27

4.4K 231 52
                                        

LYDIA

Me estaba ardiendo la cara a niveles estratosféricos.

Acababa de decir que era una persona interesante, nunca nadie me había dicho eso. Vamos, obviamente no era cierto, solo estaba quedándose conmigo, ¿no?

Intenté desviar la mirada, no podía soportar en esos momentos esos ojos verdes porque entonces ya no solo empezaría a arder mi cara, sino el resto de mi cuerpo al completo.

Intenté respirar de nuevo con calma, aunque fue bastante difícil y decidí que debía desviar el tema de conversación, al fin y al cabo, él acababa de hacer lo mismo con lo que le había planteado yo.

No había querido reconocer que a lo que se dedicaba era demasiado peligroso y, de hecho, por la cara que me puso, empecé a dudar si no se lo había planteado antes. ¿De verdad tan poco valor le daba a su propia vida?

Preferí no pensar en ello porque me provocaba demasiada fatiga.

Y solté lo primero que se me vino a la cabeza.

—¿Qué clase de nombre es Jaxton?— inquirí intentando que aquellos ojos no me abrasaran por dentro.

Y de pronto ensanchó esa sonrisa juguetona que me estaba dedicando.

Dios, necesitaba que dejara de sonreír así, por favor.

—¿Qué? No te gusta.

—No sé— ignoré su cara divertida— Suena a sicario. No te pega.

Enarcó una ceja.

—¿No tengo cara de sicario?

—No, la verdad que no. De corredor de carreras ilegales tal vez pero de asesino asueldo... No.

Sonrió incluso más.

¿De qué coño se estaba riendo, en serio?

—No es mi nombre, es un apellido. Me llamo Travis. Travis Jaxton.

Vale, perdona ¿qué? Eso acababa de sonar a película, como a 'Bond. James Bond'.

—Me estás mintiendo— logré balbucear, aturdida.

—¿Por qué iba a hacer eso, Lydia?— y de nuevo ahí estaba, pronunciando mi nombre como si lo disfrutara.

—¿Por qué dices así mi nombre?— exigí una explicación, si tanto le gustaba, al menos que me dijera el por qué.

Pero se encogió de hombros desde la punta contraria del sofá.

Se había sentado ahí por gusto, dejando un espacio de separación entre nosotros, pero lo cierto es que lo agradecí, cuando estaba cerca no podía respirar con normalidad, era como si mis sentidos colapsasen por completo al estar en su presencia.

Estábamos de frente, yo de piernas cruzadas y él con las suyas medio estiradas. Rozaba mi rodilla con delicadeza cada vez que se movía y solo ese contacto era suficiente para estremecerme, no me quería ni imaginar lo que podría suceder cuando me tocara por completo.

—¿Así cómo, Lydia?— me devolvió de golpe a la realidad, otra vez haciendo énfasis en la última palabra, lo hacía a propósito.

—Pues así, como con retintín.

—Me gusta tu nombre—dijo sin más y solté un leve bufido.

—Ya bueno, pues antes me has llamado Letty.

Seguía sin entender porque usaba ese apodo para referirse a mí de vez en cuando, pero no estaba segura de que lo fuera a descubrir en un futuro cercano.

Y si llueve, petricorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora