CAPÍTULO 30

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« Cuando queremos tanto a alguien, nos importa más su felicidad que la nuestra, aunque aquella felicidad sea a costa de nuestro dolor».
— Anne Miller.

ANNE

¿Cuánto tiempo habíamos pasado en esa posición?. Ni idea, pero sí fue lo suficiente como impacientar a Leonardo, quién ya nos miraba con el ceño fruncido.

—Mucha cursilería para mi alma fría— suspiró.

—Lo dices solo porque a tí no te abrazó de la misma forma— Carlos le dio una sonrisa ladina.

Leonardo abrió para la boca para insultarlo—posiblemente— pero Daniel habló para impedirlo:

—Bien. ¿Y qué comeremos? Tengo mucha hambre— les preguntó y los chicos se miraban unos a otros esperando a que alguno dijera algo.

—Pizza— sugirió Carlos encogiéndose de hombros.

Daniel arrugó el entrecejo, no tan convencido.

—¿Pizza?

—Es más rápido—añadió— además…— miró en dirección a los sillones donde habían estudiantes— somos muchos. Aunque… si queréis cocinarnos…

—Pizza está bien— accedió.

Se giró para volver a ponerme atención de nuevo. Tomó mi cara entre sus manos y me besó la frente.

Sonreí.

—Pensé que ya me habías olvidado— murmuré con sinceridad.

Se separó de mí y puso una cara de confusión.

—“Olvidarte” — repitió lentamente, analizando aquella palabra—. Annie, sinceramente aunque yo tratara con todas mis fuerzas de hacerlo… jamás podría olvidarme del motivo de mi felicidad.

Lo miré con ternura.

Una vez más, me puse de puntillas para envolver mis brazos alrededor de su cuello.

Alguien se aclaró la garganta a nuestras espaldas. Giramos a ver a la persona… era el rubio de ojos azules. Tenía una ceja enarcada y los brazos cruzados sobre su pecho.

—Supongo que tienes tu favorito, ¿No es así Khorek? — comentó y se acercó a la barra para pedirle una copa de vino a Carlos.

Le dio un sorbo sin despegar su mirada de la mía.

—Supones bien— le dije y me aferré al brazo de Daniel. Alcé mi mirada hacía él buscando ayuda para que Dorian no continuara insinuando cosas.

—Hoy andas de buenas, Dorian— ironizó Daniel y sonreí ante su comentario.

—Estoy en un punto intermedio— se encogió de hombros restándole importancia—. ¿Llevan mucho tiempo aquí? — le preguntó a los demás.

—Hace… tres horas— respondió Alex—. ¿Querés pizza? Te guardamos…

—No. No me gusta la pizza— el rubio hizo una mueca.

—Eso no decías antes— le recordé.

Me frunció el ceño.

Casi sonreí por el gesto muy poco amable que igual me daba cuando estábamos en el internado.

—Tú tampoco hacías ciertas cosas— por el tono que usó se me vino a la mente lo que hicimos la noche anterior. Sentí mis orejas calientes—… y las terminaste haciendo, sorprendiéndome.

—Okeeey— Carlos salió a mi rescate—, ¿Y qué haremos lo que reste de la tarde?

—Yo voto por cualquier cosa que no incluya quedarse en casa— pidió Leonardo.

TÚ ME ROMPISTE PRIMERO [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora