[COMPLETADA]
El es un hombre solitario a causa de sus traumas y malos tratos, en busca de una mujer que esté a su lado, a pesar de los secretos.
Los viejos amores y las deudas serán clave en esta historia.
Siempre obtiene lo que quiere, o al menos...
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WILLIAM:
Estoy en el jardín esperando que Aradia baje a desayunar conmigo, la computadora está sobre la mesa. Aunque deje todo listo, debo encargarme de algunas cosas, la transportación de las armas debe ser lo más cautelosa posible.
Miro mi reloj, ya está tardando demasiado, termino mi trabajo y sigue sin bajar, llamo a la sirvienta que viene enseguida, a veces el miedo hace que la gente trabaje mejor.
—¿Y mi mujer? — pregunto de mala manera
—Esta por bajar, Clemencia dijo que ya se alistó — no me mira
No respondi, le di mi computadora para que la llevara al estudio y me levanté para encender un cigarro, fue entonces que la vi salir.
Lleva puesto un vestido azul cielo, la hace ver aún mas blanca de lo que es.
—Buenos días — me acerco para saludarla
Tomo su mano para dejar un beso en sus nudillos, ella no dice nada, mantiene la cabeza baja.
—Siéntate, enseguida nos sirven el desayuno — la guíe hasta la silla y la acomode
El silencio reina entre nosotros, pero su compañía me da la paz que jamás en mi vida pensé conocer.
—¿Te ha gustado la ropa que hay en tu vestidor? — pregunte
Pero no responde
—Te hice una pregunta — limpio mi boca con la servilleta
No quiero enojarme, respiro profundo en busca de paciencia.
—Todo es muy lindo — sigue sin mirarme
—Hay algunas cosas que debes aprender — le di un trago al jugo — solo hay una habitación donde debes bajar la cabeza, mientras no entremos ahí deberás mirarme a los ojos
—Solo quiero irme a mi casa — me miró con sus enormes ojos llorosos
—Está es tu casa, mírala — la invite a mirar a su alrededor — muy pronto en este jardín correrán nuestros hijos
—Yo no quiero tener hijos — su mirada pasó de miedo a enojo — solo quiero irme a mi departamento
—¿Porque tienes que desafiarme? — le grite
—Porque eres un maldito enfermo! — gritó ella también
No me contuve más y le di una bofetada
Sobó su mejilla, guardó silencio por unos instantes y volvió a mirarme.
—Debes dejar tus insolencias de lado, no te irás de aquí — sentencie — y si sigues con esa actitud me obligarás a hacer algo que no quiero