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- Oye - Zoro la llamó -

La voz de él fue suficiente para traerla a la realidad, trago duro y lo miró aterrada, con su dedo le indico que hiciera silencio, y apuntó a la puerta, no podían decir nada comprometedor ahí, no tenían privacidad alguna. Ella caminó hasta él, se paró en las puntas de sus pies, afirmando la palma de sus manos en el pecho de él, y acercó sus labios al oído.

- Tendrás que castigarme - Susurró -

El trago pesado, sabían en el contexto en que estaban, era consciente del pasado de ella, pero aun así esas tres palabras habían sido suficiente para excitarlo.

- No - Soltó ronco -

- Tienes que hacerme gritar - Volvió a susurrar -

Ella se alejó para dedicarle una mirada molesta, si no le hacía nada sería sospechoso, ¿Por qué entrar a un cuarto de castigo, sin castigar a su esclava?

Él no estaba al tanto de la molestia de ella, su mente la estaba imaginando gritar por él, pero no de dolor, sino más bien de placer, quería oír su nombre salir de los labios de ella. Volvió en sí al recibir el golpe de la peliceleste en el pecho, tenía el ceño fruncido y las mejillas sonrojadas.

Él se sentó en la cama y con rapidez la tomó de la cintura, logrando que un grito de sorpresa se escapara de Shiho, la acomodo de estómago sobre sus piernas, la fina y transparente tela que tenía de falda cayó por los lados revelando el bikini que usaba de parte inferior.

Acarició la marca que había dejado el látigo del imbécil, sonrió de lado al notar como se le ponía la piel de gallina y de manera casi instantánea se trató de levantar, pero él con su otra mano, presionó su espalda para evitarlo y mantenerla boca abajo.

Ella gruñó molesta, mientras se seguía moviendo para liberarse, él levantó su mano y la dejó caer con fuerza sobre el trasero de ella, eso bastó para que ella lanzará un grito y se queda quieta sobre las rodillas de él, con la respiración entrecortada.

Volvió a acariciar el lugar donde había caído su mano, la pálida piel de la mujer ya se estaba enrojeciendo y calentando, nuevamente levantó su mano, y la dejó caer, esta vez en el otro cachete.

El grito de ella, no era de dolor, él lo sabía, notaba como su piel se erizaba cuando él la acariciaba, sentía el leve calor en sus piernas venir de la parte baja del cuerpo de ella, le gustaba y eso lo estaba poniendo demasiado.

Sentía la dureza de él presionando en sus costillas, tenía un nudo en la parte baja de su abdomen que necesitaba ser liberado, el bikini se estaba arruinado ya lo notaba.

Se quedó esperando la siguiente palmada, pero nunca llegó, en cambio sintió como Zoro tomaba su bikini y lo corría a un costado, él fue mucho más rápido que ella, y antes de que se pudiera levantar, ingresó dos dedos a su interior.

El grito que emitió por la sorpresa estaba mezclado con placer, él comenzó a mover de manera circular los dedos dentro de ella y a gatillar de tanto en tanto.

- ¿Piensas que te he castigado lo suficiente?

La voz ronca de Zoro, corrió por todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo, cerró sus ojos con fuerza al sentir el nudo de su vientre ir relajándose cada vez más.

- Responde.

Grito al sentir la nalgada sobre su trasero.

- N-no - Soltó con voz entrecortada -

Acto seguido con su pulgar comenzó a acariciar su clítoris, eso fue suficiente para que ella explotará en un orgasmo aliviador.

Él no la dejó descansar, la tomó por la cintura y la acomodó a horcajadas sobre él, la peliceleste tenía las mejillas y el pecho sonrojados, lo estaba mirando con los ojos cristalizados y ligeramente entrecerrados.

- ¿Quieres que te haga gritar aún más?

Con su otra mano acaricio su espalda y finalmente tomó su cabello en una cola en su puño y jalo levemente la cabeza de ella hacia atrás.

- Responde - Acarició su cuello -

- Si - Apenas pudo contestar - Por favor

- ¿Sí qué? - Pasó sus dedos por entre los senos de ella -

- Sí señor.

Solo esas palabras necesitaba para que él de manera hábil, se introdujera en ella de una sola estocada, logrando un grito de placer que casi fue suficiente para que se corriera en ese momento.

Soltó el cabello de la mujer y con ambas manos afirmó sus caderas para embestirla, le calentaba oír los gemidos de la peliceleste, tímidos y honestos.

Subió sus manos y acunó sus pechos, con sus pulgares bajo la tela que los cubría y acercó a su boca uno de sus pezones para lamerlo y morderlo a su gusto.

Ella lo abrazo por el cuello, logrando que la cara de él se enterrará entre sus senos.

- Más - Susurro con los ojos cerrados -

Zoro tomó los brazos de Shiho y con una sola mano los llevó a la espalda de ella logrando que se alejara un poco.

- No estás en posición de pedir - Le sonrió levemente -

Shiho lo estaba observando molesta, su pecho subía y bajaba de manera notoria, sentía la cara caliente, estaba cerca de tener un segundo orgasmo, se comenzó a mover en círculo sobre él, sonrió al notar como los labios de él se apretaban.

Él puso una mano en su cadera para detenerla, pero ella uso su fuerza para seguir, quería llegar nuevamente, el bajo sus caderas levemente y volvió a introducirse con brusquedad.

El grito sorprendido de ella resonó en la habitación, se quedó quieta mirándolo atentamente, pero él no volvió a repetir el movimiento, así que volvió a su trote circular, pero él volvió a embestirla profundamente.

Entrecerró sus ojos entendiendo lo que él quería, volvió a mover sus caderas buscando fricción.

- Más por favor, señor.

El espadachín sonrió complacido y la penetró con fuerza y profundamente, ambos estaban al límite, ella disfruto con los ojos cerrados de la experiencia, Zoro no sé quería perder ningún detalle, el vaivén de sus pechos contra cada estocada lo tenía en un trance, la cara de ella, enfocada en el placer lo estaban llevando al clímax rápidamente, Shiho abrió sus ojos encontrándose con la intensa mirada de él.

Sus gritos se mezclaron al terminar al mismo tiempo, Zoro apoyó su espalda en la cama y ella cayó sobre él, los dos estaban tratando de recobrar el aliento. Aún le costaba procesar lo que acababa de pasar, ella había tenido sexo con el estúpido espadachín, y no tan solo eso, si no que fue el mejor polvo de su vida.

Liberados - Roronoa ZoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora