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LYDIA

Estaba demasiado intrigada como para decir que no. No sabía a qué se refería, pero por su cara deduje que debía de ser algo emocionante y, total, todavía no era ni medianoche podía aguantar un poquito más.

—Genial, pues vamos— agarró mi muñeca de pronto y empezó a arrastrarme hacia la salida del local.

—Espera, espera— detuve el paso en medio de la pista y se dio la vuelta para mirarme sin entender por qué nos parábamos—¿No querías que me quedase? ¿Ahora quieres irte? No ent...

—Quería que no te fueras a casa, no que nos quedásemos aquí— me explicó por encima de la música.

Asentí un poco con la cabeza, pero no podía irme y dejar atrás a Anna.

—Pero... no puedo irme sin ella— y señalé hacia atrás.

Vi como Jaxton analizaba el resto de la sala por encima de mi cabeza, porque sí, me debía de sacar una cabeza por lo menos, pero cuando volvió a mirarme ya no estaba tan contento.

—El chico no puede venir— me dijo seriamente— ella no hay problema.

Fruncí los labios de mala manera, eso había sonado un poco machista, ¿o me lo pareció a mí?

—No le van a dejar entrar y si lo hacen, te aseguro que no va a ser bien recibido— me explicó al ver mi cara.

—¿Por qué no?— insistí en saber, ¿a dónde me llevaba?

—Hazme caso, por su bien es mejor que se quede aquí.

No tenía muy claro sí debía fiarme, es decir, sonaba sincero pero no dejaba de ser un chico que acababa de conocer, nunca se podía estar seguro del todo.

Pero cuando fui a discrepar de nuevo, Anna apareció por detrás y se me subió prácticamente a los hombros con un saltito.

—¡Hola! ¿Qué tal se lo pasa la mejor amiga del mundo mundial?— estaba chillando tanto que me dio miedo hasta preguntar, pero lo hice igual.

Me giré, desconfiada.

—A ver, ¿qué quieres? Suéltalo.

Intentó hacerse la ofendida pero dejó de actuar a los dos segundos cuando comprendió que no le iba a funcionar.

—Esta bien...— y volvió a sonreír de oreja a oreja— Dylan me ha dicho que me vaya a su piso. Por favor, por favor, cúbreme con tus padres, por favor, por favor— me había dicho tantas veces esa palabrita que, a la cuarta, tuve que ponerle una mano en la boca.

—Anna...— y negué con la cabeza, ¿por qué siempre me hacía lo mismo?

—Lydia... por favor...

Volví a negar.

—Si mis padres se enteran de que no has dormido en casa, primero me matan a mi, luego se lo cuentan a tus padres y, luego, tus padres te matan a ti.

—No se van a enterar, de verdad, te lo suplico, hace mucho que no duermo con él y...

—Sí, claro, desde que te dejó por otra.

"Eso es, tu hurga en la herida"

—Pero lo han dejado, se ha dado cuenta de que no la quería tanto como a mí...

Tuve que hacer un esfuerzo por no darle una colleja para que reaccionara, pero en realidad sabía que no serviría de nada.

Me quedé en silencio unos segundos, intentando ignorar los empujones que nos daba la gente al bailar.

Y si llueve, petricorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora