10| ¿Eres diestra?

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VALENTINA

A pasado una semana desde que hablé con Charlotte y aunque no he vuelto a saber nada de ella porque ignora mis mensajes y mis llamadas, se que todavía no lo ha arreglado con Ethan y el pensamiento de no estar haciendo nada al respecto me acaba por consumir. Muevo la comida de un lado al otro y aunque tengo el plato lleno mis padres y Oli casi han terminado de cenar.

—Tina, ¿pasa algo? —alzo la vista hacia mi padre y niego con la cabeza. Me levanto de la mesa y suspiro.

—Voy a salir a pasear un rato para despejarme.

—¿Quieres que te acompañe? —es Oli quien habla y aunque me sonríe levemente y le doy vueltas a su propuesta, niego con la cabeza. Siempre cuento con el para todo, pero necesito estar sola y parece que lo entiende porque no insiste y mis padres tampoco, así que dejo el plato en la encimera de la cocina y salgo de casa con las llaves y el móvil en mano.

Camino sin saber donde voy, pero acabo sentada en el banco de un parque que he encontrado a unas calles de casa. Una farola alumbra el espacio y solo tengo fuerzas para pegar las piernas a mi pecho mientras me abrazo con fuerza y escondo la cara entre estas. No hay ruido, aqui solo estoy yo, o eso creo hasta que escucho los pasos de alguien acercándose al banco en el que estoy. Alzo la cabeza y al descubrirme parece que se debate entre darse la vuelta y correr o seguir avanzando. La poca luz de la farola no me deja ver su rostro al completo cuando decide sentarse a mi lado, aunque a una distancia prudente.

—Tranquila, no soy nadie que quiera secuestrarte.

—Me devolverías antes de pedir un rescate. —suelta lo que parece ser una risa y niega con la cabeza. En mi boca se forma una sonrisa y se me olvida, por un momento, el porque estoy aquí. Ninguno de los dos habla de nuevo así que nos sumergimos en un silencio cómodo. Nuestras miradas se clavan en la oscuridad que tenemos frente a nosotros y pasados unos minutos es el quien habla.

—¿Que haces aqui?

—Te podría preguntar lo mismo. —giro el cuello apoyando mi cabeza en mis piernas y le miro. Apenas percibo sus pecas, sus pestañas o sus ojos, pero el perfil de su mandíbula y la silueta de sus hombros salen a relucir como no lo harían ante el sol.

—Suelo venir desde hace años.

—¿Por algún motivo?

—Escuchar silencio. —mis cejas se elevan con sorpresa y sonrío aunque no me ve porque no me mira. No me esperaba escuchar esa respuesta de sus labios.

—Que paradoja la tuya. —asiente sonriendo aunque se parece mas a un sonrisa triste, sin vida.

—Escuchar silencio. —se queda callado unos segundos reflexionando lo que acaba de decir. —¿No tiene mucho sentido no?

—Lo tiene. —realmente entiendo lo que ha querido decir con eso, yo he venido a hacer lo mismo. Aveces el silencio es lo único que me calma.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —y ahora si, me mira. Un escalofrío me recorre el cuerpo y siento que necesito soltar el aire que se me ha acumulado en los pulmones, pero no hago nada solo asiento antes de hablar.

—Las que quieras.

—¿Porque eres tan...así?

—A que e refieres con eso.

—Comprensiva. No se si es la palabra, pero creo que me entiendes. —asiento y cojo aire. Lo suelto lentamente y hablo.

—¿Lo dices por lo que te respondí el otro día?

—Te pregunté si te creías lo que te decían de mi.

—Y dije que no. —el no dice nada y yo tampoco así que hablo de nuevo y respondo a su pregunta. —No me considero comprensiva por ello, siento que es de sentido común pensar como yo lo hago. No puedes juzgar a alguien por lo que los demás opinen. Siento que todos somos versiones distintas con todas las personas que nos rodean.

—Yo soy igual con todos.

—No eres igual con Kaela que con Noah, por ejemplo.

—No me expreso de la misma manera, pero soy igual con todos.

—¿Tu ves algo malo en ser como eres?

—No les sumo.

—Permíteme que lo dude. Así como se pone Kaela cada vez que te ve, creo que no tienes razón. —alza los hombros y cuando dirige su mirada de nuevo al frente da por finalizada la conversación. Escondo mi cara entre mis piernas de nuevo y nos sumergimos en un silencio raramente cómodo.

—Mi mejor amiga de Australia, Charlotte, está enamorada de Ethan, mi mejor amigo. Llevan enamorados años y los dos se tratan como pareja, se aman y dan la vida el uno por el otro, pero hay un tema que hace que toda esa relación se deshaga en cuestión de segundos. Es como si el amor desapareciese, aunque realmente es el miedo. El de el. Ethan no se atreve a oficializar nada y no es por querer estar con otras chicas o algo por el estilo, es porque siente que dejará de hacer las cosas bien. Siente que será el momento en el que Charlotte se dará cuenta de que necesita mas de lo que el puede darle.

—Y aparte de que son tus mejores amigos, ¿que tienes que ver tu en todo esto?

—Ella siempre me pide que sea yo quien hable con el. Cuando ella saca el tema, Ethan desaparca de su vida, asi sin mas. Charlotte cree que la única que puede hacer que entre en razón soy yo, pero lo he intentado miles de veces y Ethan se acaba cabreando conmigo. Realmente lo entiendo, no puedes forzar a alguien con miedo a que deje de tenerlo.

—Habla con ella.

—Lo hago, pero no lo entiende o no lo quiere entender. Aunque los dos son mis mejores amigos mi relación con Ethan es diferente a la que tengo con Charlotte. Amo a Charlotte, pero daría mi brazo derecho por Ethan.

—¿Eres diestra?

—Si. —me rio y el también lo hace. —Por eso, Charlotte cree que puedo hacer cambiar de idea a Ethan, pero eso es misión imposible, aparte de que no soy quien para forzar a alguien a dar un paso que no está preparado para dar.

—Lo haces bien Valen. —¿he escuchado bien? Mi estomago se convierte en un parque de atracciones y lucho para que no se note en mi respiración.

—Siempre creo que puedo dar mas.

—Yo creo que lo das todo, de todas maneras, puedes hablar con Ethan y explicarle que, si no va a dar el paso, que se aleje de ella. Por el bien de los dos. —no digo nada. Lo ultimo que me esperaba hoy era acabar el día escuchando los consejos de Sam Walker. —Ya lo has hecho, ¿verdad?

—Mil veces son pocas. —el suspira y se desliza sobre el banco acercándose mas a mi.

—No se que mas puedo decirte.

—No hace falta que digas nada mas, vamos a hacer lo que hemos venido a hacer los dos.

El silencio nos envuelve de nuevo. Esta vez es mucho mas cercano. Como si compartiésemos uno, los dos. Respiro contra mis piernas y aunque intento dejar de pensar, no puedo. No puedo sacarme de la cabeza a Charlotte, pero menos a Ethan. El no estar con ellos allí lo hace todo mas difícil de lo que debería ser. Hace dias que no se nada de el y aunque lo he intentado, me ignora. Las lagrimas caen sobre la piel desnuda de mis piernas y aunque son silenciosas parece ser que nota la alteración de mi respiración porque se pega a mi por completo y me acaricia la espalda con lentitud.

Arriba. Abajo. Silencio. Arriba. Abajo Su mano sobre mi cuerpo. Arriba. Abajo. Intento mantener la calma. Arriba. Abajo. Un susurro llega como una caricia.

—Todo va a estar bien.

Ya no nos queda tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora