7| Sam es mucho Sam

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VALENTINA

Entrenar acaba con toda mi energía. Acabo exhausta, pero es ese momento del día en el que solo existo yo. No hay nadie a mi alrededor aunque en realidad la habitación está llena de gente. A cada día que pasa parece ser que las chicas y yo cogemos mas confianza, ademas de que la presencia de Karen ayuda. Karen es una de esas personas de las que pienso que están en el mundo para alegrar la vida de la gente. Es como una flor amarilla. Me ha repetido varias veces que yo no debería estar en este grupo, ya que las chicas hace unos pocos meses que han empezado, pero no hay cosa que me pueda importar menos.

Suspiro y me tiro boca arriba en la cama con una toalla rodeando mi cuerpo. Estoy deseando meterme entre las sabanas de mi cama y dormir hasta que el sol desaparezca y lluevan hamburguesas del cielo. Suspiro alargando mi brazo y cojo el teléfono que vibra en la mesa de noche.

—Harrison.

—Hola, rubia.

—¿Pasa algo?

—Voy con unos amigos a tomar algo, ¿te apetece venir?

—¿Yo?

—Tu.

—Acabo de salir de entreno, no me aguanto de pie. —una risa ronca suena al otro lado de la pantalla y creo que mis labios se elevan al escucharlo.

—¿Y te vas a ir a dormir a las siete de la tarde?

—Eso pensaba hacer, si.

—Te paso a buscar en media hora, como mucho, cuarenta minutos.

—Noah.

—No quiero excusas.

—No conozco a nadie.

—Por eso mismo, así conoces a mas gente.

—No es que sea la mayor ilusión de mi vida.

—Conoces a Walker.

—¿Sam?

—Sam. —su tono de voz se torna un poco mas serio, pero en mi estomago algo se mueve al ritmo de la Macarena.

—He coincidido con el dos veces.

—Pues esta será la tercera. —no me deja responder, cuelga la llamada y hago un esfuerzo sobrehumano para levantarme de la cama y no caerme al suelo. Como no se si van a ir arreglados o no, opto por un vestido negro desenfadado. Al acabar de secarme el pelo y ponerme un poco de colorete para no parecer una muerta viviente el móvil suena y es un mensaje de Noah indicándome que está abajo. Me miro al espejo y sonrío.  No se si un moreno con ojos marrones y tatuajes cubriendo sus brazos tiene algo que ver en mi cambio de animo, pero ignoro ese pensamiento y cierro la puerta de casa a mi espalda.

Aparte de pegar mis labios a sus mejillas al entrar en el coche ni Noah ni yo hemos abierto la boca. Canciones de Maneskin suenan durante el trayecto hasta llegar a un bar en una calle transitada de Los Ángeles. El brazo de Noah roza el mio continuamente hasta llegar al interior. Cuando nos paramos ante una mesa y todos los asistentes elevan la mirada, Noah pasa su brazo por mis hombros.

—Chicos, ella es Valentina. —procede a decirme el nombre de todas las personas que se sitúan alrededor de la mesa y yo solo puedo sonreír, aunque creo que esta decae cuando me doy cuenta de que Sam no está. Digo creo porque admitirlo seria vergonzoso. Me siento en una silla al lado de Noah y Lorena, una chica de pelo negro y con una belleza despampanante que sonríe de oreja a oreja.

—¿Que te está pareciendo la ciudad?

—Es bonita, pero he de decir que la tenia demasiado idealizada.

Ya no nos queda tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora