31| Elegir ser feliz

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VALENTINA

No se en que momento su cuerpo estaba tan pegado al mio que parecíamos una misma pieza. No se en que momento mi cuerpo ansiaba pegarse al suyo. A sus labios. A sus manos. Sus caricias. Sus besos. Sus embestidas. Sus ojos. No sabia hasta que punto necesitaba a Sam Walker dentro de mi, si, en todos los sentidos. Solo se que necesito mas y mas. Pero su pecho sube y baja de manera tranquila sobre el mio. Su respiración se pega a mi cuello y sus manos hace tiempo que han dejado de acariciarme.

Sam se ha dormido pegado a mi cuello y con sus manos dentro de mi —su— camiseta. Mis dedos unen una vez tras otra los lunares que tiene en la espalda. Creo que ya me se el recorrido de memoria. La única luz que entra por los ventanales es la de la farola que hay fuera y no ilumina lo suficiente como para que moleste. Silencio. No se escucha ningún ruido. Nuestras respiraciones son mudas y mis caricias casi imperceptibles.

Llevamos una hora en la misma postura, pero tan solo con notar a Sam tan tranquilo me quedaría las horas que hiciesen falta. Parece que así nadie puede hacerle daño, ni siquiera el mismo.

Parece que me lee la mente porque sus dedos vuelven a acariciarme y un escalofrío recorre mi cuerpo. Con la cara todavía en mi cuello posa sus labios en este y suspira antes de separarse un poco para poder mirarme.

—Me he dormido. —suelto una risa y hace un esfuerzo por no volver a cerrar los ojos.

—Me he dado cuenta.

—Lo siento, no me he dado cuenta de que... —no le dejo seguir.

—Por mi puedes seguir, Sam.

—¿Me estabas mirando? —no se si me gusta o me disgusta que cambie tan rápido de tema.

—Todo el rato, sin perderte de vista. —sonríe y cierra los ojos de nuevo, apoyando su cabeza en mi hombro. No quiero que este momento acabe porque no se que pasará después.

—¿Te apetece hacer algo?

—Estoy bien así. —mis dedos vuelven a trazar el recorrido de sus lunares y parece que en cualquier momento se va a dormir de nuevo.

—Es tarde.

—Lo se.

—¿Quieres cenar?

—¿Sabes cocinar?

—Que poco confías en mi. —y aun estando en pleno verano siento que me congelo en cuestión de segundos. Lo que tarda en separarse de mi cuerpo y levantarse con el torso y las piernas desnudas. Le sigo hasta la cocina.

—Yo te ayudo.

—Mejor no.

—Que poco confías en mi. — se ríe y me siento en uno de los banquillos de la pequeña isla. La decoración en la casa es nula. Ni una sola estantería, ni una vela, un marco. Nada, absolutamente nada. La luz del extractor es lo único que ilumina la estancia, lo que me permite ver la silueta de su cuerpo de lado. No logro apartar la mirada, es como aquel libro que lees una y otra vez. Ese libro que a cada que lo lees ves algo nuevo. Ese libro que te fascina con cada letra. Con cada palabra. Con cada hoja. Me acerco a el y de un salto me subo a su espalda.

—Hola, Walker. —me rio y el sonríe sin parar de hacer lo que esté haciendo.

—¿Porque tienes tanta energía siempre?

—No tengo ni idea. —le muerdo el hombro y bajo corriendo antes de que logre atraparme. A veces siento tan fuerte que —aunque suene raro— necesito morder a la gente. Me subo de pie al sofá y le miro, me mira  desde la cocina y le hago la peineta. A veces me olvido de que no tengo siete años, pero no hay cosa que me importe menos. Creo que el espíritu de niña pequeña jamás va a abandonar mi cuerpo.

Ya no nos queda tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora