Sixty-five

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A la mañana siguiente entré en Pozo Dragón bajo la atenta mirada de miles de ciudadanos de Desembarco del Rey que no se perdían detalle de la segunda boda de su rey.

El cielo amaneció nublado, tan nublado como se encontraba mi corazón en aquél momento.

Y mientras sujetaba el ramo de flores y caminaba hacia el altar donde Aegon me esperaba acompañado de Otto Hightower y la reina Alicent sentí unas horribles náuseas apoderándose de mi.

Caminé con lentitud, intentando eternizar mi entrada para no llegar al altar. Rodeada de un terrible silencio agaché la cabeza, incapaz de volver a mirar a Aegon. ¿Cómo había sido capaz de llegar tan lejos?

Sin poder hacer nada al respecto llegué al altar justo al mismo tiempo que el Septón Supremo comenzó a hablar mientras yo me perdía en mis pensamientos.

¿Qué iba a hacer de ahora en adelante? ¿Y cuando volviera Aemond a la Fortaleza Roja? ¿Debía tratarle como a un desconocido?

Tragué saliva escuchando a Aegon.

-Yo soy tuyo y tú eres mía.

Mis ojos se llenaron de lágrimas recordando mi boda con Aemond.

-Le toca a usted…-susurró el Septón cuando vio que yo no estaba dispuesta a pronunciar mis votos.

-Visenya…-dijo está vez Aegon.

Miré a mi alrededor queriendo despertar de aquella pesadilla.

-Yo estoy ya casada-solté el ramo de flores intentando ganar la lucha interna que tenía con mi temor y mi valentía- me casé con Aemond y moriré casada con Aemond.

Aegon me miró asombrado mientras los presentes comenzaban a murmurar, pero todos nos quedamos en silencio cuando el rugir de un dragón nos sobresaltó.

-Aemond…-susurré agarrando mi vestido dispuesta a salir corriendo, pero Aegon con fuerza me impidió continuar con mis pasos mientras agarraba mi brazo.

Pudimos ver desde allí como el fuego comenzaba a abrasar a los que intentaban ver la ceremonia desde fuera, y Aegon asustado desenvainó su espada.

-Suéltame- dije desviando la vista hacia él.

Él que estaba dispuesto a decirme algo, tuvo que callarse cuando Vaghar aterrizo en la entrada de Pozo Dragón creando el caos.

Aemond bajó de su dragón con una rapidez asombrosa y esbozó una amplia sonrisa.

-¿No ibas a invitarme a la boda?- preguntó dirigiéndose a su hermano.

-¿Has matado a Rhaenyra?- preguntó Aegon sin soltarme el brazo.

Otro rugido en los cielos nos volvió a sobresaltar y cuando Syrax tocó tierra posándose al lado de Vaghar supe lo que significaba aquello.

-¡Guardias!- gritó Aegon tirando de mí y posando su espada en mi cuello.

-¿Esperabas que muriera por ti mientras tú obligabas a mi esposa a casarse contigo para así hacer con ella lo que siempre has deseado?

Aemond desenvainó su espada y caminó hacia nosotros mientras Syrax rugía espantando a la guardia.

-¡Soy tu rey!- gritó de nuevo Aegon.

-¡Dejaste de serlo cuando me traicionaste!- espetó Aemond.

-Si das un paso más acabaré con su vida y la de tu hijo- le amenazó Aegon- y ya no será para ninguno de los dos.

Aemond frenó en seco y desvió la vista hacia su madre.

-¿Mi hijo?

Alicent asintió con lágrimas en los ojos.

-Ya has perdido el trono- Rhaenyra bajó de Syrax y caminó hasta posicionarse al lado de Aemond- suelta a mi hija antes de que también pierdas la cabeza.

-La cabeza ya la ha perdido- Aemond lleno de rabia caminó a paso acelerado hacia Aegon, pero Otto se posicionó en frente impidiéndole el paso.

-¡Aparta!

-¡Él es el rey de los siete reinos!- gritó Otto Hightower - ¡No puedes querer matar al rey por una bastarda!

Aemond tensó su mandíbula y en un rápido movimiento de espada decapitó a su abuelo provocando que su cabeza rodará por el suelo mientras él volvía a clavar  sus ojos en Aegon.

La multitud se echó hacia atrás aterrorizada y yo miré el rostro repleto de sangre de Aemond por un instante antes de sentir de nuevo la espada de Aegon rozar mi cuello.

-Ella te salvó la vida dos veces sin dudarlo- Aemond apuntó con su espada a su hermano- enfréntate a mí y déjala a ella en paz.

-¡No lo permitiré!-Alicent agarrando su vestido para caminar más rápido se acercó a su hijo y posó su mano encima de la espada- no matarás a Aegon.

Aemond desvío la vista hacia su madre sin darle el placer de bajar la espada.

-¡Se le ajusticiara como se ajusticiaria a cualquier delincuente!- gritó Rhaenyra llamando nuestra atención- ¡Deseo una muerte para él placentera para mis ojos!

Aemond bajó su espada y la lanzó hacia un lado con fuerza.

-Deja libre a Visenya- dijo apartándose de su madre- devuélveme a mi esposa.

Escuché la respiración agitada de Aegon, que sabía que no podría salir de aquél lugar ileso.

-Suéltame..-susurré- aún podemos volver atrás e intentar solucionar esto.

Aegon desvío su vista hacia mi y besando mi cabeza me soltó dándome un ligero empujón.

Corrí sin dudarlo hacia Aemond, y Aegon soltó su espada levantando las manos en un gesto de rendición.

-¡Guardias!- grito Aemond-¡Llevaoslo a las celdas hasta que Rhaenyra decida qué hacer con él!

Miré a Aemond asustada y él agarrando mi mano volvió a dirigirse hacia su espada.

-El reino es todo tuyo- tiró de mi mano dirigiéndose hacia Rhaenyra tras haber cogido su espada- ahora cumple tu parte del acuerdo.

Rhaenyra asintió con la victoria dibujada en su rostro y caminó hacia Syrax con una sonrisa en el rostro.

Había ganado, mi madre al final de todo había ganado aquella horrible guerra.

Y aún así, yo dudaba de cuál sería mi futuro en todo aquello.




La semilla del dragón// Aemond Targaryen 💚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora