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TRAVIS

Se había quedado petrificada en la silla mientras mis dos hermanas no dejaban de lanzarle miraditas significantes.

En cuanto la vi aparecer en el salón con cara de querer que la tierra se la tragase, tuve que esforzarme por mantener la compostura, aunque era muy complicado no echarse a reír a carcajada limpia.

Beth y Amy la miraban como si fuera un juguete nuevo y supuse que ya no tendría escapatoria porque en cuanto las gemelas le echaban el ojo a algo, ya no había quien les sacase la idea de la cabeza, y, en esos momentos, deduje que lo que querían era averiguar porqué una chica se había plantado en el umbral de mi casa.

Y comenzó el interrogatorio.

—¿De qué os conocéis?— preguntó Amy, sentándose en el suelo de piernas cruzadas, sin perder de vista los ojos de Lydia.

—¿Desde hace cuánto?— Beth la imitó y se sentó junto a ella, daban realmente miedo a veces.

—¿Sois novios?— siguió Amy.

—¿Tienes perro?

—¿O gato?

—A lo mejor tiene un hámster— Amy le mostró una sonrisa a Beth y ella asintió abriendo los ojos.

—¿Nos presentarías a tu hámster?

—No... yo no... no tengo...— Lydia empezó a tartamudear, nerviosa, mientras se frotaba las mangas del jersey.

—¿Tú también tienes moto?— la interrumpió Beth, olvidándose del hámster imaginario.

—No tiene pinta de motorista— le dijo Amy al oído, pero lo oímos todos.

—Ya, yo tampoco lo creo— le devolvió el susurró.

Yo, mientras tanto, estaba intentando no reírme desde mi sitio.

—¿Estudias?

—¿Trabajas?

—¿Por qué no respondes?— finalizaron a la par.

Y cuando Lydia me echó una mirada suplicándome ayuda, no me quedó más remedio que intervenir.

—Venga, mocosas, no seáis pesadas, la estáis atosigando— me adelanté y les di una patadita con el pie a cada una.

—¡No es verdad!— protestó Amy.

—¿A qué no?— Beth pidió que Lydia le apoyase pero ella por fin salió del estado de shock y habló.

—Bueno... un poquito...— y les sonrió con compasión.

Ambas suspirando, asintiendo.

—Ah, perdón— se disculparon a la par y cuando fui a decirles que se marcharan a por Meg, Lydia interrumpió de nuevo.

—Conocí a vuestro hermano en una carrera, hace varios meses ya...— y me miró por encima del hombro con una media sonrisa.

Madre mía, habían pasado meses, me habían parecido días...

—Sí, somos novios— y eso logró darme una sacudida en el estómago que juro que dejé de sentir mi cuerpo por completo— No tengo perro, ni gato, ni hámster, lo siento— continuó como si nada, mientras yo seguía tratando de recuperarme de la impresión, nunca se lo había escuchado decir en alto y sonaba realmente bien— No, claro que no soy motorista, eso se lo dejo a vuestro hermano. Estudio nutrición y dietética en la universidad y no respondía porque me habéis tomado por sorpresa.

Cuando acabó de soltar todo aquello tuvo que pararse a respirar y coger aire con calma, había hablado tan rápido que me sorprendió que no se hubiese ahogado.

Y si llueve, petricorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora