30| Conmigo

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SAM

—¿Valentina Moore?

—La misma. —una carcajada suena tras la pantalla y siento como mi corazón late mas rápido. Sonrío aunque se que no puede verme y hablo de nuevo. No estoy seguro de lo que voy a decir, ni siquiera se si quiero decirlo, pero lo hago, porque lo necesito.

—¿Quieres venir a mi casa? —la linea se queda en silencio durante lo que parecen horas, pero que en realidad son unos segundos en los que su voz suena de nuevo tras la pantalla.

—¿A tu casa? ¿Yo?

—Si te apetece. —mi corazón late mas fuerte. Estoy intranquilo. No se si quiero escuchar una respuesta. Quizá la mejor opción es colgar. Huir.

—Ahora me iba a duchar, pero si quieres cuando acabe voy. —y parece que llevo sin respirar durante años. Trago saliva y miro al techo como si me acabase de quitar un peso increíble de encima.

Lo mejor era cambiar de tema, ¿no?

—¿Estas hablando conmigo mientras estas desnuda mirándote al espejo?

Quizá lo mejor era seguir con el tema de antes.

—Lo has descrito genial. —escucho el ruido del agua de fondo y una risa suave de la pantalla como si me estuviese viendo.

—Mejor te cuelgo ya.

—Pervertido.

Lo mejor era cambiar de tema, ¿no?

—¿Voy a buscarte?

Si, esto mucho mejor.

—Todavía no ha anochecido, iré caminando.

—Si cambias de opinión avísame.

—Oido, Señor Walker. —suelta una carcajada y no da lugar a que le pueda contestar porque me cuelga. Sonrío y juego con la bola de pelo gris que maúlla tumbada en mis muslos.

Pasa una hora hasta que me encuentro apoyado en el marco de la puerta con una mueca en el intento de camuflar una sonrisa. La puerta del ascensor se abre y cuando sus ojos conectan con los míos siento una caricia en el alma. Como estar en un lugar seguro. Como si las barreras que tanto me han costado construir se abriesen de forma casi automática al verla sonreír. Camina hasta llegar a mi altura y le rodeo el cuerpo con mis brazos. Ella hace lo mismo y pego mis labios en su pelo.

Nada mas entrar la bola de pelo gris se restriega contra sus zapatos, se agacha emocionada y lo estruja entre sus brazos. Llena su cabeza de besos y me mira desde el suelo con un brillo en los ojos que a cualquiera le provocaría un escalofrío.

—No sabía que tenias un gato. —sus labios siguen pegados al pelo gris.

—Tiene menos de un año, se llama Sulley. —se levanta con el gato entre los brazos y se posa frente a mi.

—¿Monstruos S.A?

—Es mi película favorita, pero no se lo digas a nadie, no me verían con los mismos ojos. —sonrío y ella me imita mientras niega con la cabeza.

—Te pega. ¿Cual crees que es la mía? —se sienta en el sofá de forma delicada, como si se fuese a romper si se sienta con un poco mas de fuerza.

—La dama y el vagabundo. —chasquea con los dedos y niega con la cabeza. —La bella y la bestia. —me tiro a su lado.

—Frio.

—Buscando a nemo.

—Congelado. —sonríe divertida sin apartar la mirada de la mia.

—Toy Story.

—Walker.

—Blancanieves. —parece tener mas ganas de decirlo que de esperar a que la adivine así que alza la voz y abre la boca.

—Enredados. —la sonrisa le llega a los ojos aunque son pocas las ocasiones en las que eso no pasa. Suelto una carcajada y niego con la cabeza.

—Te esperaba menos 'típica'. —su boca se abre en forma de 'o' como si le hubiese ofendido y niega con la cabeza decepcionada pero sin perder ese brillo en los ojos.

—Digamos que la tuya no deja de ser 'típica'.

—No suelo destacar. Suelo ser eso, 'típico'.

—No creo que seas típico. —alza los hombros y Sulley sale disparado de sus brazos y desaparece por el pasillo. Parece ser que se relaja porque se quita los zapatos y cruza sus piernas sobre el sofá.

—¿Que has hecho hoy?

—Esta mañana cuando me he despertado me apetecía pasar tiempo con Kaela así que la he llamado y ha venido a casa. Hemos estado tomando el sol y hablando. Me ha venido bien pasar el día con ella después de lo de ayer. Estoy cómoda con ella. Me hace sentir bien. Es como si la conociese de otra vida. —el pecho me sonríe al escucharla hablar así de Kaela.

—Os complementáis las dos por igual, eso está bien.

—Está mas que bien. ¿Tu que has hecho hoy?

—Me he pasado la mayor parte del día en la academia. Necesitaba bailar. He venido a casa y te he llamado.

—Quiero volver a verte bailar.

—Algún día. —asiente y se acerca mas a mi. Rodeo su espalda y su piernas con los brazos y la subo a mi regazo. Apoya la cabeza en mi hombro y suspira como si por primera vez se hubiese quedado sin energía. Es ella quien se mueve y posa una pierna a cada uno de mis lados. Rodea mi cuello con su brazos y pega su cara a mi cuello, pegando sus labios en el mismo.

Es una tontería decir que no altera todas y cada una de las partes de mi cuerpo. Su respiración se pega en mi piel y mis manos se abren paso por su camiseta hasta acariciar la piel de su espalda. Sus besos van subiendo por mi cuello hasta llegar a la comisura de mis labios. El corazón me martillea en el pecho. Necesito mas. Ansio mas de esto. De ella. Mis labios actúan en consecuencia y se pegan en cada hueco que encuentran. En cada curva. En cada lunar. Mis manos deslizan su camiseta por el cuello y cuando sus ojos conectan con los míos atrapo mis labios entre los suyos y ya no hace falta que ninguno de los dos diga nada mas. Despacio siento como se abre paso ante mi. Clavo los ojos en ella mientras me hundo mas profundo. Creo que en este momento todo lo que formaba mi ser, mi alma, Valentina se lo acababa de llevar. Ya no hay marcha atrás. Sus brazos me abrazan con fuerza y nos perdemos en un seguido de gemidos, miradas y besos que dicen mucho mas de lo que ninguno seriamos capaces de articular con palabras.

Pasan minutos en los que intentamos controlar nuestra respiración. Salgo de ella y tras pegar mis labios en su sien la quito de encima caminando hasta el baño. Tiro el condón a la basura y vuelvo con ella al sofá. Me pongo mi ropa interior y como ahora Valentina ocupa casi todo el sofá, que no es muy grande, me tumbo encima de ella. Sus brazos me rodean.

—Estoy bien cuando estoy contigo. —se que sonríe aunque no puedo verla, pero no dice nada. Sus manos acarician mi espalda y mis pulsaciones cada vez son mas lentas. Menos pesadas. Es la única persona que logra poner mi mente en blanco momentáneamente.

—¿Te vas a dormir?

—Solo estoy relajado.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Dispara.

—¿Porque ya no te pones barreras a ti mismo para ser más <<tú>> conmigo? —sonrío levemente porque se que no puede verme y siento como si me estuviese dando la enhorabuena a mi mismo.

—Porque contigo estoy tranquilo. No siento que deba mantener la faceta que yo mismo he creado. No es lo que te mereces. Ademas, he pensado en eso de mejorar, de ser mejor persona. Quiero intentarlo. —su corazón se acelera. Pum. Pum. Pum.

—Vas a conseguirlo.

—Pero contigo.

—Conmigo.

Ya no nos queda tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora