Capítulo 5

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-Hace media hora pareces querer decir algo- la mire a la cara. -¿Que es?

Luego de horas de vuelo y en las que solo hacíamos paradas para cargar combustible habíamos llegado a nuestro destino al fin.

Habíamos llegado a Japón, unas de las casas de mi familia estaba aquí, era cómoda, retirada y lo mejor de todo mis padres no vienen nunca.

Habíamos llegado a la tarde y era prácticamente la madrugada, nos encontrábamos recostados sobre la cama, ambos desnudos. La ropa me sobra justo ahora, es como si el frío de mi cuerpo necesite el calor del suyo.

Ambos en silencio por petición mía, porque no soporto las charlas triviales y sin sentido.

-Lo siento- suspiré. Me harta toda esa sumisión que la caracteriza.

-Habla ya- fui tosco, quiero que vaya al punto.

-Tengo hambre- me separé de ella, hasta entonces me entretenía tocando la marca en su cuello. -Es que... no he comido nada desde hace días y.. siento mucha.- bufé

La verdad es que no tenía en mente nada de eso, mientras estábamos en el avión me alimentaba de ella y en las horas que llevamos encerrados no se me cruzo por la cabeza.

-No saldremos

No respondió, me exasperaba esto. No saldría de aquí, no podía dejarla sola y salir con ella con esos ojos y runas brillando, llamaría mucho la atención.

Tampoco tenía ropa aquí, y definitivamente no saldrá desnuda.

-¿No puedes hacer comida con tus poderes?- me puse de pie para encender las luces.

-Puedo crear un árbol de una semilla o hacerlo dar frutos aunque no sea tiempo- poderes nada interesantes si me lo preguntan.

-Hay un árbol de cerezas en el jardín.

Me coloqué una bata sobre mi cuerpo y señalé la otra con la cabeza para que la tomara.

-Me gustan las cerezas, usted solía oler a ellas. Lo recuerdo.- reí, pobrecita, en serio cree amarme.

Le indiqué salir y así nos adentramos a los jardines. El árbol estaba a lo lejos, la veía hacer sus cosas de magia y eso mientras tecleaba con mi teléfono respondiendo un mensaje de Namjoon, decía que los Jeon ya estaban allá y avisé que iría directo a las islas.

Otro viaje largo.

Cosa absurda cuando apenas hace unos días estaba cerca de ellas, debía pedir el avión.

La vi regresar con las mejillas rebosantes de cerezas y el árbol había quedado bien cardado también, sus manos estaban llenas.

Noté su bata abrirse por el viento dejando a la vista de la poca luz de la madrugada su desnudez, endurecí de nuevo.

Me acerqué a ella y sujeté su nuca hasta hacerla acercarse, la olía.

Algo más captó mi atención, padre.

Podía oler a mi padre y madre, debían haber llegado a la casa.

-¡Hijo!- su voz cantarina se escuchó apenas me alejé del cuello de esta, la voz de mi padre la hizo tensar, genial. Ahora comenzará a temblar como siervo.

-Padre. ¿Que mierda haces aquí?

-¿Así recibes a tus padres?- lo escuché reír. -¿No presentas?

-De hecho no- le di la espalda nuevamente para guiar a Madai lejos de él.

-Se que es una princesa Ninfa- ¿como mierda sabía eso? lo vi reír nuevamente -Ella sacara mi flor.

-¿Aún intentas eso padre?- negué -Deberías dejarlo. Resígnate a vivir sin tu poder y fuerza.- me burlé

-¡NO, NO LO HARÉ!- alejé a quien me acompañaba de un empujón cuando este se mostró amenazante. No tenía sangre Van Helsing que me ayudara y he lamentado todos estos años no hacerla usado con el. -Hagamos un trato. Se que quieres la isla en Hawái- asentí -Si ella saca la flor te la daré.

- Bien- sonreí para mis adentros.

Me alejé todo lo que fue prudente de él para que no escuchara y tomé a Madai. -Oye linda.

-¿Si amo?

-Quiero que ayudes a papá- la vi lagrimear -Shhh no llores, no te hará daño. Quiero que finjas sacar la flor de su sistema.- asintió. -Le dirás que debe soltar la cadena que tiene en su mano, con la que tiene sujeta a mamá. ¿La ves?,- asintió  -Cuando la suelte le pedirás que se recueste y cierre los ojos, entonces nos iremos.

Me giré con ella detrás y le indiqué a mi padre que camináramos al interior de la casa.

La vi pedir entre temblores todo lo que le ordené y cuando padre liberó sus cadenas cuál estaban desde su muñeca hasta el tobillo y muñeca de mamá.

Tomé la llave con cuidado y acabé por cedérsela para que terminara de liberarse mientras mi padre se encontraba lo suficientemente ocupado pensando en que al fin le sería devuelta su fuerza.

-Vete de aquí. Con esto pago mi deuda por darme la vida. Si te encuentra será tu problema.- reí -El suicidio no es mala idea- susurre antes de señalar la puerta aún abierta del jardín.

La vi correr con prisas y pronto apareció uno de esos tifones en los que suelen transportarse las Ninfas.

Desapareció poco después.

Mi padre lo notó, era obvio que lo haría. Lo alejé de un golpe de la tercera en la habitación. -¡Eres un maldito! ¡Un maldito malagradecido!

-También te amo padre- reí -Espero que agonices por el resto de tu miserable existencia- tomé la mano de la mujer en la habitación y salimos de la casa luego de haberla cargado sobre mis hombros.

Mi padre estaba débil y era lento por cómo le afectaba la Orquídea de sangre, ahora estaba sin su obsesión por primera vez desde que la tuvo. Supongo que su cuerpo débil no aguantará el dolor con el que vivía cada día y acabará cediendo. No moriría pero acabará consumido, lo merece.




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