40|Por ella

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SAM

TRES MESES DESPUÉS. FINALES DE OCTUBRE.

El miedo se está apoderando de mi a cada día que pasa. Se que el miedo no es malo, al menos no del todo, pero te consume poco a poco si dejas que este gane la batalla. Me da miedo que Valentina me pueda querer mas de lo que yo pueda hacerlo o que quizá no sea suficiente.

Hace días que no la veo y la echo de menos, no me puedo imaginar ni yo mismo cuanto, pero no soy capaz de pasar un tiempo con ella, no puedo mirarle a los ojos. No puedo demostrarle ni una cuarta parte del amor que ella realmente se merece. Y quizá ese amor no es suficiente porque no lo siento. Valentina es todo paz y alegría. Siempre tiene ánimos de seguir adelante, de no agachar la cabeza, y la admiro por ello. Me da miedo apagarla.

Es domingo y la academia está abierta aunque no se imparten clases. Mi cuerpo me pide bailar y bailar durante horas. La academia esta vacía cuando entro. Camino hasta la clase que siempre uso y enseguida me doy cuenta de que está ocupada. Una melena rubia me recibe y se que es ella sin que tenga que darse la vuelta. El destino es un traidor.

—Lo siento, pensaba que estaba vacía. —pero no salgo, me quedo con la mano apoyada en la maneta y entre medias de la puerta como si no supiese si entrar o salir corriendo.

—No te preocupes. —sonríe levemente dándose la vuelta y camina lentamente hacia mi. No quiero que se acerque mas. O si. O no. Si quiero irme debería irme ya porque no voy a ser capaz a soportar mirarla a los ojos mucho tiempo mas. Al ver que no contesto habla de nuevo. —¿Hola?

—Ah, si, hola. —la mejor opción hubiese sido callarme, darme la vuelta y irme por donde he venido. Su sonrisa desaparece y frunce el ceño.

—¿Ah si, hola? —pega sus labios a mi mejilla y sonríe de nuevo como si no le acabase de decir la tontería mas grande del mundo. A esto es a lo que me refiero cuando digo que Valentina sonríe para todas y cada una de las situaciones. No deja ir ninguna oportunidad para sonreír y yo pierdo todas y cada una de las oportunidades que tengo para hacerlo.

—Ya me iba. Nos vemos. —trago saliva apartando mi mirada de la suya y cierro la puerta de nuevo. Siento que me asfixio por tenerla cerca sabiendo que no le voy a saber querer como realmente se merece. Escucho que la puerta se abre a mi espalda, pero no pienso en parar y girarme a mirarla, sigo caminando hasta bajar por las escaleras de salida.

—Sam, ¿que pasa? —su mano se posa en mi muñeca y me obliga a darme la vuelta y mirarla.

—Hoy no me apetece hablar.

—Ni hoy, ni ayer, ni hace una semana. Sam, tienes que hablar.

—No quiero hacerlo, Valentina.

—¿Porque sigues huyendo? —su mano me suelta la muñeca cuando se asegura de que no voy a salir corriendo hacia el coche y se cruza de brazos sin dejar de mirarme.

—No huyo, simplemente no me apetece, para mí eso no es huir.

—Para mí si lo es. Mas que nada porque no es la primera ni la ultima vez que lo haces y hasta que no te acostumbres a hablar cuando te sientes mal no vas a seguir progresando mas de lo que ya has hecho.

Tiene toda la razón del mundo, pero ahora no hay cosa que me frustre mas que eso mismo.

—No tienes ni idea. —mis palabras salen sin ni siquiera procesarlas, pero no reculo. Me quedo callado viendo como sus ojos azules se abren sorprendidos y traga saliva con fuerza como si le costase procesar lo que le acabo de decir.

—Tengo mucha mas idea de lo que crees. Y que sepas que hablarme de esta manera no va a hacer que te deje de lado y haga como que no existes.

—Valentina, no tengo ganas de hablar como si estuviésemos en una sesión de terapia. —niega con la cabeza y suelta una risa incrédula como si no se creyese todo lo que estoy soltando por la boca. Y mi interior se ríe de mi porque sabe mejor que nadie que después voy a recular y voy a pedir perdón por todas y cada una de las palabras, pero ahora mismo no puedo hacerlo, necesito que se aleje.

—Solo intento ayudarte y quererte, pero estas tan obsesionado con el miedo y con que haces daño a todo el que te rodea que no ves mas allá.

—Será eso entonces.

—Sam.

—No quiero seguir con esto. —aprieto la mandíbula con los hombros tensos y me doy la vuelta caminando hacia mi coche. No he bailado, pero estando ella aquí me va a ser imposible hacerlo. Necesito irme, pero quiero quedarme. Aquí, con ella.

—Te empeñas en no dejar que te quiera. —paro enseguida y me giro a mirarla, pero ya está subiendo de nuevo las escaleras de la academia. Me meto en el coche seguido de un portazo y apoyo la frente en el volante sin saber que hacer ni a donde ir. Ella es mi hogar.

Vuelve a tener razón. Valentina siempre tiene razón. Me empeño en no dejar que me quiera, pero no se como dejar de hacer lo contrario. No sé como lograr ser mejor persona para ella y estar seguro de que conmigo tiene todo lo que ella se merece tener. Realmente la quiero, bueno, o eso creo que me diría Alejandro si estuviese aquí. Marco el numero de Noah y me lo coge enseguida.

—¿Si?

—Noah.

—El mismo.

—Estoy acojonado y Valen se ha cabreado conmigo.

—¿Qué ha pasado? —su voz se vuelve preocupada y se debe a que el nombre Valentina está en la frase. Lo que Noah quiere y protege a Valentina es lo mas increíble y a la vez, bonito, que he visto.

—Me ha dicho que estoy tan obsesionado con el miedo y con que hago daño a todo el que se me acerca que no veo mas allá. Ah, y que me empeño en no dejar que me quiera. —se lo que va a decir antes de que hable, pero aun así le dejo hablar.

—Tiene razón. —y se queda callado, como si nada. Se preocupa por ella, pero también lo hace por mi y eso muchas veces le saca de quicio. —Te lo he dicho mil veces, Sam. Si sigues dejando que el miedo gane la partida no vas a seguir mejorando como te lo mereces, porque Sam, te lo mereces. Y lo sabes mejor que nadie. Valentina ha sido un ser de luz que por algún motivo ha aparecido en tu vida. Sigue intentándolo, aunque sea duro para ti. No te rindas con ella.

—Me da miedo que Valentina me pueda querer mas de lo que yo pueda hacerlo o quizá que no sea suficiente.

—Sam, quieres a Valentina como nunca has querido a nadie. No dudes de eso.

—¿Y si le hago daño?

—¿Y si te lo hace ella a ti?

—Pero...—no me deja acabar la frase.

—Pero nada, Sam. Haciendo esto no solo te haces daño a ti mismo, sino que también se lo haces a ella y tu no querrías hacerle daño, a ella no. Ha dado todo y mas por ti durante meses, Sam. Al igual que tu por ella. No te puedes permitir pensar eso. La quieres, estas enamorado de esa chica, ve a por todas. Da tu vida por ella.

—Gracias. —no se si me llega a escuchar porque siento que me atraganto con mi propia saliva.

—Te quiero. —cuelga y suspiro intentando que toda esta tensión desaparezca. Miro al frente y me dispongo a salir del coche y subir hasta la academia. Toco la puerta en la que se encontraba antes Valentina con la esperanza de que siga aquí y de que no se haya ido todavía. Abro y respiro aliviado cuando gira el cuello para devolverme la mirada.

—Siéntate, voy a bailar. —ella sabia mejor que nadie que iba a acabar volviendo. Hago lo que me dice, me siento en el suelo con la espalda apoyada en la espalda y con una vista completa de ella. Me mira a los ojos y enseguida coge aire como si estuviese haciendo uso de todas sus fuerzas para no tirarme un zapato a la cara. Zapatazo el cual me merezco. Cierra los ojos y pasa media hora en la que me quedo completamente hipnotizado con todos y cada uno de sus movimientos. Como llena esta enorme habitación. Como se dobla. Como se gira. Como siente todos y cada uno de los minutos de las canciones que han ido pasando.

Noah tiene razón. Estoy enamorado de esta chica.

Me levanto del suelo de un salto y me sitúo frente a ella. Le cojo de la cara con mis dos manos y estampo ms labios en los suyos, que me reciben con necesidad y con rabia. Una rabia que nos une y que a la vez nos mata lentamente a los dos.

Daría mi vida por ella.

—A mi también me da miedo no saber quererte lo suficiente.

Ya no nos queda tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora