Sixty-eight

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Esa noche no pude dormir, ni la siguiente, ni la que vino después. No podía dejar de darle vueltas a las palabras de la dorniense.

¿Qué sabía esa mujer de mí o de Aegon?

Tragué saliva girando en la cama y sintiendo como los brazos de Aemond me rodeaban.

-Puedo saber dónde está Aegon…-susurré en medio de la noche y en la oscuridad de mi habitación.

Necesitaba deshacerme de ese peso cuanto antes o acabaría explotando sin remedio alguno.

Noté como detrás de mí, Aemond se incorporaba y como su mano está vez tocaba mi brazo.

-La dorniense que me atendió durante el parto me dijo que sabía de su paradero- continúe diciendo sin ser capaz de darme la vuelta y enfrentarlo.

-¿Por qué te lo dijo a ti?- preguntó aún con la voz adormilada.

-Supongo que…-tragué saliva- en realidad no lo sé.

Aemond se levantó de la cama y la rodeó hasta llegar a mi.

-Estamos metidos en un lío con Rhaenyra por culpa de Aegon- agarró mis manos agachándose a mi lado- debemos encontrarle y entregarle, sino puede que sean nuestras vidas las que corran peligro.

-¿Quieres que muera tu propio hermano?- pregunté dolida.

-Antes de que pueda pasarte algo a ti o a nuestra hija, si, sin dudarlo.

Su respuesta me hizo levantarme de la cama.

-¿Puede pasarnos algo?

-Rhaenyra piensa que somos nosotros los que dejamos escapar a Aegon- contestó- si no demostramos lo contrario pueden aparecer por aquí los negros.

Aparté la mirada incapaz de poder mirarle, sintiéndome mal por mentirle y ocultarle algo tan importante como aquello, pero cuando mis piernas comenzaron a temblar, él posó sus manos encima de mis rodillas.

-Tranquila, Visenya..-susurró- no debemos temer nada porque no hemos hecho nada.

Se levantó y se sentó junto a mi en la cama.

-Habla con esa dorniense y que sea ella la que te lleve hasta Aegon- me acarició el pelo por detrás- la obsesión de mi hermano por ti será lo que le haga acabar decapitado.

Tragué saliva intentando borrar esa imagen de mi mente.

-Yo os seguiré, y cuando vea a Aegon te irás y yo me encargaré de él.

Asentí aún temblorosa.

¿Había hecho bien en decírselo? 

-Pensé que si veníamos a Dorne todo esto acabaría…-susurré- no pensé que…

-Mientras Aegon siga vivo, siempre habrá una amenaza para Rhaenyra-me interrumpió apartándose de mí para dirigirse a su lado de la cama.

Me quedé sentada durante un segundo más, y en completo silencio me tumbé agotada.

-¿Es necesario que Aegon muera?- pregunté.

Aemond volvió a incorporarse y con fuerza me obligó a girarme en la cama mientras me observaba con el ceño fruncido.

-¿No quieres que muera?- preguntó.

Su mirada se clavó en la mía.

-Le conozco desde que yo era una niña y….-me humedecí los labios ganando tiempo- y no, no quiero que muera.

-Ha hecho muchas cosas en esta vida, Visenya, cosas malas…-susurró Aemond volviendo a apoyar su cabeza en la almohada- cosas que no tienen perdón.

-¿Tengo que recordarte que tú también has hecho cosas malas?

Aemond no se esperó para anda esa pregunta, así que guío de nuevo su mirada hacia mí.

-Te voy a hacer una pregunta, una pregunta que sólo formularé una vez en la vida- se incorporó y con fuerza agarró mi cabeza con sus dos manos- ¿Le soltaste tú aquella noche?

Escuché su respiración agitada y noté sus manos temblorosas sobre mi cabeza.

-No- mentí mirándole directamente a los ojos- yo no le solté aquella noche.

Suspiró aliviado y apartó sus manos de mi cabeza mientras yo le miraba atentamente, intentando controlar mis ganas de romper en llanto.

Acababa de mentir a Aemond ,y mientras él se giraba dispuesto a quedarse de nuevo dormido, yo me hice un ovillo en la cama y lloré en silencio sabiendo que si él se llegaba a enterar de mi mentira ya no me vería de la misma manera.

La semilla del dragón// Aemond Targaryen 💚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora