CAPÍTULO 26

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MARATÓN 1/2

«Existían tantas formas de morir, y yo elegí la más lenta y dolorosa de todas: enamorarme de alguien que no podía tener».
—Anne Miller


ANNE

Esta era la segunda universidad que visitaba en menos de un año, ¿Algo más frustrante que eso?

Mi nueva universidad, en la que los carros deportivos eran tan comunes dentro del estacionamiento. Y también de aquellos grupos de estudiantes de los que a primera vista reconocemos como los más vanidosos que no se dejaban de ver fuera de la facultad, los que presumían su nueva ropa y aparatos tecnológicos como si eso fuera una de sus tantas virtudes.

Esta parecía más un centro de reunión de las bonitas caras sin imperfecciones, carros ostentosos, ropa de marca y el dinero del que podríamos decir que serviría para alimentar a los pobres por más de un año, que una universidad.

Ni siquiera Harvard era tan fastuoso como este colegio.

Fruncí el ceño mientras observaba el lugar una vez más.

No había entrado y ya me estaba arrepintiendo de estudiar aquí.

¿Todavía tendré tiempo de cambiar de universidad?

Es que esto no es precisamente lo que yo denominaría “la escuela de mis sueños”.

Quizá estoy detestando el lugar porque la arrogancia y avaricia nunca se ha llevado conmigo.

Pasé por el filtro de registro en el que debíamos ingresar una tarjeta de identificación y esperar a que el sistema te reconozca dentro de la lista de estudiantes.

Me demoré más de lo que hubiese querido buscando el dichoso salón doce solo para tomar mi primera clase de administración financiera—a la que hoy llegaría tarde—. Necesitaba ayuda, pero no la pedí. No habían personas que se miraran con un poco de empatía entre tantos estudiantes.

Una vez que llegué al que parecía ser ese salón, toqué la puerta y un maestro joven— como de treinta años—la abrió.

Enarcó una ceja— ¿Y usted quién es? — preguntó con su voz que te hacía pensar que tenía más edad de la que aparentaba.

—Soy Anne Miller— le dije con la misma seriedad que él había utilizado.

—La nueva—supuso y se hizo a un lado para dejarme pasar.

Sin importarme las miradas curiosas de los presentes me fui a sentar en la tercera silla de la segunda fila.

La clase comenzó y después de quince minutos me estaba aburriendo, no porque la materia lo fuera sino que todo lo que ese maestro llamado Mateo estaba explicando ya me lo sabía de memoria gracias al doctor Adams.

En la universidad validaron mis materias cursadas en Harvard y me aceptaron en segundo año de la carrera. Gracias a que la escuela anterior era más avanzada que la nueva me saltaron tres semestres, pero no me quejo en lo absoluto, eso era una buena señal de que en tres años más me graduaría por fin.

—Eso fue todo por la clase de hoy. Nos veremos mañana— la voz del profesor me sacó de mis pensamientos.

Todos comenzaron a levantarse de sus sillas y los seguí.

TÚ ME ROMPISTE PRIMERO [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora