2| Todos quieren conocerte

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VALENTINA

Si algo supe que tenia que hacer nada mas llegar a Los Ángeles era apuntarme a una academia de baile. Llevo desde los cinco años haciendo baile contemporáneo y ha sido mi vía de escape en todas y cada una de las etapas de mi vida. Estuviera bien o estuviera mal bailar era lo que me hacia sentir verdaderamente tranquila. Pienso que nunca me voy a saber expresar de la manera en la que lo hago cuando bailo.

Hace semanas que, entre mudanza, despedidas y aviones no he movido ni una sola pierna al ritmo de una canción. El chico de la recepción me ha dicho que en unos días podría empezar y al salir he ido dirección a la playa. Necesito despejarme y por ello pienso ir a correr por la orilla de la playa, pero al ver la cantidad de gente que hay en esta mis ganas se esfuman por completo. No me da vergüenza, pero venia con la idea de escuchar el mar y correr durante el tiempo que me hiciese falta.

Me sobresalto cuando alguien toca mi hombro. Al darme la vuelta me topo con una mueca por parte de una morena de pecas increíblemente visibles esparcidas por su rostro.

—Lo siento, no pretendía asustarte. —se sienta a mi lado y hago un gesto restándole importancia. —Kaela Harrison, encantada.

¿Harrison?

—Tina. Valentina Moore. —sonrío levemente y como respuesta su sonrisa se acentúa llegando a sus ojos.

—¿Estas de vacaciones? —niego con la cabeza.

—Los Ángeles va a ser mi nueva casa. —sus ojos se abren por la sorpresa, pero la sonrisa no desaparece de su rostro.

—Así que eres nueva.

—Soy nueva.

—¿Esperas a alguien?

—Ah, no. Venía con la idea de correr por la orilla, pero la playa esta repleta y las ganas han desaparecido por completo. —Kaela aparta la mirada y con un suspiro mira a todos los jovenes que se agrupan en la playa.

—Deberías hacerlo. Algunos son mas imbéciles que otros, pero al fin y al cabo todos son buenas personas.

—Quería escuchar el mar.

—Entonces entiendo que tus ganas hayan desaparecido. Vas a escuchar de todo menos el mar. —su nariz se arruga aunque sigue mirando al frente y yo rio levemente.

—¿No te gusta el mar? —sus ojos marrones se clavan en los míos como si viese a un fantasma y niega con la cabeza.

—Me da pánico el mar. —elevo las cejas sorprendida, evitando sonreír y ella vuelve a hablar antes de que yo lo haga. —Allí. —se gira y me señala la carretera. —Puedes correr.

—¿En la carretera? —las dos nos giramos a la vez y nos miramos de nuevo, ella aprieta los labios para no reírse y yo espero su respuesta.

—Cuando te acerques verás un carril, por llamarlo de alguna manera, en el que puedes correr. Aunque, si ves a un ciclista apártate, no se andan con miramientos a la hora de decirte todo lo que se les ocurra. —no puedo contestar cuando los gritos de dos chicas nos interrumpen a nuestras espaldas. Kaela se levanta enseguida del muro y yo la imito.

—Valentina, ellas son-. —una chica que nos saca al menos dos cabezas a las otras tres me sonríe como si le fuese a estallar la cara. Pega mis mejillas a las suyas.

—Zoe, encantada. —tiene una melena pelirroja cayendo por su espalda y sujeta con una banda de tela que le aparta los mechones naranjas de la  cara. Sus pecas son evidentes, mucho mas que las de Kaela, las suyas se extienden por el resto de su cuerpo. Sonrío mirándole a los ojos y unos labios se vuelven a pegar a mis mejillas.

Ya no nos queda tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora