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JAXTON

¿Acaba de rociar a Xavier con spray de pimienta?

"Eso parece"

Y me entró tal ataque de risa que tuve que apoyarme sobre la puerta abierta del coche.

No me lo podía creer, esta chica era maravillosa, ¿de dónde había salido?

Me acerqué a su lado, todavía conteniendo las carcajadas.

—¿Estás bien?— le dije en cuanto estuve a su lado, divertido.

Pero cuando pude verle mejor la cara, me di cuenta de que parecía un cervatillo asustado, de hecho, creo que estaba en shock por el susto y tuve que ponerle una mano en el hombro para que reaccionara.

—Eso... creo— tartamudeó nerviosa.

Los demás ya se había vuelto a meter en sus asuntos, y varios de ellos se alejaron para terminar de prepararlo todo.

Mientras tanto, intenté asegurarme de que la morena estuviera de una pieza.

—¿Segura no?

Asintió, pero no dejó que volviera a tocarla.

Negué con la cabeza, intentando ver que no tenía que tener miedo, al menos no a esto.

"Tal vez no ha sido tan buena idea traerla"

Lo superará.

"O no. No parece de las valientes, o de las que se callan la boca... ¿y si cuenta algo?"

Torcí el gesto, analizándola un poco mejor, a lo mejor me había equivocado...

Pero no, no podía ser, acababa de rociar a un tío de metro noventa porque pensaba que la estaban secuestrando o algo así. Yo creo que eso demuestra que es capaz de defenderse, ¿no?

—¿Se puede saber a dónde demonios me has traído?— me bramó de repente y me quedé tan sorprendido por el cambio de humor que me separé un poquito, no quería acabar rociado yo también.

—Ahora lo verás...

—No— me clavó su dedo índice en mi pecho, con fuerza— no me vengas con 'ahora lo verás'. Me acabo de llevar el susto de mi vida por tu culpa.

Noté que la gente comenzaba a mirarnos de reojo, no estaban acostumbrados a que alguien se me encarase de esa manera, así que levanté un poco la cabeza y, al ver mi expresión, todos volvieron a lo suyo.

—Está bien, tienes razón, perdona— me disculpé— Es una broma que suelen hacer siempre— traté de explicarle la situación— Normalmente se saca al ganador de la última carrera, cogiéndole en volandas y se le lleva hasta la zona de salida. Es como una especie de homenaje.

Me puso mala cara, sin comprender nada, pero al menos me había dejado de gritar.

—¿Y... y quién es el último ganador?

Alcé las cejas como si fuera obvio.

—¿Tú?— y me puso una mueca, algo sorprendida.

—Hombre, desde luego tú no eres.

Y ahora me miraba enfurruñada.

—Te estás pasando— me avisó y tuve que levantar las manos en señal de rendición, haciendo un esfuerzo por no reírme.

—Tienes razón, perdona.

—Te disculpas mucho, ¿no?

Y esta vez sí que me reí un poco.

Y si llueve, petricorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora