ANNEEnterrada en mi cama deseé que alguien llegara y me matara.
Deseaba dejar de existir y eliminar todo el dolor que siento dentro de mí. He pasado tantos días contemplando el suicidio como si esa fuera la única salida pero, ¿Qué más podía hacer?. Lo que estaba atravesando no era fácil ni mucho menos algo que se me olvidará en unos días.
Me siento muerta en vida, usando mi cuerpo para hacer acto de presencia frente a las personas, todo para que no se den cuenta que mi cuerpo ya no tiene un alma que lo guíe y lo haga disfrutar de las cosas sencillas de la vida.
¿Por qué este dolor no se va?, ¿Por qué no puedo ser feliz?
Por segunda semana consecutiva, no tenía apetito ni ganas de salir a ningún sitio, ya ni siquiera iba a la universidad. No tenía fuerzas para levantarme de la cama y sonreír para que no se den cuenta que estoy sufriendo y rompiéndome cada día que pasa.
«Rompiéndome». Eso estaba haciendo yo, rompiéndome de a poco como un pequeño y frágil cristal al que tratan de golpear y azotar para que se parta en muchos pedacitos. Yo tenía la vida hecha añicos, y aquellas partes filosas que resaltaban dañaban a las personas que quería. Las cortaba cuando trataban de acercarse a mí y ayudarme. Aquello era lo que pasaba con Dorian.
Él aunque siempre llegaba cansado del trabajo me cocinaba para darme de comer en la boca y también, cuando no podía bañarme, él me ayuda a hacerlo.
Dorian llegó de la empresa, tenía una mirada cansada y ojeras debajo de sus ojos.
— Debes darte un baño—me dijo—, vamos, te ayudaré.
— No puedo— apenas susurré.
Suspiró.
Se acercó a mi lado de la cama y me cargó en sus brazos para llevarme al baño.
Comenzó a desvestirme y llenó la tina de baño antes de sentarme dentro.
Mientras yo estaba con la mirada perdida en todo menos la realidad, él pasaba una esponja por mi cuerpo y me contaba sobre su día en el trabajo.
Repetía ese mismo hábito todos los días.
Vivir con depresión es estar dentro de un pozo profundo, intentas escalar para llegar a la superficie pero la tierra se relava y te hace caer de nuevo. Lo vuelves a intentar, y de nuevo caes, tanto que al final te das por vencido porque por más que trates, no puedes salir de ahí sin ayuda.
Necesitaba ayuda, pero me era incapaz pedirla.
—Annie, es hora de comer— Dorian entró con una charola en las manos—. Hice una sopa, y también unos tacos por si quieres alguna de las dos cosas…o si quieres algo diferente, puedo hacerlo.
Su persistencia conmigo era admirable. Había hecho tantas cosas y él seguía aquí. Todavía no se me olvida que los primeros días le aventaba la comida a un lado o le gritaba que me dejara sola, que no lo quería ver. Pero él seguía aquí conmigo, sin irse.
—No tengo hambre Dorian, de verdad que lo estoy intentando pero, no tengo ganas de comer— contuve mis lágrimas.
—Debes comer por lo menos un poco, no puedes estar así sin tener algo en el estómago. Hagamos el esfuerzo— se acercó a dejar la charola en la mesita de noche y se sentó en la orilla de la cama, a mi lado.
—No puedo— sollocé con lágrimas que resbalaban por mis mejillas.
Acarició mi mejilla como si yo fuera una flor que ante algún toque pudiera marchitarse.
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TÚ ME ROMPISTE PRIMERO [EN EDICIÓN]
Teen Fiction[TERMINADA] En la vida de Anne Miller, tener una pareja no era precisamente un deseo más allá que una simple ilusión de saber qué se sentiría dar un beso por primera vez o enamorarse perdidamente de alguien como lo describían sus libros favoritos. P...