CAPÍTULO 24

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«Existen diferentes colores y diferentes matices, pero solo el color café de tus ojos es mi favorito».

~ William M.

ANNE

¿Qué más podía hacer?

Ya había acabado con todos mis recursos: Leer, escribir, estudiar; salir a comprar ropa y a correr; dormir, ver televisión, escuchar música, limpiar cada rincón del departamento… esas actividades ya me aburrían, eran más monótonas que respirar.

Pero, no tenía nada más por hacer que eso.

Me puse algo cómodo para ir a la cafetería a buscar un cheesecake de chocolate y un capuchino sabor vainilla—como todos los días—. Iba cuando eran las seis de la tarde porque a esa hora ya casi no habían tantas personas dentro del local.

Aunque no queda tan cerca el lugar, prefiero ir caminando hasta allá. Cuando voy, el sol casi se está poniendo así que no me afecta en lo más mínimo que unos cuantos rayos toquen mi piel. Me gusta sentir su calor, eso me hace sentir viva.

Hoy, en especial el cielo tiene un color que va del rosado al anaranjado. Es como un degradado muy bonito que ilumina el rostro de las personas que pasan. Ojalá todas esas personas se detuvieran para admirar las cosas simples de la naturaleza.

Me detuve a tomarle una foto al cielo, era digno de fotografiar.

Llegué a la cafetería y elegí la última mesa que estaba en el fondo para poder sentarme y leer en paz.

La misma mesera de siempre llegó a mi lado para tomar mi orden, mientras que yo me dirigí a la página 102 del libro que estaba leyendo ésta semana, había elegido uno de fantasía: El Castillo Ambulante— un clásico—.

—Hola, pequeña amargada— el chico del que no recuerdo su nombre pero sé que empieza con “A”, se acercó a mi mesa manteniendo su sonrisa jovial.

—¿Qué quieres? — le pregunté con un tono brusco en mi voz.

¿Nunca se iba a cansar de ser ignorado?

—¿Me puedo sentar contigo en tu mesa? — hice una mueca, molesta ante su pregunta—. Me quedaré en silencio, lo prometo.

—Estoy leyendo…

—Lo sé. Yo también quiero hacerlo— mostró lo que ocultaba detrás de su espalda, era un libro que parecía ser un clásico por la carátula que tenía.

—Hay otras mesas en las que puedes ir a leer.

—Quiero estar aquí, contigo.

—No.

—¿Porqué?

—Porque sí.

—Esa no es una respuesta.

—Para mí es la forma más simple de decirte que te largues y me dejes en paz.

—Ammm, supongo que tú «porque sí» me gusta más— sonrió divertido.

Volteé los ojos.

No sabía que el masoquismo era considerada una manera de dar cariño para cierto tipo de personas.

Este en especial era raro.

—¿Cuándo me dirás tú nombre? — inquirió sentándose sin permiso al otro extremo de la mesa.

—¿Quién te dijo que te podías sentar? — cuestioné cerrando mi libro con la intención de levantarme de la mesa e irme.

—No seas así, no tengo malas intenciones. Solo quería compartir un poco de mi lectura con otra lectora— lo miré con cautela—, no encuentro a muchas personas a las que le guste leer.

TÚ ME ROMPISTE PRIMERO [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora