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TRAVIS

Cuando recibí su mensaje de que no podría asistir a la cena que había organizado mi madre, lo cierto es que me molestó bastante. Hacía mucho tiempo que se lo había avisado, pero entonces deduje el verdadero motivo por el que no quería asistir; era una cena.

Revisé mil veces el mensaje y traté de llamarla otras mil más. Ni siquiera quería recriminarla, tan solo me apetecía hablar con ella, pero me saltaba el buzón de voz una y otra vez. Empezaba a estar bastante cansadito de esa voz monótona que sonaba tras el sexto pitido.

—¡Jaxton!— levanté la mirada de la pantalla del móvil y miré a David, que había decidido llevar la voz cantante de la discusión y se había vuelto el representante de todos los presentes de la reunión.

Estábamos de pie, formando un círculo en una especie de salón que habíamos convertido hacía tiempo en sala de conferencias, lo usábamos más bien poco, no teníamos mucha necesidad de reunirnos para discutir grandes cosas, por eso supongo que se habrían extrañado tanto cuando les convoqué a todos. Incluso le había pedido a Hugo que viniera porque, si iba a decirlo, quería que fuera una sola vez, como quitar la tirita de golpe, el escozor no desaparece, pero al menos no te torturas haciéndolo poco a poco.

—¿Vas a decirnos ya que pasa?— la voz suave de Monique se elevó en la sala, más preocupada que otra cosa, supongo que presentía que no iba a decir nada bueno, aunque supongo que eso dependía de la perspectiva desde la que se mirase.

Me quedé unos segundos callado, admirando esos enormes ojos marrones y esa mata de pelo tan rizada. No despegó sus ojos de los míos en ningún momento así que, cuando hablé, lo hice mirándola directamente a ella, más que nada porque sabía que iba a ser la única que lo comprendería, sin contar a Hugo, claro.

—Lo dejo— solté de golpe el aire de mis pulmones.

Se hizo el silencio.

No me moví. Nadie se movía pero podía sentir todas aquellas miradas clavadas en mí, perdidas.

La tensión fue creciendo poco a poco y sentía como la garganta se me resecaba, ¿por qué nadie decía nada?

—Perdona... ¿qué?— Adam avanzó un paso hacia el centro del círculo y abandoné los ojos de Monique y me quedé admirando sus pies. No era propio de mí no levantar la cabeza, pero supongo que tampoco lo era el abandonar aquello que más me apasionaba en la vida.

Apreté los puños obligándome a no echarme atrás.

—Lo que me has oído— no pude mirarle— Se acabó. No voy a seguir con las carreras.

Y tras esa frase, explotaron todos a la vez.

David chillaba desenfrenado mientras hacia aspavientos con los brazos, estaba más alucinado que enfadado.

Adam y Xavier me gritaban cosas como que si había perdido la cabeza o que si me había vuelto gilipollas de repente.

Grace gesticulada sin parar pero no pude prestarla atención porque toda mi atención había pasado a estar puesta en Hugo y en su reacción.

Se había quedado en completo silencio, al igual que Monique, y me bastó una simple inclinación de cabeza para comprender que estaba orgulloso de lo que acababa de hacer, él era el único que lo entendía de verdad, lo pude ver en su expresión, esa era una de las ventajas de tenerle como mejor amigo, que, cuando hacía lo correcto, él estaba ahí cerca para demostrarme lo mucho que se alegraba por ello.

Y con eso comencé a sentirme un poco más liviano, más ligero, menos culpable conmigo mismo. Porque si tengo que ser sincero del todo, no estaba seguro de que fuera a ser capaz de hacerlo, se lo había prometido a Lydia pero eso no significaba que no sintiera un escalofrío cada vez que el pensamiento volvía a mí. Y aun así lo hice, logré cumplir con mi promesa. Ya había dado el paso en esa dirección y algo en mí me gritaba que era la correcta, es difícil de explicar, pero así lo sentía.

Y si llueve, petricorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora