CAPÍTULO 18

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DORIAN

Annie sin poder esperar a que le dijera algo salió corriendo hacia la orilla del mar.

¿Porqué siempre tenía que hacer eso?

Cuando estaba por llegar a la orilla se resbaló y se quedó sentada por un momento haciendo como si nada hubiese pasado.

Yo sí vi que te caíste Anne, pero no me voy a burlar de ti porque luces muy feliz.

Se levantó de nuevo y caminó hacia la orilla, se quitó los tenis para sentir el agua en sus pies y se quedó mirando la imagen del sol poniéndose.

La miraba de espaldas y podía sentir cómo se encontraba en paz disfrutando de la vista y la tranquilidad que le transmitía.

Volteó y me miró con una gran sonrisa en su rostro.

—¿Vas a venir? — me preguntó y asentí con una sonrisa mientras me quitaba la camiseta y los tenis.

Me acerqjé hacia donde se encontraba y me dio una mirada extrañada mientras se levantaba de la arena.

Al estar a su lado me susurró como si fuera un gran secreto:

—¿Me podría quitar la blusa? Es que también quiero sentir el sol en mi cuerpo y…

—Nadie vendrá Annie, hazlo— le susurré de la misma manera que ella lo había hecho y siguió mi consejo de despojarse de su blusa.

—Si alguien viene y me ve en top será tu culpa— amenazó y le sonreí.

Obviamente no iba a dejar que nadie la viera así y admirara sus pechos como solamente yo tengo el privilegio de hacer. Pero también eso sería imposible porque esta playa era de mi familia y los meseros sólo iban a venir si yo los llamaba.

—Es muy hermoso este lugar— habló mientras admiraba la vista del mar— . Jamás había tenido el placer de conocer el mar. Las playas quedaban muy lejos y nosotras no teníamos la oportunidad de ir de vacaciones— se giró a mí. Tenía grimas en los ojos.

Me acerqué a ella para limpiar sus lágrimas con mis pulgares. Besé su frente y la abracé.

Odiaba los abrazos y cualquier gesto de cariño, pero con ella todo era distinto. Con Annie quería quedarme así mostrándole que la quería y no necesitaba a nadie más que ella.

Tal vez y sí la necesitaba a ella y a su infantil forma de ser.

Nos separamos un poco y le di un beso corto a lo que ella me respondió con una sonrisa.

—Si me atrapas te doy un beso— comenzó a correr por la playa.

¿Un beso? Bueno, un beso valía más que el cansancio y lo ridículo de correr detrás de ella.

Por más que corriera, yo le ganaba en altura, por lo que después de una larga carrera la alcancé, la tomé de la cintura por detrás y nos lancé al suelo quedando yo debajo de ella.

—¡Es injusto! — reprochó.

—¿Porqué?, Debiste ser más rápida.

—Hice lo mejor que pude, eres un tramposo— como era muy madura se limitó a sacarme la lengua.

—No seas mala perdedora, págame.

TÚ ME ROMPISTE PRIMERO [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora