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El doctor llamó a Youngsoo, le dijo que había un problema con las inyecciones que le recetó para su tratamiento. El laboratorio que lo tenía en su poder se encontraba en negociación con varios inversores y que por eso no lo estaban comercializando todavía. Le dio otra solución, que fuese al hospital central que es donde estaba el farmaco en investigación y que como tenía dinero tal vez consiguiera que se lo vendieran.

Se levantó bastante fatigada esa mañana y con dolor en su costado, se sentó en la cama y maldijo en silencio. Todo se estaba volviendo un sufrimiento en su vida y sin Jungkook a su lado se sentía sola y desamparada.

Nunca fue un hombre amoroso pero sí muy atento con ella, nunca la dejó en los momentos importantes y difíciles, aunque su carácter era frío siempre recordaba que eran un matrimonio.

Sin embargo ahora hasta se le había olvidado su cumpleaños.

Se levantó con pesar y se vistió. Estuvo lista en veinte minutos.

Cuando iba a salir vio colgado en una percha del dormitorio el abrigo que traía en la noche anterior Jungkook. El mismo olor a perfume que ya había olido antes estaba impregnado en la tela de paño negro, lo cogió entre sus manos y vio en el cuello marcados uno labios con lápiz labial rojo.

¿Por qué le hacía eso? ¿Porqué ahora? Lo tiró con rabia al suelo y mientras los ojos se le llenaban de lágrimas se sintió la mujer más desdichada del mundo.

Bajó las escaleras y vio un gran ramo de rosas rojas y una cajita plateada en lo alto de la mesa del salón.

No se lo esperaba. Bajó despacio el último escalón y llegó hasta los regalos.

Se quedó un momento allí sin saber qué pensar. ¿Era su regalo? ¿Jungkook lo había mandado traer? ¿Los trajo tal vez anoche cuando estaba dormida?

Vio la tarjeta entre las rosas y la cogió para leerla.

"Cariño lo siento, no era mi intención olvidarme, han sido unos días agotadores y al recordar tu cumpleaños ésta mañana me he sentido mal.

Perdoname, te quiero, éste es mi regalo. FELIZ CUMPLEAÑOS.

Tu amoroso esposo".

Soltó el aire bruscamente y sonrió dolida.

Esas palabras no eran suyas, mejor que nadie, ella podía saber tal cosa. Se dió cuenta nada más empezar a leer, nunca le había dicho esas palabras en sus años de casados, jamás había sido así de cariñoso. Doloroso pero cierto.

La soltó y no miró lo que había en la cajita, ¿para qué? ¿para sufrir más?

Solo salió a la calle sin pensarlo por más tiempo. No quería tener ningún sentimiento en éste momento, necesitaba encontrar la solución para curar su enfermedad.

Llegó al hospital que le dijo el doctor que la trató desde el principio, preguntó por el doctor Choi, esa era la persona que le dijo que la podía ayudar.

—Creo que se acaba de ir al extranjero, no volverá hasta dentro de un mes —le dijo una enfermera que había a un lado de la entrada principal de la planta donde le indicaron que podía estar.

—¿Puedo hablar con alguien más que sea cercano al doctor? —su costado le ardía y las náuseas se paseaban por su estómago una vez más.

—Tal vez con el doctor Juwoon, él es muy cercano al doctor Choi —le contestó amable la enfermera.

—¿Dónde podría encontralo?

—En la séptima planta, allí es donde él trabaja.

Ella asintió y fue hacia los ascensores, entró en uno de ellos y cuando estaba subiendo éste se paró de pronto. Alguien iba a subir.

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