Forty-two

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Me levanté de la silla del consejo cuando Aegon y Aemond aparecieron por la puerta.

-¿Que ha sucedido?- la reina Alicent fue la primera en correr hacia ellos después de haber vuelto de Pozo Dragón despavorida- ¿Cómo se te ocurre volar con Vaghar y buscar a Daemon?

Golpeó el pecho de su hijo con la voz quebrada mientras esté pasaba sus manos por los brazos de ella.

-Sé me escapó- dijo con la voz algo ronca.

Desvíe la vista con nerviosismo y posé mi mirada en Helena que aún me miraba fijamente.

-Te veo bien- sonrió Aegon dejándoles atrás y caminando hacia mí provocando que dejara atrás a Helena para centrar mi mirada en él, aunque sabía que ella no nos quitaba los ojos de encima.

-Estoy bien-dije algo incómoda.

Escuché como Aemond se aclaraba la garganta.

-Visenya, debemos hablar.

Mis ojos se posaron un momento en Aegon, pero sin decir nada más me alejé de él caminando hacia Aemond.

Me abrió la puerta y cuando la cerró me miró con semblante serio.

-¿Te duele mucho la pierna?

-Aún un poco-le miré sin comprender de qué quería hablar conmigo.

Caminamos en silencio por el pasillo y cuando llegamos a sus aposentos me ofreció la mano.

-¿Pasa algo?- pregunté.

-Te dejaré que seas tú la que me lo cuente- su voz era más seca de lo que me esperaba- y espero que seas totalmente sincera.

-¿Qué quieres que te cuente?

Escuché su respiración agitada y me fijé en el temblor de sus manos mientras me daba la espalda.

-¿Ha pasado algo entre Aegon y tú?

Me tomó por sorpresa aquella pregunta, y tras agitar la cabeza intentando asimilar lo que acababa de escuchar caminé hacia él.

-¿Insinúas que si he…

-Has arriesgado tu vida sin saber si podrías soportar ese fuego- se giró - la has arriesgado para salvar a Aegon sin dudar.

Sonrió con enfado.

-Justo después de que Daemon insinuara que…-sé humedeció los labios- ¿Qué pasó en Rocadragón?

Le miré con enfado y sin poder contenerme le abofeteé con fuerza.

-Eres un completo idiota…-susurré con decepción intentando no romper en llanto.

Me giré dispuesta a irme, pero él con fuerza me agarró del brazo impidiendome seguir avanzando.

-En Rocadragón me salvó-dije entre lágrimas- podría haberse ido y dejarme sepultada bajo el carruaje, pero me sacó de allí aún arriesgando su vida.

Me zafé de la mano de Aemond con fuerza.

-No me arrepiento de haberle salvado- le fulminé con la mirada- volvería a hacerlo.

Me giré incapaz de continuar mirándole, dolida por sus palabras.

-Eres mía,Visenya..-susurró detrás de mí- no estoy dispuesto a compartirte con nadie.

Caminé hacia la puerta, ya no podía seguir escuchándole, pero rápidamente se posicionó delante de mí impidiendome el paso.

-Eres mía¿Lo comprendes?

Con fuerza me agarró de los brazos obligándome a retroceder.

-¿Vas a creer a un hombre que lo único que busca es enfrentarte con tu hermano?

Aemond negó con la cabeza pasando una de sus manos por mi nuca.

-Dime que lo comprendes…-susurró soltando mi brazo para rodear mi cintura- dime qué comprendes que solo eres mía.

Escuché su respiración agitada y clavé mis ojos en su mirada.

-Me he casado contigo,Aemond-dije al fin- ¿Crees que no comprendo lo que es la fidelidad?

Solo entonces esbozó una ligera sonrisa mientras apoyaba su frente en la mía.

-Te amo, Visenya- su ojo me miraba como nunca antes- te amo como jamás pensé que lo haría.

Le miré con atención, incapaz de pronunciar palabra.

Era la primera vez que escuchaba aquellas palabras de boca de Aemond. E inevitablemente mil mariposas revolotearon dentro de mi provocando que me lanzara hacia adelante uniendo mis labios a los suyos.

-Yo también te amo….-susurré separándome ligeramente de él- no lo dudes ni por un instante.

La semilla del dragón// Aemond Targaryen 💚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora