada entrante en la pantalla del Jeep. Ethan.

—Hola enana. —sonrío levemente aunque no pueda verme.

—¿Qué tal estás?

—He estado pensando en lo que me dijiste. —que me diga esto ahora me pilla por sorpresa y aunque estoy sola, alzo las cejas.

—¿Y qué has pensado?

—Debo dejar de hacerle daño.

—Por los dos.

—Por los dos. —aspira por la nariz y se me eriza la piel al pensar en Ethan llorando.

—¿Porque no lo haces? ¿Porque no lo intentas?

—No estoy preparado.

—Ethan, lo estas. Solo tienes miedo. —no dice nada. Suspiro y vuelvo a hablar. —Ven a Los Angeles unos días, te irá bien. Estaremos juntos. Te ayudaré.

—¿Y ella?

—No pienses en ella. Piensa en ti. —no es que Charlotte me importe menos, pero si puedo ayudar a Ethan para que los dos estén bien, lo haré, y ahora que Ethan ha dado su brazo a torcer, por primera vez, solo puedo hacerle entrar en razón si esta aquí conmigo.

—No sé si es una buena idea.

—Piénsalo. —se despide diciéndome lo mucho que me quiere y lo mucho que me echa de menos y en cuanto cuelga y llego a casa, me meto bajo el grifo de la ducha. Necesito relajarme. Pensar. O dejar de hacerlo. Estar sola.

Entre todo el caos aparece Sam y un escalofrío me recorre el cuerpo. No quiero tirar la toalla con el, aunque no se ni si tengo la oportunidad de hacerlo, de sostener esa toalla de la que hablo. Se que no es agradable saber que alguien te entiende, aunque suene irónico, pero cuando no te conoces temes que alguien pueda hacerlo por ti.

Al salir de la ducha me pongo la ropa de estar por casa y entro a la habitación de Oliver después de tocar. Esta jugando a la consola así que, como solo quiero estar cerca de el, me tumbo en su cama y enseguida se da la vuelta para mirarme y se quita un casco.

—¿Estás bien?

—Creo que si. —de manera automática apaga la consola y se tumba a mi lado con la mirada puesta en el techo aunque la única luz en la habitación es la de la pantalla del ordenador que todavía no se ha apagado.

—Tina.

—Dime.

—No quieras arreglar a todo el mundo. Al menos no a la vez. Todavía te queda mucho que hacer por ti misma. —asiento y me apoyo en su pecho.

—Sam no es mala persona. Ethan quiere estar con Charlotte, pero solo le hace daño. Charlotte va a estar con él por mucho daño que este le haga. Y yo, yo...quiero ayudar a Sam.

—¿El quiere tu ayuda? ¿Te la ha pedido?

—No.

—Entonces déjale, si la quiere te lo hará saber.

—No va a pedir ayuda.

—Si la necesita lo hará en algún momento. —asiento sobre su pecho y me abrazo a él, que me devuelve el abrazo con fuerza. Nos quedamos en silencio y cuando entiendo que Oliver tiene razón, hablo de nuevo.

—Le gustas a Julia. —suelta una risa y niega con la cabeza.

—¿A la bajita del otro día?

—A la bajita del otro día. —como no dice nada, vuelvo a hablar. —Estaría bien que la conocieras.

—Valentina sabes que yo...

—Si, se que no te va este rollo, pero en serio, conócela, estoy segura de que os podéis llevar bien, aparte por intentarlo no pierdes nada.

—Lo pensaré.

—¿Has hecho amigos?

—No muchos. En realidad, ninguno, pero los haré. No te preocupes.

—No me preocupo, se que los harás. —levanto la cabeza para mirarle a los ojos y le sonrío.

Ya no nos queda tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora