DORIANEl sueño donde estaba un niño llorando sentado en el césped completamente solo, inundaba su mente de nuevo como si fuera un recuerdo.
—¿Porqué lloras? – le preguntó el niño al otro que estaba llorando mientras se posaba enfrente de él mirándolo desde arriba.
—Por nada—negó con la cabeza y se pasó las palmas de sus manos por sus mejillas para secarlas.
—¿Te perdiste?— preguntó el niño, era más lógico de preguntar ya que estaba solo, algo muy peligroso para un niño tan pequeño como él.
—No, mis papás están aquí cerca.
—Entonces, ¿Porqué lloras?—volvió a insistir el niño, segundos después se arrepintió, se dio cuenta de que el otro no quería hablar e insistir no iba a ayudar—lo siento. Si no quieres hablar, no tengo por qué insistir— dijo mientras se sentaba a su lado para acompañarlo.
Mientras permanecía en silencio el niño que estaba llorando y había dejado de hacerlo por un rato, volvió a llorar.
—¿Alguien te hizo daño?—volvió a preguntar el niño. Su abuela le había enseñado que debía tratar de ayudar a los demás en especial cuando los viera llorar porque eso era una señal de que estaban sufriendo. El niño sabía que nadie lloraba por nada, él no lo hacía.
—Los monstruos son reales, hay uno que vive en mi casa y me da mucho miedo—confesó el otro sollozando.
El niño solo se limitó a asentir, aunque le pareció absurdo ya que según él los monstruos no existían, pero en ese momento no trató de contradecirlo para que el niño sentado a su lado no se sintiera peor de lo que estaba.
Él era un niño muy maduro para su edad.
—¿Quieres ser mi amigo? Nunca he tenido un amigo— el otro dejando de llorar mientras lo miraba con ilusión esperando que le dijera que sí.
—Está bien, yo tampoco tengo tantos amigos—se levantó y extendió su mano y el otro niño se paró rápidamente con una gran sonrisa, tanto que si no fuera porque tenía la nariz roja y los ojos hinchados por llorar se podría jurar que era la persona más feliz del mundo.
—Oye...—lo llamó.
—¿Ummh?
—¿Me ayudarás a acabar con el monstruo?—se quedó esperando una respuesta que tardó en llegar, pero en cuanto el otro asintió, insistió en que su nuevo amigo mantuviera su palabra—pero, promételo, promete que me ayudarás a acabar con el monstruo que me da miedo.
—No puedo prometer algo que no sé si voy a cumplir.
—Yo sé que lo harás. Los amigos se apoyan en todo, quiero que seas mi mejor amigo por siempre…
—Está bien, lo prometo—el niño aceptó porque en el fondo quería que el otro se callara, pero también estaba seguro de que iba a hacer todo por cumplir su promesa, porque las promesas nunca se deben romper.
Lo que el niño ignoraba por completo era que los monstruos existían, y que estos eran de carne y hueso que dañaban más que los que aparecían en las películas, porque esta era la vida real y no ficción. Tampoco se dio cuenta de que ese «¿Me ayudarás a acabar con el monstruo? » era una pregunta literal, porque aquel monstruo que vivía en la casa de ese niño sí era real, y que él años después iba a cometer un error muy grande sólo por cumplir aquella promesa.
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TÚ ME ROMPISTE PRIMERO [EN EDICIÓN]
Teen Fiction[TERMINADA] En la vida de Anne Miller, tener una pareja no era precisamente un deseo más allá que una simple ilusión de saber qué se sentiría dar un beso por primera vez o enamorarse perdidamente de alguien como lo describían sus libros favoritos. P...