LYDIA
—Me odia— me lamenté por novena vez desde la cama.
—No te odia— me animó Anna, exasperada— Solo le has dejado con el mayor dolor de huevos de su vida, pero no te odia.
—Aggg— volví a taparme la cara con un cojín.
¿Por qué tenía que ser así? ¿Por qué no me podía dejar llevar y listo? Todo sería mucho más sencillo.
Pero no.
Mis inseguridades y mi conciencia tenían que estar ahí, presentes en todo momento para detenerme y echarme atrás justo cuando pensaba que por fin iba a pasar.
"¿Y qué querías? ¿Dejar que te quitara la camiseta? ¿Y luego qué? ¿El resto de la ropa? Por favor, si lo hubiera hecho te habría visto completamente desnuda y todos sabemos lo que habría pasado entonces."
No, eso no lo sabes.
"Claro que sí, se habría ido corriendo. Lydia, por favor, reacciona de una vez. Ese tío tan solo está esperando para echarte un polvo y desaparecer de tu vida"
Volví a gritar, harta de mi conciencia, de verdad, ¿no podía alguien acallarla por unos minutos aunque fuera? Todo sería mucho más fácil, yo sería mucho más feliz y mis problemas se irían a paseo durante un rato.
Tan solo quería tranquilidad.
"Pues te jodes, es lo que hay"
—Lydia— mi amiga me llamó la atención de nuevo, levantado los ojos del espejo diminuto que tenía entre sus manos, llevaba no sé cuanto tiempo retocándose el brillo de labios— Vamos, no seas dramática. No pasa nada, no te veías preparada, es completamente normal.
Me incorporé un poco para mirarla.
—Anna, tengo dieciocho años ya, no es normal que tenga miedo a perderla, hay millones de chicas mucho más pequeñas que yo que ya lo han hecho.
—¿Y qué?— la mirada de mi mejor amiga me atravesaba desde el balcón de la ventana en el que estaba sentada, parecía ofendida por ese comentario— ¿Quién es el que decide la edad en la que es adecuado perderla? Nadie. Lo decides tú, Ly. Lo importante es que tú estés segura, que luego no te arrepientas, que estés cómoda y a gusto, eso es lo importante, no la edad que tengas.
—Ya pero ¿y qué pasa si llego a los treinta siendo virgen?
Ay, Dios mío bendito. Iba a morir sola.
Y volví a lanzarme hacia atrás en plan dramática total.
—Pues nada, ¿qué va a pasar? Que tendrás treinta y serás virgen, punto. No es el fin del mundo.
La miré con una mueca poco convencida.
—Lydia, de verdad, que no te presione la sociedad. Es cierto, hay muchas chicas que la pierden muy jóvenes pero hay otras que no, y no importa, ¿son menos mujeres por ello?, ¿o peores personas? Pues no, es igual de válido que quieras una cosa u otra, así que deja de presionarte, cuando estés lista, entonces, será el momento, no antes.
Intenté meditar sus palabras, tenían cierto sentido así que decidí escucharla y hacerla caso por una vez en la vida.
Realmente tal vez debería empezar a escucharla más, solía darme muy buenos consejos pero, claro, mi conciencia no solía dejarme nunca escucharlos, pero esta vez hice un esfuerzo y traté de autoconvencerme de que no pasaba nada.
—Y ahora vamos— tiró de mi cuerpo para obligarme a salir de la cama— Tenemos que ir en busca del vestido perfecto.
Sonreí y me dejé llevar. Le había prometido que la acompañaría a comprar su vestido para su fiesta y, además, me alegraba de verla así de ilusionada por algo porque, después de lo que había pasado con su ex, el tóxico de Dylan, se merecía volver a sonreír.

ESTÁS LEYENDO
Y si llueve, petricor
Romansa¿Qué harías tú cuándo esa vocecilla de tu cabeza no para de repetirte una cosa? Que no eres perfecta. Lydia tiene que soportar vivir con esa voz, día tras día, tratando de ignorarla pero, muchas veces, no resulta nada fácil. La voz interior de Jaxt...