ANNE
Dos semanas habían pasado, dos semanas desde que llegué a vivir con Dorian a su habitación.
Todos los días ha sido lo mismo, ir a clases sin entender lo que dicen los maestros, comer con mis nuevos "amigos" en su cuarto que solo ellos tenían el privilegio de tener; dar pequeños tours con Karla agarradas de la mano por toda la escuela mientras ella me cuenta de sus experiencias locas con sus ex parejas; llegar a mi cuarto, darme una ducha y dormir sin un amable "buenas noches" por parte de mi fantástico compañero de habitación, a quien solo veo cuando llega a darse un baño y acostarse a dormir.
Lo único que me ha motivado estos días es la compañía de Daniel.
En las clases que tomamos juntos él se sienta a mi lado y comienza a tomar apuntes en español para que yo pueda tomar los míos, también se encarga de llevarme mi cena y quedarse conmigo todas las noches a ver una película mientras que Dorian no está.
Casi no suelo hablar con Daniel sobre lo que hacíamos antes del internado, simplemente cuando compartimos tiempo juntos me cuenta sobre lo que más le gusta hacer y comparte sus buenos hábitos conmigo haciendo de mis días un poco menos monótonos.
—Annie, ¿Qué te parece si vienes y me ayudas a preparar un pastel?—preguntó y me miró, se quedó mirando fijamente mi rostro pero con una expresión dudosa—. Pensándolo bien, no será solo uno, porque Dorian ama las cerezas, Carlos es alérgico a ellas y Alex las odia por completo. Quizá mmm... Será uno de cerezas, otro de chocolate y uno de café, mi favorito.—Se respondió el solo—. Entonces, ¿Me ayudarás pequeña?
Asentí emocionada.
—Espera, ¿Me llamaste pequeña?—Lo miré con ternura porque luego de que me dijera ese apodo su cara se tornó de un color rojo al percatarse de decirlo en voz alto.
—Sí, pero... si no te gusta no te llamaré así, lo que menos quiero es incomodarte.
—Tonterías, tú puedes llamarme como quieras, los apodos son para las personas especiales— dije mientras me ponía de puntillas para darle un beso en la mejilla. Desde el tercer día habíamos empezado a tomar mucha confianza y darnos besos de cariño.
—Como tú y yo.—Me devolvió el beso en la frente.
Gracias a Daniel podía sentir menos la ausencia de mi mamá. No había día que no me preguntara qué estaba haciendo, si me extrañaba tanto como yo a ella, o si comía bien. Independientemente solo deseaba que mi mamá se sintiera menos triste de lo que yo me sentía al no tenerla a mi lado.
Me incorporé en la cama para arreglarme un poco, era sábado y no tenía nada que hacer. Fui al baño y me miré en el espejo, no había notado que a pesar de dormir lo suficiente tenía ojeras y estaba más pálida de lo normal, además de que estaba un tanto más delgada; Daniel me llevaba la cena y se encargaba de mi desayuno pero no era comparado a lo que comía cuando estaba con mi mamá.
Comencé a peinar mi cabello que me llegaba por encima de los hombros, tenía leves tonos rojizos, sonreí recuerdando el motivo de mi nuevo color.
—Mira qué tengo aquí.—Mi madre entró a mi habitación, llamó mi atención sacudiendo las botellas del acondicionador cerca de mí rostro—. ¿Y si te pintamos el cabello? El morado te quedará muy bonito.
—¿Segura mamá? A veces dudo que un color que no sea negro combine con mi tono de piel. —Hice una mueca de desagrado.
—Claro que te quedará bien, ven, yo te lo pintaré.
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TÚ ME ROMPISTE PRIMERO [EN EDICIÓN]
Teen Fiction[TERMINADA] En la vida de Anne Miller, tener una pareja no era precisamente un deseo más allá que una simple ilusión de saber qué se sentiría dar un beso por primera vez o enamorarse perdidamente de alguien como lo describían sus libros favoritos. P...