24

4K 227 58
                                    

*Aviso de la autora:*
Últimamente estoy recibiendo muchos comentarios para que actualice más rápido, que una vez a la semana se os queda corto, así que he pensado que en vez de dos capítulos los jueves, voy a empezar a subir uno los lunes y otro los jueves y espero haceros la espera un poco más llevadera así jejeje
¿Qué os parece?
Y también he decidido abrir un nuevo apartado en mi cuenta de instagram para que me contéis que os van pareciendo los capítulos y que me dejéis todas las teorías que se os vayan ocurriendo sobre la historia,
las que más me gusten las iré compartiendo
y, ¿quién sabe? A lo mejor si me gusta mucho alguna de las que me digáis hasta me replanteo añadirla...
La cuenta de insta es:
elaa.booksss
Y eso es todo,
ya os dejo en paz para que leáis
❤️

JAXTON

Eh, no. Claramente, no. Obviamente, no.
Absoluta y rotundamente no. No están llamando. Desde luego que no es su madre la que le está hablando.

No.

—Lydia? ¿Cariño, estás dormida?

"Me da a mí que sí"

Joder. Joder. Joder.

Me cago en el mundo y en quién haya escrito mi vida.

"Cuidado con lo que dices, a ver si te mato"

¿Qué?

"..."

—¿Lydia?

La voz de su madre volvía a sonar a través de la puerta, al menos no la había abierto porque, sino, ya me veía durmiendo esta noche en el calabozo.

Me levanté a trompicones de la cama, con el corazón que parecía que se me iba a salir del pecho y fulminando a Lydia con la mirada, pero la pobre parecía incluso más asustada que yo.

Se apresuró en venir corriendo, rodeando la cama y sujetó la puerta con una mano, bloqueándola.

—Sí, mamá— le dijo con la voz claramente exaltada— Un momento.

Y me miró como si me quisiera estrangular.

Nos quedamos unos segundos paralizados, yo mirándola a ella, ella mirando a todas partes hasta que...

—El armario— ordenó con un fuerte susurro.

Arrugué el gesto.

—¿Qué quieres decir?— susurré de vuelta— No es momento para juegos de palabras, Lydia.

—Que te metas en el armario— repitió histérica al ver que no me movía.

Giré mi cabeza y miré hacia donde estaba aquel enorme armario empotrado de madera blanquecina.

—¿Estarás de coña?— susurré de nuevo, alterado.

—¿Prefieres el calabozo?

—Anda, mira que armario tan bonito...— y me metí a toda prisa, sintiendo que me mataba con la mirada.

Cuando metí ahí dentro mi cuerpo, me choqué con varios cajones que había a un lado. O este sitio era demasiado pequeño, o yo demasiado grande, pero no tenía muy claro que la puerta fuera a cerrarse. Aun así traté de hacerlo, mientras escuchaba como la morena trataba de respirar para calmarse al otro lado.

Y, sin querer, moví el brazo, tratando de hacerme más hueco, y estampé mi codo contra uno de los cajones del infierno.

—Ay— se me escapó como acto reflejo.

Y si llueve, petricorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora