La semilla del dragón// Aemond Targaryen 💚

Twenty-six

Había soñado con el día de mi boda desde que era apenas una niña y correteaba alegre y sin preocupaciones por la Fortaleza Roja.

Había fantaseado con la idea de vestir de blanco y llevar un recogido acorde con la ocasión mientras mis seres queridos nos miraban repletos de alegría y orgullo.

¿Quién me iba a decir que iba a estar tan errada?

Aemond me llevó al Septón Supremo de Antigua y allí ante los ojos de los siete pronunciamos nuestros votos.

-Yo soy tuyo y tú eres mía-dijo Aemond sin apartar su mano de la mía ni por un instante.

-Yo soy tuya y tú eres mío…-pronunciar aquellas palabras hicieron que mi corazón diera un vuelco de alegría.

Sabía que lo que estaba haciendo no era lo correcto, que no debía casarme en secreto y ocultarselo a todo el mundo. Pero ¿Cómo decirle que no a lo que gritaba mi corazón? 

No me imaginaba una vida sin Aemond y no estaba dispuesta a desaprovechar la oportunidad de vivir el resto de mi vida junto a él.

-Aquí en presencia de los dioses yo os declaro- el sacerdote que conocía a Aemond desde que aún era un niño nos miró con una amplia sonrisa en el rostro continuando con la ceremonia- a Aemond de la casa Targaryen y a Visenya de la casa Targaryen, marido y mujer, un solo cuerpo, un solo corazón, hoy y siempre.

La sonrisa en el rostro de Aemond se me contagió y bajo la atenta mirada del Septón se acercó a mí y me besó la frente con delicadeza.

-Hoy y siempre…-me repitió cerca volviendo a sacarme una sonrisa.

-¿No han podido presentarse sus padres, mi príncipe?- preguntó el Septón.

-Han preferido quedarse en la Fortaleza Roja- contestó Aemond- le agradezco que nos haya podido sacar un tiempo a estas horas de la noche para casarnos.

El Septón agachó la cabeza en una reverencia y Aemond tiró de mi mano al exterior donde aún nos esperaba Vaghar.

-¿Y ahora qué?- pregunté detrás de él.

Aemond dejó de caminar y se giró para mirarme.

-Ahora voy a llevar a mi esposa a la Fortaleza Roja- agarró mis manos y esbozó una sonrisa.

-Aemond si hacemos eso me…

Él apoyó su frente encima de la mía y acarició con delicadeza mi mejilla provocándome soltar un suspiro.

-Eres mi esposa.

Escucharle decir aquello me hizo agachar la cabeza con nerviosismo.

-Debes estar junto a mi ¿Lo comprendes?- besó mi cabeza- mañana ya solucionaremos todo lo demás.

Asentí cuando él tiró nuevamente de mi mano hacia su dragón.

No tardamos en montar y alzar el vuelo viendo cómo comenzaba a llover bajo nosotros mientras yo me aferraba a la cintura de Aemond con fuerza mientras apoyaba mi cabeza en su espalda.

Pero cuando dió un tirón a Vaghar para obligarle a cambiar de rumbo levanté la cabeza para ver asustada a dos dragones rodearnos.

Intenté reconocer quienes eran pero la lluvia me impidió la visión con claridad.

Aemond soltó una carcajada mientras embestía con rabia a uno de los dragones.

-¡Taoba!- gritó en alto valyrio.

Cerré y abrí los ojos justo al mismo tiempo que un dragón se precipitaba encima de nosotros provocando que Vaghar soltara un fuerte rugido. Solo entonces reconocí al jinete de uno de los dragones.

-¡Jace!- grité-¡Para!

Vaghar era el más grande,pero también el más lento y pesado, a diferencia de los otros dos dragones que nos rodeaban con cierta facilidad.

-¡Jace!- grité de nuevo cuando está vez fue Aemond el que siguió a Vermax por los cielos, con una amplia sonrisa en el rostro, como si aquella situación le divertiera.

-¡Intenta escapar de ellos!- le dije a Aemond golpeando su espalda.

Pero lejos de escucharme continuó siguiendo a Vermax mientras le gritaba órdenes en alto valyrio.

-¡Aemond vete de aquí!-grité intentando hacerle entrar en razón.

Fue entonces cuando Vaghar abrió su inmensa boca y le arrancó el cuello a Vermax provocando que el dragón se precipitara hacia el suelo donde en la lejanía solo pudimos escuchar como chocaba contra el suelo.

-¡Jace!- grité sollozando- ¡Aemond, baja a por él!Baja ya!

Pero Aemond me miró por un instante por el rabillo del ojo y guío a su dragón a la Fortaleza Roja, dejando atrás a su sobrino sin saber si había sobrevivido a la caída o había muerto en el intento.