Capítulo 10

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-¡Aléjese de mi!- reía al escucharme.

La rabia

La rabia que no me creí capaz de sentir me inundó completamente mientras que mis ojos picaban de tanto llorar.

No se como o por que, pero la tierra comenzó a temblar poco después, eso lo hizo alejarse de su lugar y correr hacia mi, corrí de igual forma hasta esquivarlo y conseguir correr escaleras arriba.

Las runas de mis manos brillaban y el suelo no paraba de removerse. No se como alcancé la cima de la escalera pero apenas me vi fuera de ese laberinto cerré tras de mi evitando que quien me perseguía me atrapara.

Escuché los muros de dentro derrumbarse y grité con horror.

Cuando lo escuché tratar de forzar la cerradura salí de mi transe y me acerqué donde estaba mi vestido, me lo coloqué con rapidez y salí corriendo del lugar.

El primer lugar al que me dirigí fue a la cocina donde suele estar Naria, la encontré debajo de una de las mesas cubriendo su cabeza.

-Debemos irnos- tomé su brazo pero esta se empeñaba a halarme para hacerme acompañarla bajo la mesa. -Por favor, vamos ya, vamos por las demás.

Cuando entendí que mi nerviosismo era lo que tenía al suelo removiéndose bajo nosotros traté de calmarme. -Naria él bebió de mi. Por favor, vamos por favor.

-Te ayudaré a escapar.- negué

-Nos iremos juntas, todas nos iremos.- afiancé mi agarre y la hice salir de su escondite.

Luego de unos segundos pareció resignada y me guió hasta donde se encontraban las demás.

Habían guardias tras las puertas a pesar de que hasta hace unos minutos temblaba el suelo.

Escuchamos un sonoro estruendo desde el tercer piso y entendí que había echado abajo la puerta.

Los guardias se movieron dejando solo a uno de ellos uno humano.

Naria tomó uno de los candelabros y acabó golpeándolo en la cabeza y cayó desmayado.

Tragué saliva sonoramente pero no era momento de desistir, debíamos huir.

Cuando entramos al lugar estaban reunidas en grupos cubriéndose entre ellas.

Naria comenzó a guiarlas fuera del cuarto pero poco después regresaron.

-Los guardias regresan- dijo Naria -Te buscan Madai.- parecia verdaderamente angustiada.

-Los distraeré mientras escapan- la vi negar -Mis poderes volvieron. Estaré bien- mentí, no podía asegurarlo.

Aún así al parecer me creyó. Estas se escondieron tras la puerta cuando salir del lugar.

Me aseguré que uno de ellos me viera y cuando gritó llamando a los demás salí corriendo por los pasillos.

No había ido a esa parte de la mansión pero debía alejarlos lo más que podía de las escaleras para que lograran escapar.

Mientras corría pude notar a través de una de las ventanas como las chicas se adentraban por los jardines.

No parecían seguirlas pero debía asegurarme. Cuando las pisadas se hicieron más próximas me adentré a una de las habitaciones.

Estaba a oscuras, no podía ver nada.

Me quede tras la puerta mientras escuchaba los pasos cada vez más cerca de quienes me perseguían. La voz ronca y gruesa de quien me buscaba retumbaba por todo el lugar. Llevé mi mano a mi cuello cuando las mordidas que me hizo comenzaron a picar.

Me helé por completo cuando escuché esa fría voz tras mi cuerpo, solo una vez la escuché. Una en la que quedó grabada para el resto de mis días.

Una que me obligó a girarme para tratar de divisarlo al menos. Pero que aún así no veía, sombras y oscuridad era lo único que divisaba cuando fui golpeada fuertemente.

Sentí mi mejilla arder y luego mi cabello ser halado hasta hacerme caer al suelo sobre mis ya lastimadas rodillas.

-Harás salir de mi organismo esa maldita flor- lo sentí hablar contra mi cara. -Harás eso o morirás aquí- ahuecó mis mejillas hasta hacerlas doler. -¿Entendiste?- asentí aún presa del miedo

Fui llevada hacia otro lugar de la habitación, luego una luz segadora llegó a mi campo de visión.

Divisé como una de las mías yacía sobre la cama dormida, sus extremidades temblaban al igual que las mías entre sueño.

Este ser tomó asiento aún mientras me sostenía ahora del brazo y me acercó, en ese momento logré divisar los fragmentos de orquídea dentro de sus ojos, los notaba brillar en un rojo intenso.

Cuando acerqué mis manos a este sentí un fuerte dolor en mi cabeza, uno que me aturdió e hizo que cayera al suelo viendo prácticamente nada.

Escuchaba gritos del vampiro hacia la ahora despierta Ninfa la cual había sido responsable de mi golpe.

-No serás sanado, eres un monstruo. Los monstruos deben morir- la escuchaba hablar con desapego.

-Morir, morir- lo oí reír -La única que tiene la facultad de morir aquí eres tú Yona, ¿acaso quieres morir hoy?

-No puedes matarme y lo sabes. Tu maldita obsesión no te lo permite verlo. Pero a mi no me temblará el pulso.

Escuché un estruendoso golpe

-No mi amor- otro golpe -Pero eso no impedirá que sufras por la eternidad- lo escuché reír -¿Crees que porque pariste a ese hijo dejaría de tragarte como la perra que eres?

Como pude me acerqué hasta la puerta, cuando logré abrirla fui arrastrada nuevamente hacia el interior de la habitación. -Terminaras lo que empezaste maldita.- golpeó mi rostro -Eso harás.

-Padre- esa voz llegó a la habitación, me tensé por completo, estaba presa. Moriría
-Suéltala ya- se adentró al cuarto por completo -No es más que una inútil.

-En ese caso morirá. Como debí matar a tu madre en cuanto la vi- me arrastró Justo frente a la cama. -Las Ninfas no son más que unas zorras.

El más joven se acercó donde estaba y alejó a su padre de un empujón que acabó estampándolo contra la pared.

-Me esperarás en mi cuarto y no te atrevas a huir. Puedo olerte a kilómetros.

Salí corriendo como pude, antes de salir noté a la Ninfa encadenada en su tobillo derecho, si lo que creía era cierto entonces ese ser era mitad vampíro, mitad Ninfa.

Y ahora que había probado mi sangre era cuestión de tiempo para que acabara como su madre.

Corrí en dirección a las escaleras, esquivé a quiene trataban de impedir mi huida y me vi dañándolos al momento de huir.

-¡VUELVE AQUÍ MALDITA SEA!- escuchaba su voz a lo lejos, no me detenía. No podía.






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