LYDIA
Estaba de pie delante de una enorme valla. Sentía el frío azotando mi cara y una sensación rara en la barriga, no sé si eran los nervios o la inseguridad de no querer entrar, pero sentía que estaba a punto de vomitar.
Al contrario que la última vez que había estado ahí, ahora el callejón que tenía enfrente no estaba para nada oscuro, habían iluminado cada esquina con un montón de focos. Pensé que estos solo estaban colocados para que se viera mejor el asfalto del circuito, pero estaba claro que me equivocaba.
El ambiente tampoco se parecía en nada al de la última vez. Ahora había cientos de personas yendo de un lado para otro, gritando y montando un verdadero escándalo.
No entendía cómo podían estar tan felices y tranquilos cuando había tantísimas cosas que podían salir mal. Podía haber un accidente y que se muriera alguno de los pilotos, o alguno de los espectadores, o ambos. O podía aparecer la policía y detener a todo el mundo...
Por un momento la imagen de mi padre deteniendo a Jaxton se me vino a la cabeza, pero me forcé a apartarla.
Me centré en el frío, intentando calmar el corazón en mi pecho, pero era imposible, iba desbocado.
La gente pasaba por mi lado eufórica, la gran mayoría con litronas o cualquier otro tipo de bebida alcohólica. Varios se habían chocado conmigo, pero ni se inmutaron, cruzaban la valla sin presarme mucha atención, iban demasiado ocupados disfrutando de su mundo de irresponsabilidad, alcohol y felicidad.
Me quedé un buen rato mirando a todas partes, ¿dónde se había metido Anna? Habíamos quedado a en punto y ya eran y diez, y casi como si la hubiese invocado, un coche se detuvo en la puerta.
Vi que como se abrió la puerta de atrás y su cara llena de pecas y el pelo rojizo apareció en mi campo de visión.
—¿Dónde estabas?— exclamé, acercándome al coche— Me estoy muriendo de frío.
Me pidió perdón y se bajó, tendiéndome la chaqueta que le había pedido que me trajera. Era una cazadora vaquera, con borrego por dentro, era la más calentita que tenía así que le sonreí, olvidando mi pequeña rabieta.
El taxista asomó la cabeza por la puerta, todavía abierta.
—¡Eh! ¡Niña! Son diecinueve con ochenta— le bramó.
Anna se apresuró en pagarle y por fin se marchó, tras dedicarnos una mirada no muy afable.
—¿Lista?— agarró mi brazo sonriendo de medio lado.
—No.
Y, suspirando, me arrastró con ella.
Pasamos por la caseta donde la última vez estaba el chico haciendo el recuento de personas, que ahora estaba vacía.
A medida que avanzábamos por la calle, el nudo de mi garganta se iba haciendo más potente. Sentía que me estaba mareando y mis piernas luchaban por no tambalearse.
Al alcanzar la recta final, empezamos a ver un montón de cabezas todas apiñadas. Había muchísima gente, mucha más de la que me imaginaba y eso solo consiguió que mi tensión se dispara aún más.
A este paso iba a morir de una crisis hipertensiva.
Sentí que Anna se arrejuntaba aún más a mí, algo nerviosa.
La miré de reojo y comprobé que no dejaba de mirar a todas partes, sin saber muy bien qué hacer o a dónde ir.
—Vamos a las gradas, ahí veremos todo mejor— me escuché decir en alto.
![](https://img.wattpad.com/cover/328610112-288-k690514.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Y si llueve, petricor
Romance¿Qué harías tú cuándo esa vocecilla de tu cabeza no para de repetirte una cosa? Que no eres perfecta. Lydia tiene que soportar vivir con esa voz, día tras día, tratando de ignorarla pero, muchas veces, no resulta nada fácil. La voz interior de Jaxt...