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- ¿Hay algo que debamos saber? - El espadachín soltó serio aun apoyado en la pared, ni siquiera la estaba mirando -

- ¿En dónde quedó tu confianza? - Lo miro altanera, de pronto se sentía traicionada por el -

- Tss - Gruño molesto y dejó el refugio -

- No le hagas caso Shiho-chin es un hombre difícil de llevar, pero en el fondo es buena gente - Toco su hombro Nami -

Ella se quedó observando la puerta, era una ingenua, jamás podría conformarse solo con recibir sexo por parte del peliverde, no sabía en qué momento cayo por él, quizá fue cuando puso su katana en su cuello, algo retorcido la verdad, pero no podía evitar sentirse abatida por su rechazo, tenía que acabar pronto con esta misión suicida e irse de la isla cuanto antes, no podía seguir cerca de él.

- ¿Quieres que esta noche te acompañe Sanji-kun?

- Creo que lo mejor es que mantengamos las parejas por si alguien nos reconoce - Soltó tranquila Robin - ¿No lo crees, Camaleón-san?

Volteo a ver a la arqueóloga de los Mugiwaras, algo le decía que ella sabía mucho más de lo que aparentaba, la estaba mirando como si conociera todos sus secretos, un pequeño escalofrío recorrió su cuerpo ¿Qué podía saber ella?

- Sí, creo que lo mejor es seguir la misma línea - Se levantó de la cama aun incómoda con la mirada de Robin siguiéndola por la habitación - Ya está atardeciendo, debemos prepararnos - Tomó su equipo para maquillar a las chicas -

...

El pie de Nami no dejaba de pisar el piso con impaciencia, Usopp estaba tirado en el suelo con un gran golpe en su cabeza por no haber regresado al refugio con Luffy, nuevamente el capitán de los Mugiwaras se había perdido por la ciudad, estaba sentada en la barra junto a Robin y Sanji, observando en silencio como la colorina le gritaba con furia al tirador.

- Oi bruja, ya fue suficiente, el idiota de Luffy sabe defenderse - Se levantó de la cama en donde estaba sentado bebiendo Sake - Ya debemos salir.

- Claro que puede defenderse, eso es lo que me preocupa, es un imprudente, nos exhibirá en cualquier momento - Gruño molesta -

- Pensaremos en algo Nami-swan - Se acercó a ella Sanji -

- Ok vamos - Salto del asiento Shiho y se acercó a la puerta - Debemos recolectar información igual que ayer, eviten conductas que puedan alertar a los guardias.

Todos asintieron en silencio y salieron del refugio, se dispersaron en diferentes direcciones, ella siguió en silencio al peliverde, se sentía incómoda a su lado, se había expuesto demasiado, y aunque sabía que él le correspondía el deseo, no tenía intención alguna de ayudarla con eso. El espadachín entró a un edificio que se veía relativamente tranquilo, no había guardias ni mujeres en kimono custodiando la entrada.

Caminaron por el primer piso en silencio, observando todo con cuidado y en estado de alerta, era un pasillo largo con habitaciones a ambos lados, todas las puertas cerradas, llegaron hasta una habitación al final del corredor, una mujer salió detrás de las cortinas, los miró con complicidad y les sonrió de manera sensual.

- Señor ha llegado al lugar indicado - Se acercó lascivamente al peliverde -

De pronto su estómago se cerró, aquella mujer era hermosa, coqueta y femenina, estaba detrás de Zoro, por lo que no podía ver su rostro, pero era un hombre, y cualquiera caería por una belleza como ella.

- Lo invito a relajarse y a olvidarse de su mujer por unos minutos, por su desplante puedo darme cuenta que no le ha facilitado las cosas - Le dio una mirada de asco a Shiho - Saldrá de aquí como nuevo, y ella entenderá cuál es su lugar.

Tomo el brazo de Zoro y lo arrastró al interior del lugar, la habitación estaba levemente iluminada por velas que estaban ubicadas en diferentes sitios, las personas que se encontraban allí estaban en divanes o sofás de tres cuerpos, todos castigando de alguna manera a sus esclavos, pero sólo se podían escuchar los ruidos amortiguados de sus gritos, todos estaban silenciados con una mordaza en su boca.

Sus manos comenzaron a sudar, estaba trabajando realmente duro para mantenerse serena por fuera, pero la ansiedad estaba jugando vilmente en su interior, no le temía al espadachín, estaba completamente dispuesta a recibir sus castigos, ella se había metido solita en este lio, pero el hecho de que todos estos seres repugnantes la vieran le ponía los nervios de punta.

La mujer empujó levemente al peliverde a un diván, este cayó sentado, por fin pudo apreciar su rostro, se encontraba mirando a la mujer de manera imperturbable,  un leve alivio recorrió su pecho, la mujer tomó la cadena de la mano de Zoro y tiró de ella con fuerza, logrando que la peliceleste quedará a su lado, golpeó la parte trasera de su rodilla y para que Shiho cayera arrodillada al piso frente al espadachín.

- Pídele perdón a tu amo, por tu culpa está de mal humor - Tiró de su cadena para lastimar su cuello -

Respiro profundo tratando de mantener la calma, quería golpear a la mujer, pero estaban allí por una importante razón, se mentalizo y levantó su mirada para observar atentamente a Zoro, seguía con su rostro en neutro, sin mostrar ninguna emoción, ella arrugó su nariz molesta.

- Perdón por existir señor - Recibió otro tirón de cadena por parte de la mujer, apretó sus labios con fuerza - No es mi intención que esté molesto.

- Ya entiendo porque lo trae de mala - Sacó su kimono una mordaza - Le falta aprender que no debe poner malas caras - Le entregó el objeto a Zoro - Señor haga los honores por favor - Sonrió feliz -

Pudo apreciar la duda cruzar por los ojos de él, suspiro y asintió levemente, debían seguir con la actuación hasta conseguir un poco más de información, el espadachín le colocó la mordaza con una suavidad tosca que por poco la hace reír, se observaron a los ojos unos segundos, estaban juntos en esto, lo sabían, podían confiar en el otro.

- Bien, espéreme señor, ya vuelvo - La levantó del suelo de otro tiron en su cadena y la arrastró lejos de Zoro -

La peliceleste volteo a observar con terror al espadachín, este se había levantado del diván y la estaba mirando confundido, la llevó hasta el sofá al otro extremo de la habitación, allí la estaba esperando un hombre y su esclava ya amordazada, le entregó la cadena de Shiho, tomó la de la chica e hizo el mismo recorrido de vuelta para hacer el intercambio con Zoro.

Ambos se estaban mirando en pánico, él era mucho mejor ocultándolo que ella, porque ella lo estaba demostrando por casi cada poro de su cuerpo, su corazón latía agitado y sus piernas se sentía como gelatina, iba a tener un ataque de pánico en cualquier momento, lo sabía.

¿En que se había metido?

Liberados - Roronoa ZoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora