LYDIA
Cuando por fin me bajaron al suelo, estaba un poco mareada pero la adrenalina todavía no se había esfumado así que me sentía más viva que nunca, y de pronto entendí porque Jaxton hacía lo que hacía.
La sensación de peligro, el riesgo, el nerviosismo, la euforia, todo hacía que el conjunto de sentimientos fuera sobrecogedor. Me sentía como volando en una especie de nube de la que no quería bajar y, a pesar de ello, supe que no quería volver a hacerlo en la vida.
Acabábamos de arriesgar nuestras vidas en aquel circuito y por muy viva que me sintiera, sabía que esta vez habíamos tenido suerte pero el problema estaba en que, tal vez, a la siguiente podríamos no correr con el mismo destino y no estaba dispuesta a sacrificarlo todo por unos momentos de auténtica felicidad.
La adrenalina no es más que una droga natural y si te expones diariamente a ella, puedes acabar muy perjudicado.
Cuando volví a reparar en Jaxton, tan solo era capaz de pensar en eso, él era un auténtico adicto y me daba mucho miedo que algún día llegara a pasarle factura.
La voz de Adam volvió a elevarse, proclamándole vencedor.
Vi cómo le arrastraban hacia la plataforma y empezó a saludar a la gente como si fuera el rey del mundo.
No pude evitar reírme al verle ahí subido, tan feliz.
Lo había conseguido y yo le había acompañado.
Había sido sin duda uno de los momentos más increíbles de mi vida.
Que contradictorio era todo.
Y de pronto me acordé de una cosa, Anna.
El tóxico de Dylan la acababa de dejar tirada, otra vez. Tenía que encontrarla.
Comencé a buscar como una loca por todas partes, pero había demasiada gente.
Empecé a moverme y encontré a David a un lado de la plataforma mirando la escena con una sonrisa inmensa en la cara. Me acerqué a su lado de prisa y le sacudí el brazo para llamar su atención.
—¡Lydia!— me sonrió, estrechándome entre sus brazos.
—Hola— le devolví el saludo tratando de zafarme un poco del agarre.
—Tienes que subirte ahí— señaló el caos que había un par de metros por encima de nuestras cabezas, pero negué.
—No puedo, estoy buscando a mi amiga— le expliqué rápidamente— Estaba con Monique cuando empezó la carrera, ¿la has visto?
—¿A mi hermana?— frunció el ceño y comenzó a mirar de un lado a otro por encima de las cabezas de la gente— Sí, estaba por aquí hace un segundo... ¡Ah!— y señaló unos metros más allá— Ahí.
Me giré y traté de divisar a la chica del pelo rizado, la vi saltando y aplaudiendo con felicidad. Anna, sin embargo, miraba la escena con una mueca de tristeza, rezagada a un lado.
Asentí y me despedí de David, dándole las gracias y corrí en su rescate.
—¡Anna!— la pelirroja se giró y en cuanto me vio, se lanzó a mis brazos.
—¡Ly!— noté que empezó a llorar en mi hombro, dejándome un rastro de mocos en la cazadora— Menos mal. Estás bien. Ha sido una locura. ¡¿Cómo se te ocurre hacer eso?!
Esta vez se separó un poco para regañarme y me gané una mala cara pero no me importó mucho.
—No volverá a pasar, lo juro— y pensaba mantener aquella promesa— Pero es que se lo merecían. Son todos unos capullos.
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Y si llueve, petricor
Romance¿Qué harías tú cuándo esa vocecilla de tu cabeza no para de repetirte una cosa? Que no eres perfecta. Lydia tiene que soportar vivir con esa voz, día tras día, tratando de ignorarla pero, muchas veces, no resulta nada fácil. La voz interior de Jaxt...