Capítulo 7

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-Lo siento- dije entre lágrimas

-¿Quien mierda sale huyendo de un animal prisionero?- espetó con enojo.

No logré aguantarlo y cuando mis piernas decidieron obedecerme salí corriendo del lugar. No esperé se detenida por quien más miedo me causaba apenas lograra salir de los pasadizos. Pero aquí estaba, en la cima de la escalera pero con el macabro ser frente a mi.

-Iras allá y cuando regreses serás castigada por imprudente- continuó -Largo- empujó mi cuerpo y entre lágrimas y temblores regresé abajo.

Cuando llegué no había rastro del animal, en cambio estaba el humano sentado en la esquina de la celda, cubría sus partes por la forma en la que estaba sentado. -También eres prisionera ¿no es así?- asentí sin acercarme demasiado. -Lamento haberte asustado- volvió a decir.

Su mirada se veía perdida, parecía desear morir, matar y morir. -No puedo comer eso- dijo refiriéndose a la carne.

-Lo siento- me disculpé

-Tranquila, pareces sufrir aún más que yo- solo me limité a callar. -Eres una Ninfa- asentí a pasear de que no fue pregunta. -¿Puedes ayudarme traer algo de comida para mi? Para humano.

¿Como podría?

Es decir, apenas me alimento yo de las sobras que consigo de los humanos que sirven en la mansión, de las frutas que logró recolectar. -No funciona mi magia.- me excusé -Lo siento

-Descuida.

-¿Cuanto llevas aquí?- quise saber.

-Dos meses

-Creímos a los de tu clase extintos

-Creo que apenas quedo yo- lo vi llevar su vista a la ventana. -¿Porque no te vas de aquí?, yo estoy prisionero, pero a ti se te permite ir por ahí.

-Hay muchos de ellos ahí afuera, en los alrededores de la casa también.

-Cuando me trajeron no había nadie aquí- lo vi mirar la carne

-¿Como podría ayudarte a comer?

-Si al menos estuviera cocida, no soy un animal aunque lo parezca- trató de bromear.

-Lo siento

-Solo obedeces, tranquila

-No me dijiste tu nombre

-Jeremiah

-Es hermoso- halagué -Mi nombre es Madai

-Eres de la realeza ¿no es así?- llevé mi dedo a mis propios labios para hacerlo callar -No lo saben- asentí -Es mejor que no. Pueden usar tu poder para tratar de dañar.

-Lo se, aunque ahora no lo tengo. ¿Sabes porque te trajeron aquí?- para este punto estaba mucho más calmada.

-Querían hacerme buscar a un humano, rastrearlo. Pero en uno de mis viajes fui retenido por el hijo de quien me mandaba, no me ha dejado salir desde entonces.

-¿Sabes porque buscaba a ese humano?

-Si. Tenía años bajo su mando, trabajaba para él cuando su esposa hizo tal cosa. Quiere encontrar la orquídea de sangre, cree que si su esencia pudo afectarlo también puede sanarlo. Pero su hijo no parece muy interesado en ese hecho.

-¿Dices que quien te tiene aquí es para evitar que ayudes a su padre?

-Es lo que pienso- escuchamos como la puerta sobre las escaleras era abierta y llevé mi vista s la carne que aún estaba en su lugar. -Te meterás en problemas si no la como- se resignó -Cierra los ojos- así lo hice luego de agradecer por lo que haría.

Escuché un crujido y luego como masticaba. Cuando abrí mis ojos lo hice porque sentí como las frías y huesudas manos del pálido me arrastraban fuera del lugar.

El ahora lobo gruñía en su dirección y dejé de escucharlo a medida que subíamos las escaleras.

-Como al fin hiciste algo bien no te azotaré como mereces- dijo mientras subíamos.

Cuando al fin regresamos a la habitación este tomó asiento sobre su silla halándome hasta sus piernas. La incomodidad que sentía era palpable, no podía moverme por el miedo.

-Cosa absurda las Ninfas- lo noté reír. -Tiemblan como presas por temor a que se les quite la vida.- se burló -¿Que se siente? Tener la eternidad más no la inmortalidad. Ha de ser cansón cuidarse por lo débil e inútil de sus cuerpos aún cuando no puedes envejecer.- ahogué un grito cuando tocó mi cuello -Aprieto aquí- presionó -Y te mueres- sonrió -Muerdo aquí y te mueres- señaló mi cuello -Te lanzo con una parte minúscula de mi fuerza y mueres con cada hueso de tu cuerpo fracturado.- volvió a reír -¿Sabes para que existen ustedes? Para ser usadas, poseídas.

Lo sentí despojar los botones de mi espalda aflojando así mi vestido. -¿Hablas con los humanos Florecita?- negué -Hueles a comida de humanos.- lo vi reír nuevamente -¿Acaso no comes la carne que se te manda?- fue momento de carcajearse. -¿Sabes algo Florecita?

Sentí su lengua contra mi cuello, luego sentí como rozaba sus dientes contra mi piel -Es hora de tu baño- apretó la carne de mis piernas. -Iras allá, quitarás tu ropa y te bañarás para mi, nada de sumergirse. Lo veré todo- apretó mis piernas con fuerza hasta hacerme chillar de dolor -Sabes que lo harás aunque tenga que dominarte, así que evita que use mi poder contigo o acabaré encajando mis dientes en ese hermoso cuello ¿o eso quieres?- volvió a apretar mis muslos.

-N..no amo- lo sentí suspirar y removerse bajo mi cuerpo. Luego un gruñido que me hizo temblar.

-Largo







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