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Se acercó al resto que observaba desde cubierta la próxima isla, apoyó sus brazos en la baranda y miró su destino, tendría que comenzar de cero, y aunque había pasado por esta situación muchas veces, el casi mes y medio junto a los Mugiwaras le había dado quizá un motivo para no vivir en soledad por siempre.

- ¡Shiho-san tus manos! - Chopper salto a su lado alarmado - Acompáñame - Prácticamente la arrastró a enfermería -

La obligó a sentarse en la camilla y comenzó de inmediato a curar sus nudillos, el pequeño reno estaba en silencio y con el ceño fruncido.

- No puedes seguir lastimándote así - Murmuró enojado sin mirarla -

- No es para tanto Chopper - Con su mano libre acarició la cabeza del pequeño -

- ¡Idiota! - Le gritó enojado mientras se alejaba de ella - ¡No te curaré más!

No quería herir a su amigo, por lo que no fue capaz de responderle que probablemente no lo haría porque ella ya no estaría con ellos en el barco, así que simplemente guardó silencio mientras observaba sus manos vendadas y se levantó de la camilla.

- Tienes que hablar con alguien - El doctor comenzó a ordenar sus implementos - No es sano lo que haces - Frunció su ceño molesto - No quiero que mi amiga se haga daño

- Chopper - Soltó con dulzura -

Se acercó a él y se acuclilló para estar a su altura, tomó la patita del reno y la apretó suavemente.

- Estoy bien - Sonrió - Son solo pesadillas

- Las tienes casi dos veces por semana - La miró preocupado -

- Zoro me está ayudando - Mintió -

- ¿Enserio? Eso es genial Shiho-san - Su cara cambió rápidamente a felicidad -

- Si - Rasco su nuca incómoda y se levantó - Gracias por curarme

- ¡No me agradezcas idiota! - Comenzó a bailar-

Ella le acarició la cabeza y salió a cubierta nuevamente, la isla estaba cada vez más cerca, al estar en tierra tenía que conseguir dinero para pagarle a los Mugiwaras por el viaje.

Tendría que ingeniárselas a partir de allí, debía comprar implementos para estafar y así poder comer, también debía conseguir un barco pequeño para poder moverse de aquel lugar, le esperaba un arduo trabajo.

Atracaron en la bahía, Luffy fue el primero en bajarse del barco para explorar la isla por su cuenta, Robin y Zoro lo siguieron, Nami, Sanji y ella fueron al centro de la ciudad para buscar provisiones.

- Iré a comprar comida y cola Nami-san - El cocinero beso las manos de ambas y se fue -

- Nosotras iremos por ropa Shiho-san - La colorina la tomó por el brazo y comenzaron a caminar-

Ella se dejó guiar en silencio, algo no andaba bien en esa isla, sentía un pequeño cosquilleo en el estómago, por lo que se dedicó a estar alerta y observar cada rostro pasar a su lado, agudizó su haki y espero lo peor, pero nada pasaba, Nami seguía parloteando y ella asentía de vez en cuando.

Entraron a una boutique y Nami arrasó con la mayoría de las prendas, la obligó a probarse muchos atuendos, ella se dejó usar como maniquí, seguía más al pendiente de lo que ocurría a su alrededor que de la navegante.

- Vuelvo enseguida - Le informo a Nami antes de salir de la tienda -

La colorina apenas notó que se retiró de la tienda, estaba más concentrada en conseguir una rebaja absurda por la cantidad de ropa y accesorios que llevaba.

Camino por las calles de la ciudad un buen rato, necesitaba conseguir dinero pronto, tanto ella como los Mugiwara s debían abandonar esa isla lo antes posible, no sentía que fuera segura.

A lo lejos observó el letrero de un bar, sonrió levemente, era seguro que dentro encontraría dinero fácil, abrió la blusa que cubría el top que Robin le había prestado, logrando resaltar aún más sus pechos y se dirigió al lugar.

Era un bar de mala muerte, lleno de piratas y ciudadanos alcoholizados a medio día, en el fondo logró observar una mesa de apuestas, caminó sensualmente hasta allá.

- Buenos días caballeros ¿Dejarían que está señorita se una a las apuestas? - Les sonrió ladinamente-

No era propio de ella, ofrecerse de esa manera, pero una vez que entraba en el papel para conseguir dinero no había nada en el mundo que le impidiera seguir su actuación.

- Claro, nunca me opondría a tener una compañía tan hermosa, sobre todo si es gratis - Babeo uno de los piratas -

Gratis no te saldrá, pensó ella.

Sonrió coquetamente y se sentó en la mesa junto a ellos, apostó un poco del dinero que Nami le había entregado para comprar algunas cosas, y perdió a propósito.

- No te pongas triste dulzura - Uno de los hombres acaricio su mejilla -

Ella tuvo que repetir varias veces en su cabeza que todo era por el dinero, que lo necesitaba para sobrevivir, porque quería cortarle la mano a ese tipo asqueroso.

- Pensé que esto era más fácil - Fingió un puchero -

- Juega una vez más, esta vez seremos piadosos - Carcajeo otro tipo -

Ella sonrió coquetamente, y apostó todo lo que le quedaba, ahora era el momento de jugar realmente, los tipos no se dieron ni cuenta como entre juego y juego ella les iba quitando todo lo que tenían, estaban más concentrados en su cuerpo y la forma en la que ella se les insinuaba con sensualidad.

Salió del lugar con una bolsa llena de dinero, muchísimo más del que Nami le había pasado, volvió por las mismas calles en busca de la navegante, pero ya no se encontraba en la boutique, se encogió de hombros y fue a comprar lo que necesitaría para trabajar.

Luego de un par de horas de compras, decidió que era momento de volver al Sunny, pero al comenzar a oscurecer y aproximándose la noche, la ciudad ya no era la misma.

Las personas que deambulaban por las calles ya no se comportaban igual, no quedaban niños jugando o correteando, muchas puertas y ventanas se encontraban cerradas, al igual que muchos negocios.

El cosquilleo en su estómago se hizo más pesado, frunció su ceño y continuó su camino más lento, observando todo con detalle.

Los hombres vestían una especie de túnica y las mujeres que los acompañaban tenían poca ropa encima, bikinis y faldas con tela transparente, cubriendo solo lo necesario, con muchas joyas y accesorios encima, fue ahí cuando su corazón se detuvo.

Lo que pensó que era un collar a juego con la vestimenta, era nada más y nada menos que una correa de sutiles cadenas para guiar su paso, los hombres eran quienes tenían el control.

Volteo rápidamente observando a todos los que pasaban a su lado, cada uno de los que pasaban por allí, estaban igual, algunas mujeres eran las que vestían túnicas extravagantes mientras tenían el control sobre los hombres que vestían poca ropa, pero la imagen era clara.

Esta era una ciudad de esclavos.

Probablemente sexuales.

Liberados - Roronoa ZoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora