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Youngsoo permanecía tras la columna de la sala de espera de una clínica privada en la que había conseguido hacerse los exámenes sobre su dura enfermedad, esos que no se hizo en el hospital de Seul.

No se sentía con fuerzas para encarar a las personas que la rodeaban, tampoco es que las conociera de nada y eso es lo que la tenía tan triste. Empezó esto sola y terminó de la misma forma. Nadie sabía por lo que estaba pasando en este momento, nadie entendía sus nervios por saber el agónico diagnóstico.

Recordó el principio de todo este camino difícil que le había tocado vivir y en esas imágenes estaba Jungkook, su eterno y por siempre amor verdadero. Sabía que tendría mensajes en su teléfono, que seguro había intentado ponerse en contacto con ella, y muchas veces estuvo tentada a encender el aparato que llevaba semanas sin ser encendido. Pero cuando lo tenía entre sus manos podía casi palpar el miedo por la decepción y lo dejaba a un lado de nuevo.

Y es que no podía volver a sentir la decepción de nuevo cuando leyera lo que le decía, esos mensajes estarían llenos de palabras de amor pero en realidad escritas por la lástima que sentía por su precaria y poca salud. No quería odiarlo por saber que tuvo en su poder ese fármaco que tanto necesitó, tal vez no llegó a tiempo de dárselo a ella, pero tampoco quería sufrir más por esa relación que no tuvo nada de normal desde que se conocieron.

—¿Me oye? —alguien tocó su brazo y la forzó a dejar de pensar en Jungkook.

—¿Eh? —ella alzó la cabeza y vio como una enfermera la estaba observando.

—La está llamando el doctor, ya están los resultados —aquella le sonreía con ternura.

Era la primera vez que le hubiera gustado sentirse odiada y que no la mirasen de esa forma tan condescendiente, eso tal vez significaba que la estaban calmando para decirle la peor de las noticias.

Sabía que había cambiado mucho en estos últimos meses, ya no se fiaba de las personas ni creía en ellas, maldita enfermedad que la tenía sumida en un constante mundo de tinieblas y oscuridad. Solo en Paris fue realmente feliz y ahora eso ya no volvería a vivirlo jamás.

Entró en una habitación que olía a fármacos y alcohol yodado. El doctor que había pedido sus exámenes estaba tras el escrito escribiendo algo en un papel.

Tal vez era su sentencia de muerte, pero eso, pronto lo sabría, tampoco debía tener prisa para saber si no estaría viva para celebrar su próximo cumpleaños. Sería joven durante toda la eternidad y le pareció una bonita estampa que tampoco estaba nada mal. A lo mejor en el cielo la hacían mucho más guapa de lo que era ahora.

¡¿Quieres hacer el favor de no pensar más tonterías y comportarte como la persona fuerte que siempre has sido!?

Se obligó a enfrentar la realidad, se ordenó a no ser tan cobarde ni fantasiosa con cosas tan macabras y estúpidas,  por eso se irguió en la silla con actitud desafiante.

—Bueno, ya tenemos los resultados —alzó el doctor la cabeza mientras hablaba y cuando la vio allí de aquel modo serio y altivo sonrió un poco, después se recompuso porque debía darle la noticia—. No se asuste por favor —le dijo de forma amigable.

—No estoy asustada —replicó ella enfadada con el mundo.

—Claro que lo está, solo relaje un poco los hombros mujer, que saldrá de aquí con un dolor en la columna bastante importante sino relaja esos músculos.

Youngsoo respiró y dejó caer esos hombros que los tenía de verdad doloridos.

—Es que tengo mucho miedo doctor.

—Claro que lo tendrá, somos humanos con sentimientos mujer, puede llorar si quiere, no la voy a juzgar por eso —se quitó las gafas el doctor y la miró fijamente a los ojos—. Y espero ver sus lágrimas porque el resultado es tan satisfactorio que hasta yo he estado tentando de hacerlo, estoy feliz por usted porque cuando veo a alguien curado de este monstruo las lágrimas siempre se me quieren escapar.

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