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—¿Hana donde está? —dijo Youngsoo desesperada nada más entrar por la puerta del que fue su hogar. Estaba tan alterada que estuvo a punto de caer cuando la mujer mayor abrió para que pasara al interior.

—En el despacho, tengo miedo de que le ocurra algo malo —lloraba Hana y se limpiaba las lágrimas con el paño— está tan destrozado que solo piensa en morir y dejarnos.

—No pasará eso Hana, por dios que no pasará —la abrazó con fuerza—. Ya estoy aquí y no dejaré que se haga más daño.

Al menos seguía allí donde Yoongi le había dicho. Gracias, gracias.

Youngsoo subió a un taxi para ir a toda prisa a la mansión, lo hizo en cuanto escuchó al abogado decirle que Jungkook estaba muy mal y en peligro. Los mensajes que le había mandado fueron el primer aviso de que algo no estaba marchando bien y las palabras tras la llamada telefónica, la constatación.

Salió corriendo hacia el despacho con el corazón acelerado y sintiéndose culpable de haber provocado la situación que lo tenía desquiciado y a punto de cometer una locura.

Al llegar al pasillo vio la figura de mármol hecha trizas en el suelo y la puerta de madera destrozada, pasó entre los cascotes y paró nada más ver la figura que estaba sentada en el sofá, aunque todo estaba en penumbras la luz de la lámpara que tenía a su lado lo dejaba a la vista.

Era él y el arma que tenía en sus manos apuntaba a su sien. El dolor que sentía era tan fuerte que había pensado suicidarse.

—No tuve suerte amigo por esta vez—la voz de Jungkook le heló la sangre. Estaba tan destrozado que hablaba con un cansancio y con tanto dolor que no pudo soportar estar viendo tal imagen del que fue un gran y triunfante hombre de negocios.

Se tapó la boca y calló el sollozo que estaba a punto de salirle y es que nunca le quiso hacer tanto daño. ¿Qué le había hecho al hombre que tanto amaba?

Vio como le daba vueltas al cargador para volver a poner el arma en su sien, jugaba a la ruleta rusa con tanta ligereza que el corazón se le rompió en mil pedazos y el miedo la arrastró a maldecirse.

Pasó por todo el desastre que había en el suelo y se acercó donde él estaba pero no tan cerca como para que supiera de su llegada.

Yoongi sí se percató de su presencia.

—Joder Youngsoo, menos mal que ya estás aquí —estaba tan derrotado cuando lo miró que no pudo seguir por mucho tiempo esa mirada de derrota que tenía el abogado.

Sin hablar con él porque no sabía que iba a decirle, volteó para centrarse en Jungkook.

—Cariño —le dijo despacio, no podía alterar la situación. Debía ser cautelosa si no quería que el arma se disparase antes de poder hablar con él.

Su cuerpo temblaba tanto que cogió sus manos con fuerza para obligarse a tranquilizarse.

Jungkook alzó la mirada y su sonrisa fue inmediata.

—Sí —soltó con alegría—. Sí —dijo de nuevo y bajó el arma—. Sabía que vendrías por mí y que no ibas a olvidarme...You —la llamó con desesperación y sus ojos habían cobrado un poco de vida desde que llegó— que yo sabía que no ibas a hacer igual que hizo mi padre, que tú no me podías abandonar. ¿Verdad que tú no me harías nunca una cosa como esa?

Se quebró algo dentro de ella.

Nunca le habló de su pasado, pero eso no quería decir que no existiera ni que no sufriera por ello.

Arrastraba la soledad de sentirse abandonado desde pequeño. Se hizo el fuerte tantas veces y en tantas circunstancias durante años que ahora no pudo soportar que ella lo dejase.

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