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- ¿Supongo que ya la viste morir? - Soltó con frialdad desde la silla donde lo tenían apresado - Bienvenida a mi mundo.

El pecho de la mujer se contrajo por el dolor de escuchar a su hermano decir tales palabras, sintió como el espadachín la apretó con fuerza, desvió la mirada de Satoru y observó al peliverde, tenía el ceño fruncido y la mandíbula apretada, sabía que se estaba conteniendo para no golpearlo, levantó su mano y la posó en la mejilla de él, este la miro sorprendido con su suave tacto.

- Zoro ¿Puedes bajarme por favor? - Lo miro suplicante -

- Si te hace algo, lo mato - La dejo en el suelo con cuidado -

Ella se acercó hasta donde estaba su hermano, este la estaba mirando con rabia y furia, pero no le podía importar menos como se sentía él, tenía tantas cosas en su cabeza y Satoru era lo último en su lista, pero debía saber qué mierda estaba pasando.

- ¿Qué le pasó a Momo? - Se cruzó de brazos frente a él -

- ¿Te acuestas con el Cazador de piratas?

- ¿Es más importante eso que la muerte de Momo?

- Si, ella volverá a la vida como siempre - Se encogió de hombros - Así que dime ¿Lo amas? O soló te dejaste llevar por la lujuria de esta ciudad, recordaste tus días de esclava y ...

El sonido sordo de la silla golpeando con fuerza el piso, seguido de las maldiciones que soltó el hombre en el suelo, inundó el lugar por unos segundos, luego de que la peliceleste golpeara con fuerza su rostro con un puñetazo certero, ella se acercó nuevamente el, lo tomó de la camisa, lo levantó con silla y todo para dejarlo nuevamente sentado.

- Me has roto la nariz...- Se quejo escupiendo la sangre que escurría desde sus fosas nasales -

- ¿Por qué Momo volverá a la vida? -

- Veo que no te gusta ventilar tu vida amorosa, o quizás estás arrepentida de acostarte con él, yo te puedo hacer más feliz Shiho.

- Ya basta de mierdas - Le gritó cansada - No siento nada por ti maldita sea, eres mi hermano, siempre te vi como eso y nada mas, te he buscado por todos lados, cada dia de mi miserable vida lo vivi por ti, pensando en ti, buscándote a ti, porque no podía con la culpa de haber abandonado a mi hermana pequeña y a mi hermano mayor ¿Por que te convertiste en esto Satoru...?

- Supongo que verla morir tantas veces me jodio - Soltó una risa suave - Nunca te conté, pero yo no era un simple esclavo, yo no hacía trabajos de fuerza o cosas que pudieran ponerme en riesgo, yo era un bien preciado para los dragones, porque la fruta que comi de niño me permite extender la vida de las personas. Siempre los odie por arruinarme la vida, por alejarme de mis padres, hasta que tu llegaste y volviste mis dias mejores, me hizo feliz tener que cuidar de ti, y cuando llego Momo lo supe, supe que tu eras la mujer de mi vida, que el destino quiso que vivieramos juntos por siempre - Le sonrio, su nariz y boca llena de sangre lo hacían parecer maquiavelico - Pero no fue hasta que encontre el cuerpo de Momo en el puerto que me alegre de haber comido la Nekuro nekuro no mi, gracias a eso la pude traer de vuelta, escape con ella a la primera isla que encontre, al dia siguiente recorde la maldicion de mi fruta, cuando desperte la encontre nuevamente muerta, y asi fue cada dia de mi maldita vida, ella moria cada noche, trate varias veces de no dormir, pero no podia mi cuerpo no me lo permitia, y ella, ella con el paso del tiempo dejo de ser nuestra dulce Momo, supongo que el tener una vida prestada tambien tiene consecuencias, se volvio fria, manipuladora y mentirosa, tiene arrebatos de ira y son pocas veces donde puedo encontrar en ella a aquella pequeña llena de alegria, pense que al tenerte aqui con nosotros cambiaria algo.

- ¿Cómo vuelve a la vida Momo? - Su voz estaba serena, pero su interior era un caos -

- Debo tocar su piel...

- ¿Por que esclavizaste esta Isla?

- Ya te lo dije, sabía que un día vendrías a rescatarlos, tienes un corazón muy puro.

- No tiene sentido Satoru - Continuó firme frente a todos en aquella habitación - ¿Y si yo no llegaba nunca?

- Me seguiria haciendo rico - Ladeo su cabeza tranquilo -

Lo observo en silencio por varios minutos, con la esperanza de encontrar algún rastro de aquel niño que tanto amo, de aquel hermano que idolatro y confío a ciegas, no quedaba nada de el, Satoru había perdido por completo la cabeza, por una parte lo entendía, si ella hubiese tenido la habilidad de él, también hubiese revivido a Momo, pero verla morir cada dia debio ser duro. Sabía que quizá estaba siendo muy blanda con él porque aun a pesar de todo, seguía amándolo y eso la hacía sentir culpable, él ya no era una buena persona, no era su persona.

- Pueden hacer lo que quieran con él.

Dio media vuelta y se acercó nuevamente a Zoro, este la estaba esperando en el mismo lugar donde la dejó, tenía los brazos cruzados y estaba mirando con odio a Satoru, ella tomo su mano y lo arrastró con ella fuera de la cocina, caminó en silencio hasta la habitación de las chicas, se acostó en su cama y tiró del brazo del espadachín para que la acompañara.

Se acurruco en el pecho de él y dejó su careta de fuerte, liberó a su cuerpo y mente, volvió a quebrarse en pedazos, lloro por la muerte de su hermana, por la pérdida de Satoru, y por la culpa de no haber llegado a tiempo a sus vidas, quizá hubiese sido diferente, tal vez hubiese recuperado a Satoru...Lloro con más fuerza, no sacaba nada imaginando escenarios ficticios, la realidad era que aquel día hace trece años perdió a sus dos hermanos y hoy cuando pensó que quizá había una mínima posibilidad de ser felices los tres, se la habían arrebatado de la manera más cruel.

En silencio Zoro la acompañó en su dolor, odiando aún más al tipo, quería hacerlo sufrir, torturarlo por todas las lágrimas que Shiho estaba derramando por él, quería matarlo, y hacer que ella lo olvide por completo, no merece ni un segundo más en su mente, pero por más que en su mente viajaran esas idea, no podía dejarla sola en aquella cama, la abrazó con fuerza, era muy tarde para evitar el torrente de emociones que lo estaban invadiendo, ella era su prioridad en ese momento y estaba seguro de que sus compañeros sabían que hacer con el hombre.

Liberados - Roronoa ZoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora