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—Señor Min gracias por venir.

—No, gracias Hana por llamarme, ¿donde está?

Hana reprimió las lágrimas para contarle donde estaba Jungkook.

—Lleva metido en su despacho dos días, son dos días señor Min que no come nada —la mujer que estuvo a su lado desde que fue abandonado por su padre, estaba sufriendo por verlo tan mal— no nos deja acercarnos y encima debe tener todo destrozado porque se sintieron golpes y cristales caer por horas, y yo ya no sé qué hacer.

Reprimió de nuevo las lágrimas que le eran difíciles de parar, y acompañó a Yoongi hasta la puerta del despacho que seguía cerrada a cal y canto.

Jungkook había caído en el abismo por beber tanto alcohol, y lo que le rondaba por el pensamiento eran unas imágenes atroces que no lo dejaban vivir tranquilo. La vio muerta como si la tuviera delante suya, fue hasta a su tumba a llorarle y todo.

En realidad eran solo sueños imaginarios, pero para él se volvieron tan reales que asustaba

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En realidad eran solo sueños imaginarios, pero para él se volvieron tan reales que asustaba. Era como una realidad paralela en la que se quedó atrapado sin que le dejara a nadie acercarse para desmentirle y dejarle claro que todo era producto de su imaginación.

Su abogado y amigo tocó con rotundidad en la madera maciza que los separaba.

—Soy yo, abre —la voz potente de Yoongi llegó hasta la otra habitación.

—Vete.

Jungkook no le respondió con la voz alta, más bien se le escuchó en la lejanía como un aullido ahogado, como alguien que está viviendo en un momento difícil y que no quiere que nadie lo interrumpa.

—Te lo estoy pidiendo por favor —el otro contraatacó y Hana se tapaba la boca para no sollozar por el dolor que llevaba semanas sintiendo, y también es que se había acrecentado en estos días.

—Y yo te pido por favor que te vayas —no cedía en su empeño de estar solo.

Yoongi se tocó la nuca con desesperación.

—Si él supiera el daño que me está haciéndo —dijo bajito de pronto Hana para que no la escuchara Jungkook, no quería empeorar las cosas— es mi niño aunque a él no le guste que se lo diga. Siempre lo ha sido y me rompe el alma verlo sufrir.

—Lo sé Hana, lo sé —Yoongi le tocó el brazo con cariño. Entonces le gritó al otro con ganas—. ¡¿La has escuchado maldito idiota?!

—Señor no... —se puso nerviosa la pobre.

—No Hana, debe saber...¡que hace daño con sus acciones! ¡Porque lo haces con no escuchar a nadie! —le gritó otra vez para dejárselo claro.

Los dos esperaron por un rato su respuesta que no llegó. Solo se escuchaba el ensordecedor silencio que los puso aún más nerviosos.

—Vallase y déjeme solo —le pidió Yoongi a la mujer mayor.

—¿Qué va a hacer? —ella se impacientó y se asustó.

—Nada malo no se preocupe —Yoongi la tranquilizó con una sonrisa— pero no quiero que nadie venga bajo ninguna circunstancia, escuche lo que escuche no deje a nadie venir hasta aquí. ¿De acuerdo?...Confíe en mí.

Hana suspiró y se limpió con el paño que llevaba en su cintura una lágrima que se le había escapado.

—Traigalo de vuelta señor Min, desde que la señora se fue no es el mismo, sé que está así porque no puede vivir sin ella —le dijo y después se fue cabizbaja por el pasillo para dejar que hiciera lo que viera oportuno.

Yoongi miró a su alrededor y cogió una gran figura de un ángel de mármol blanco que se erguía en una de las paredes. La alineó con la puerta y de un empujón chocó contra ella, al fin se abrió y el olor que de allí emanaba repugnó al abogado.

Quedó el ángel destrozado y en mitad de las dos estancias. El ruido hizo temblar a Hana, pero no se movió de la cocina y ordenó a los demás a que hicieran lo mismo. Era su última oportunidad para que su niño se salvara y que volviera a ser el gran magnate de los negocios que siempre había sido.

El despacho de Jungkook estaba en penumbras, había solo una luz tenue encendida que venía de una lampara de pie. Jungkook estaba a su lado y sentado en el sofá de piel.

—¿Quieres una copa, amigo? —le enseñó a Yoongi un vaso de whisky que balanceaba haciendo al liquido rodar. Ni se había inmutado con el ruido que se había formado anteriormente. La paz -que no era tal- que demostraba Jungkook puso al otro muy enfadado.

Se notaba su embriaguez, tanto como el olor que desprendía la estancia a cigarrillos y a bodega corrompida.

Pero lo que le impactó a Yoongi fue verlo con un arma en las manos. Jugaba con ella como si no fuese peligroso ni imprudente hacerlo.

—¿Qué tienes ahí? —se adelantó  a trompicones Yoongi porque pisaba los cascotes que habían quedado de la figura de mármol en el suelo, además de todas las cosas que había desparramadas por haber estado rompiéndolo todo en estos dos últimos días.

—¿Esto dices? —le dijo Jungkook poniéndose el arma en la sien.

Aquella imagen hizo un daño irreparable en Yoongi, no estaba preparado para verlo morir con sus propios ojos.

Qué de roto estaba su amigo para estar haciendo una cosa tan devastadora.

—No lo hagas —puso las manos adelante y andaba despacio y asustado con la cara cenicienta.

—No te preocupes, aún no ha llegado el momento —dijo él con cierta gracia siniestra y la bajó para dejarla a su lado en el sofá. Luego bebió del vaso un trago largo.

Su aspecto desaliñado y ese rostro de persona demente, pusieron tan mal a Yoongi que se sentó frente a él echándose de golpe en el sillón.

—¿De verdad vas a acabar con tu vida? —le reprochó con cansancio.

Sabía que podría pararlo hoy arrancando el arma de su lado, ¿pero y mañana? ¿Y pasado mañana? ¿Quién lo salvaría?

—Voy a cabar con este cuerpo, pero mi vida verdadera empezará cuando vuelva a ella —le contestó con una sonrisa.

—Joder Jungkook, me das miedo.

—No lo tengas, la estoy esperando así que podemos hablar hasta entonces si tú quieres —seguia él con sus alucinaciones.

—¿Pero...es que ella te ha dicho que vendrá aquí? ¿Entonces está bien? —de pronto vio una salida en todo esto. Tal vez Youngsoo pararía esta catastrofe y le haría entender el error tan grande que estaba cometiendo.

Pero la Youngsoo de la que él hablaba nada tenía que ver con la que estaba viva en un lugar no muy lejano.

—Me lo ha dicho en mis sueños —dijo él soltando un gran suspiro como si hubiera encontrado alivio de repente—. Me ha dicho que se aparecerá para llevarme con ella —se retiró el pelo de la frente con los dedos y cogió el arma con su mano derecha de nuevo, la empuñaba con fuerza y se la puso otra vez en la sien—. Entonces es cuando la usaré y los dos iremos juntos de camino hacia la eternidad...

 Entonces es cuando la usaré y los dos iremos juntos de camino hacia la eternidad

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