JAXTON
—Le ha dado un ataque o algo, ¿no?— me metí otra cucharada de cereales en la boca mientras esperaba la respuesta de Hugo que me analizaba desde la otra punta del sofá. Todavía llevaba el pijama puesto y tenía cara de cansancio, el pobre se acababa de levantar y ya estaba aguantando mis dramas.
—No sé, tío. Es... raro.
—¿A que sí?
—Pero ¿seguro que no le has hecho nada? ¿Solo lo de no decirle que tienes hermanas?
Asentí, con la boca llena y casi derramo unas gotitas de leche pero me limpié a tiempo.
—Te prometo que sí. Eso es lo que me dijo al menos. Que no quería nada porque no la conocía y ella a mí tampoco.
—A ver— se pasó una mano por la cara, pensando— En parte tiene razón, no os conocéis mucho, ¿cuánto ha pasado? ¿Un mes?
—¿Y qué? Cuando conoces a alguien por algo se les llama 'desconocidos', porque se necesita tiempo para conocerles. Joder, es que ni siquiera me ha dado tiempo a meter la pata.
Hugo no me miraba muy convencido, creo que seguía pensando que la había cagado de alguna forma y que no me había dado cuenta, pero yo sabía que no era cierto. Esta vez me había esforzado por hacerlo bien, había intentado seguir todos sus consejos y, aun así, la morena había decidido que no quería seguir arriesgándose conmigo.
Suspiré de mala gana y me recosté hacía atrás, dejando mi cuenco en el sofá.
—No hay quién entienda a las mujeres, de verdad— me quejé— Si no quieres nada serio con ellas, eres un capullo. Si quieres algo más, eres agobiante. Por favor, que se aclaren, mi pobre cabeza no puede seguirles el ritmo.
—Tu pobre cabeza no puede seguirle el ritmo a nada.
Me incliné un poco y le puse mala cara. No estaba de humor para sus bromas. De verdad que necesitaba saber qué coño se le había pasado por la cabeza a Lydia tan de repente.
Estábamos bien, o al menos eso creía yo. Pero ahora se le había metido entre ceja y ceja que no la conocía suficiente ¿y por eso no podía decir que me gustaba? Pues menuda gilipollez.
Vale, sí, tal vez no sabía todo acerca de ella pero ¿eso no es la mejor parte? ¿Ir averiguando cosas nuevas del otro y que te vayan sorprendiendo tanto que no puedes alejarte? Porque sin duda eso es lo que provocaba ella en mí y por una vez en mi vida que me había propuesto esforzarme, iba ella y me decía que no. Pues no me parecía bien.
Me quedé enfurruñado en el sofá, como un niño con una pataleta.
Cuando me marché de su casa la noche anterior, lo hice con una sonrisita condescendiente, obligándome a no dejarme influenciar. Lo mejor sería dejarle un par de días para que recapacitase, que se diera cuenta de la estupidez que había dicho... Sí, eso es... En unos días se le pasaría y podría volver a verla, estaba seguro de ello.
Mientras tanto me conformaría con esperar.
Intenté mantener la cabeza ocupada para no pensar mucho.
Al día siguiente estuve ayudando a Adam con la organización de la siguiente carrera, cosa que no solía suceder mucho, y no me acordaba de por qué hasta que estuve con él más de tres horas seguidas en su despacho.
Yo estaba tirado en el suelo, apoyado contra una estantería y analizando un montón de papeles que había esparcido por el suelo para poder verlos mejor, mientras que él estaba felizmente en su silla y su mesita de madera.
—Podrías cambiarme un rato el sitio.
—No gracias, estoy cómodo aquí— murmuró sin mirarme.
Le puse mala cara al instante.
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Y si llueve, petricor
Romance¿Qué harías tú cuándo esa vocecilla de tu cabeza no para de repetirte una cosa? Que no eres perfecta. Lydia tiene que soportar vivir con esa voz, día tras día, tratando de ignorarla pero, muchas veces, no resulta nada fácil. La voz interior de Jaxt...