18| Hasta que sean eternas

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SAM

No se en que momento he decidido lanzarme a su labios, pero cuando su boca y su cuerpo reaccionan, se que es lo que llevo queriendo hacer durante días. Podría decir que el alcohol me ha empujado a hacerlo, pero estoy mas sobrio que nunca. No he tomado ni una gota de alcohol en toda la noche así que se perfectamente lo que estoy haciendo.

Separa nuestros labios y agacha la cabeza haciendo que los míos se posen en su frente. Lo único que se escucha en estos momentos en la cocina son nuestras respiraciones aceleradas. No existe la música de fondo ni las voces que se multiplican por minutos. Cuando levanta la vista y clava sus ojos azules en los míos siento que me está haciendo perder el rumbo.

Apoya la cabeza en mi pecho y creo que puede escuchar los latidos acelerados de mi corazón. Y nada tan simple como esto me había puesto nervioso antes, pero con ella si. Me atrevería a decir que nunca me había latido el corazón tan fuerte como me late ahora.

Sus manos no son capaces de separarse de mi cuerpo, pero no la culpo porque las mías tampoco. Han tomado vida propia y le acarician la espalda. Todavía siento sus labios sobre los míos, la delicadeza de los primeros segundos y la urgencia de los últimos. El necesitar mas. El no ser suficiente con tenerla pegada a mi cuerpo.

Se separa de mi cuerpo y coge la camiseta que tengo colgada del borde del pantalón tirándomela a la cara.

—Póntela.

—¿Es una obligación? —niega con la cabeza y sonríe mirándome a los ojos.

—Una petición, mi autocontrol se va a la mierda si te veo así. —si besarla y acariciarla no había sido suficiente, oírla decir eso acaba por provocarme un dolor de huevos que presiento que me va a durar unos días. Me paso la camiseta por le cuello y lleno dos vasos de agua. Cuando me giro a mirarla está sentada sobre la encimera y su expresión no es la misma que la que tenía hace unos minutos.

—¿Que pasa, Valen? —coge el vaso de agua que le tiendo y alza los hombros mientras se bebe todo el agua de golpe.

—Te vas a arrepentir. —su respuesta me pilla por sorpresa. Frunzo el ceño aunque no me esté mirando y niego con la cabeza. Dejo el vaso de agua y poso mis manos a cada uno de sus lados.

—¿Porque iba a hacerlo, ojos azules? —clava sus ojos en los míos y siento que tiene mas preguntas por hacerme. No se porque, pero abro la boca y hablo de nuevo. —No se que ha sido eso, tenia ganas de hacerlo y lo he hecho, no busques otra explicación. —no dice nada, solo asiente y nos quedamos unos minutos en silencio mientras deslizo los dedos por la piel desnuda de sus muslos. El vestido que lleva es corto, pero al subirse a la encimera me deja ver mas de lo que, quizás, querría ver en este momento. Valentina es preciosa.

—¿Lo de bailar con Ethan estaba planeado? —sonrío y niego con la cabeza. Ella también sonríe y posa sus manos en mis hombros.

—Mientras tu bailabas con Kaela hemos estado hablando, me ha dicho que el también baila y hemos decidido poner a prueba nuestro nivel.

—¿Vuestro nivel? Eres un pringado.

—Un pringado buenorro.

—Un pringado buenorro. —no dejo de mirarla, no puedo hacerlo, me encantan sus ojos. Me encanta toda ella.

—¿Tu que bailas?

—Contemporáneo.

—¿Algún día podré verte bailar?

—Algún día, pero podría hacerte llorar, soy demasiado buena. —se ríe y se le crean unas arrugas en los ojos al hacerlo.

—¿Tu vives en una nube, no?

—Sam Walker, yo solo soy realista.

—No me llames así.

—Me gusta hacerlo.

—A mi me pone, así que no lo hagas. —desliza la lengua por sus labios con un movimiento inconsciente y mis ojos se desvían a ellos enseguida.

—Me das mas motivos para querer hacerlo, Sam Wal-. —pero antes de que pueda acabar de hablar, mis manos ascienden por sus muslos. Su sonrisa desaparece y sus ojos se cierran de manera suave, placentera. Mis labios se pasean por su cuello haciendo que su piel se erice. Sus brazos ya no me tocan, al contrario, los posiciona detrás de ella haciendo fuerza y entregándome su cuello.

—Este vestido te queda muy bien, ojos azules. Todo te queda bien. —coge aire llenando sus pulmones y cuando lo expulsa un escalofrío recorre su cuerpo. Me mira a los ojos. Mantengo las manos quietas en sus muslos para no levantarle el vestido y que cualquiera tenga el placer de verla. Sus ojos se cierran cuando le doy un apretón y pego mis labios a los suyos. Sin dulzura. Con urgencia. Con necesidad.

—Tin-. —el primer impulso debería de haber sido separarnos, pero lo que hacemos es mirarle. Mis manos siguen tocando su piel. Su piel sigue erizada. Mi erección sigue apretando mis pantalones. Ethan se tapa los ojos con una de sus manos y habla de nuevo. —Perdón. —se da la vuelta y se va.

Valentina suelta una carcajada y me pone las manos en el pecho echándome para atrás. Baja de la encimera de un salto y se pone de puntillas pegando sus labios a mi mejilla. Sus ojos me sonríen por ultima vez en la noche y cuando sale por la puerta de la cocina siento que me arden las manos y la boca. El cuerpo entero.

Su cuerpo merece, ella, merece ser acariciada, querida y memorizada hasta que ya no quede tiempo.

Quizá lo mejor sea soñar hasta que las caricias sean eternas.

Ya no nos queda tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora