Sixty nine

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Ellaria me guío por las calles de Dorne mientras yo me giraba de vez en cuando para ver a Aemond en la lejanía. 

No sabía si había sido buena idea contarle todo lo que me había confiado Ellaria, pero ya nada podía hacer al respecto.

-¿No crees que es muy arriesgado que tu esposo te acompañe a esto?- preguntó ella.

Abrí los ojos asombrada.

-¿Cómo…cómo sabes que…

Ella puso los ojos en blanco y sonrió divertida.

-Llevas girando la cabeza más veces de las que he podido contar- se metió en otro callejón- y escucho los latidos acelerados de tu corazón desde aquí.

Agaché la cabeza con nerviosismo.

-Pero debes comprender que tu esposo no puede estar involucrado en esto- comentó ella tirando de mi mano y entrando en lo que parecía ser una posada- Aegon solo te quiere ver a ti.

Me giré dispuesta a llamar a Aemond, pero Ellaria bajó unas escaleras con rapidez sin soltarme, y mi respiración se entrecortó cuando delante de mí hombres y mujeres completamente desnudos se paseaban y besaban en medio de aquel estrecho pasillo.

-¿Ha donde me has traído?- pregunté zafandome de su mano-¿Por quién me has tomado?

Ellaria se giró para mirarme, y entonces corrió una cortina que daba a una habitación donde Aegon sentado en una cama me observaba con una copa en la mano.

Estaba dispuesta a hablar, a exigirle que me explicara el motivo de traerme a aquel lugar, pero Aemond se me adelantó.

-Hola, hermano-dijo con una ligera sonrisa en el rostro- debí imaginarme qué una rata como tú estuviera aquí.

Aegon se puso de pie y dejó la copa a un lado.

-Visenya, creo que dejé bien claro que quería verte sin…

-¿Para que?- le interrumpió Aemond dando un paso dentro de aquella habitación- ¿Debo recordarte de nuevo que es mi esposa?

-No hace falta que me lo recuerdes…-dijo entre dientes Aegon.

Y sin previo aviso y sobresaltandome, Aemond le propinó un fuerte puñetazo provocando que este cayera encima de la cama en la que segundos antes estaba sentado.

-¡Debiste morir aquel día!- le gritó cogiéndole por el cuello de la camisa-¡¿Cómo diablos escapaste de las celdas?!

Esa pregunta me hizo retroceder asustada.

Aegon me miró y empujando con fuerza a su hermano se puso de pie.

-Visenya me besó cuando estuve a punto de…

-¿Qué?- Aemond se giró para mirarme.

Me quedé en silencio.

-Siento decírtelo hermano, pero ella fue la que me sacó de la celda aquella noche, porque si tú- con fuerza Aegon volvió a empujar a Aemond que aún me miraba incrédulo- si tú no hubieras aparecido para estropear nuestra boda, ahora…

-¿Le besaste?- preguntó Aemond sin prestarle atención a su hermano.

Me humedecí los labios.

-Sé…se estaba muriendo…

-¡Me besaste porque lo deseabas tanto como yo!- espetó Aegon.

Mis ojos se llenaron de lágrimas cuando Aemond dejó atrás a su hermano y caminó con enfado hacia mi.

-¡¿Le besaste?!- volvió a preguntar aún sabiendo cuál era la respuesta.

Asentí llorando sin poder evitarlo.

Sus manos se aferraron con fuerza a mis brazos y me zarandeó.

-¡Me dijiste que no fuiste tú la que le soltaste!

-Ella quería casarse conmigo-Aegon fue el que provocó que Aemond me soltara- tu solo estropeaste todo.

La mirada de Aemond me congeló el alma, porque a pesar de haberme soltado, no apartó su ojo de mi ni un instante 

-Hasta tu hija iba a ser mía..

Pero cuando escuchó eso, Aemond desenvainó su espada y me dejó atrás dirigiéndose hacia su hermano.

-Le llevaré tu cabeza a Rhaenyra- le amenazó Aemond.

Ellaria tiró de mi brazo con fuerza cuando vi como Aegon sacaba una daga.

-¡No!- grité intentando zafarme de ella.

-Uno de nosotros morirá hoy- sonrió Aegon- y créeme, yo no voy a ser.

Entonces un hombre me apartó con brusquedad de la puerta y entró desenvainando su espada.

-¡No!- grité de nuevo sollozando con fuerza-¡Aegon para esto ya!

Aemond dió la espalda a su hermano y chocó su acero contra el del hombre que acababa de entrar en la habitación. Mientras los dos luchaban, fue Aegon el que daga en mano se dirigió hacia su hermano por la espalda.

-¡Aegon!- grité desgarrando mis cuerdas vocales cuando él ignorándome por completo se la enterró a Aemond en la espalda justo al mismo tiempo que el otro hombre caía con la espada de Aemond en el pecho.

Solo entonces,Aegon caminó hacia mí a paso apresurado sin soltar la daga que goteaba la sangre de Aemond.

-Si mi hermano tiene que morir para que tú seas mía- con fuerza tiró de mi brazo hacia él- pues te haré testigo de ello.

Aemond sacó la espada a duras penas del cuerpo sin vida del otro hombre y apuntó con ella a su hermano.

-¿Crees que ahora que estás herido y que la sangre ya gotea vas a poder enfrentarte a mi?- preguntó Aegon.

Yo les miré con el corazón acelerado y apunto de pararse en aquél preciso momento. Me faltaba el aire, me flaqueaban las piernas, pero cuando vi que a Aemond se le resbalaba la espada de la mano fue mi alma la que se tambaleó.

Y por primera vez en mi vida, me arme realmente de valor, fue una milésima de segundo en la que solo pude fijar la mirada en el rostro adolorido de Aemond, y aprovechando que Aegon aún se burlaba de su hermano, pensando que yo no podía ser una amenaza para él, le arrebaté la daga de la mano.

-¡¿Qué hace…

No le di tiempo a reaccionar y arrebatarme la daga, con toda la fuerza que me permitió el cuerpo, se la clavé en el cuello soltando un grito lleno de dolor mientras su sangre me bañaba por completo y sus ojos se volvían blancos perdiendo la vida al instante.

-Aemond-sollocé cuando Aegon se desplomó en el suelo.

Pero Aemond también había caído, y tumbado en su propio charco de sangre guío su mirada hacia mí, antes de cerrar los ojos.

La semilla del dragón// Aemond Targaryen 💚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora