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Hongjoong.

Era como todo se volviera a repetir.

Desperté y mi cabeza daba vueltas, me dolía y sentía que iba a morir. Miré el techo y este era iluminado por el potente sol de otoño filtrándose por las persianas y, me di cuenta, que no estaba en mi dormitorio de la academia. Entonces los recuerdos llegaron a mi mente como ráfagas.

Quería morir allí mismo por la vergüenza. Y solo por el ruido de una música tenue hizo que me diera cuenta que no estaba solo en ese lugar. Aunque ni siquiera sabía dónde estaba, quiero decir, en qué parte de la ciudad, pero si sabía con quién, y eso me hizo sentir nervioso.

Me levanté y salí de la habitación. Sala de estar quedaba a un lado de la cocina, lo cual no fue difícil identificar que George estaba allí, vertiendo café en una taza la imagen de la Mona Lisa.

—Buenos días... —murmuré y mis mejillas se incendiaron. Maldita sea, me sentía tan patético.

—Hola, hice café —dijo él, sonriéndome—. ¿Quieres? También tengo tostadas con huevo. La verdad no soy ningún chef ni nada, es lo único que me sale decentemente bien.

Yo reí un poco porque era adorable.

—Sí, está bien.

Él me sirvió café y comí una de las tostadas, la verdad no estaba nada mal, sobre todo porque tenia mucha hambre y dolor de cabeza. El sol afuera no era tan potente, pero era lo suficientemente luminoso como para saber que me molestaría cuando me devolviera al dormitorio.

—Sobre lo de ayer...

—Ay no —fue lo primero que salió de mi boca, él sonrió y yo no sabia donde meterme—. Me siento muy avergonzado ahora mismo.

—Hey, está bien —dijo, aunque yo no me sentía como tal.

—No está bien, tú me ayudaste y yo solo...

—Si tú me dijeras que quieres follar conmigo no me quejaría —comenzó—. Pero también te quiero conocer, aún más de lo que ya sé.

—Si sabes que luego me iré, ¿no? —de pronto me sentí mal y creo que él lo notó—. Yo... tengo una vida allá y...

—Eso lo sé y lo entiendo. Yo sé que... solo estás aquí por un intercambio, pero... pero me atraes, no sé si te diste cuenta —apretó los labios, parecía apenado.

Mis mejillas volvieron a ponerse rojas. No sabía que decir.

—Pero no me iba a aprovechar de ti —lo miré a los ojos, estos se veían tan sinceros que no supe que pensar, me sentía en blanco—. Yo no soy así.

—Lo siento si tienes una imagen diferente de mi ahora —dije, haciendo una mueca—. Probablemente me sentía muy.... Eh, bueno... en ese momento.

—Yo no te veo diferente —soltó una risa nasal y bebió del café—. Pero, si llega a ocurrir algo así, es mejor que estemos sobrios y seguros.

Yo solo asentí, porque ya no sabría qué más decirle. Solamente terminaron de comer y hablamos de otra cosa.

Cuando regresé a los dormitorios, aproche de responderle los mil mensajes que Vincent y Mateo me habían enviado, luego me lancé en la cama y seguí durmiendo. La resaca era terrible y lo único que necesitaba era dormir y comer.

Un día desperté a las cinco de la mañana para poder terminar un trabajo. Me gustaba hacer las cosas en la madrugada y con la tranquilidad de la noche era mucho más inspirador, sobre todo porque de era manera siempre lograba terminarlo todo antes, por lo que a las 6 de la mañana ya no tenia nada que hacer. Por lo que revisé mi celular y respondí algunos mensajes.

midnight mess | seongjoongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora