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Era imposible, ella había visto a Momo morir en sus brazos, sostuvo su cuerpo sin vida contra su pecho hasta que otro esclavo la tomó a la fuerza y la subió al barco para escapar.

Tenía el cabello rubio y los ojos turquesa igual que Momo, pero no podía encontrar más parecido, su Momo había muerto con tres años, y está chica tenía quince, aunque los años calzaban.

Sintió la bilis subir por su esófago ¿Qué había hecho? ¿Cómo era esto posible? ¿Aún se encontraba en una pesadilla? Se sintió mareada de pronto, el mundo estaba llendo demasiado rápido para su gusto, no podía evitar sentirse enferma.

Ella no era su Momo, eso era imposible.

¿Cierto?

Se levantó bruscamente del taburete y se acercó a la chica, la tomó de los hombros y la observó desesperada, levantó su polera buscando la cicatriz provocada por la bala que le arrebato la vida, y allí estaba, justo por debajo de sus costillas. Planto sus pies en el suelo con fuerza, para evitar tambalearse producto del shock, la rubia golpeó sus manos con fuerza para quitarlas de encima de ella y se bajó la polera, se cruzó de brazos molesta mirando con odio a la mujer frente a ella.

Momo ya no respiraba.

Momo estaba fría.

Su cuerpo no respondía, había perdido demasiada sangre.

Esto es una mentira, un vil juego de alguna persona malvada. Sintió las lágrimas querer escapar de sus ojos, agarro con fuerza los hombros de la niña.

- Tú no eres mi Momo - Soltó con rabia - ¡Ella murió en mis brazos! - Gritó con cólera - No la habría dejado atrás nunca - Comenzó a sacudirla frustrada - ¡No mientas ni ensucies su nombre!

La tomaron por los brazos y la alejaron de la chica, volteo para encontrarse con Sanji, volvió a mirar a la joven.

- Mamá por favor vuelve con nosotros, papá te extraña mucho - Se arrodilló implorándole volver -

- ¡No soy tu madre! - Gritó encolerizada - Necesito aire - Trató de soltarse de los brazos de Sanji - Me estoy ahogando maldita sea.

Sanji la llevó hasta el exterior, cerró la puerta tras él y soltó sus brazos con cuidado, se apoyó en la pared junto a la puerta y prendió su cigarro.

Ella se arrodilló en el suelo temblando, mientras miraba sus manos en shock, se repetía mil veces en su cabeza que ella no era su Momo, su corazón ya no latía y su cuerpo había comenzado a enfriarse cuando tuvo que dejarla allí, pero algo en el fondo de su corazón quería creer que ella seguía con vida.

Las silenciosas lágrimas mojaron las vendas que Chopper le había puesto el día anterior para cubrir sus lastimados nudillos, era egoísta pedir que ella fuera su Momo, jamás hubiese querido que ella terminara siendo esclava nuevamente.

- ¿Es cierto lo que dice la chica? - La voz sería de Sanji la devolvió al mundo real -

- No tengo hijos - Se limpió con brusquedad el rostro -

- ¿Por qué dices que no es tu Momo? - Enfatizó en el tu -

- Mi hermana pequeña se llamaba Momo, tendría la misma edad que ella si no hubiera muerto el día que nos liberaron de los dragones - Se levantó del piso - Yo estoy segura que murió - Se abrazó a sí misma - ¿Si no que clase de persona soy? No pude proteger a mi hermana esa vez y ahora sigue viviendo como esclava - Lo miró aterrada -

El rubio se acercó a ella y la abrazo, Shiho dejó que él la contuviera, sentía que se le iba a salir el corazón del pecho, y le estaba costando mantener el ritmo a su respiración.

- Tranquila Shiho-chin - Acaricio su cabello con dulzura - Resolveremos esto, cuenta con nosotros.

Ella se quedó allí con los ojos cerrados, contando los calmados latidos del rubio para tranquilizarse.

El amanecer comenzó a dar paso al día poco a poco, el ruido de la ciudad había cambiado de gritos y lamentos a traqueteo de personas comenzando un día normal, como si esa no fuera una asquerosa ciudad del placer.

Respiro hondo y se alejó de Sanji, le sonrió levemente y se dispuso a entrar, se mentalizo antes de poner un pie dentro del lugar, esa no era su Momo.

Se acercó a la chica y la miró con frialdad, era mejor poner una distancia entre ellas.

- ¿Cómo se llama tu padre?

- Deberías saberlo - La pico molesta -

- Responde

El tono en su voz logró que la chica se estremeciera de miedo, se cruzó de brazos y la miró altanera.

- Yamada Satoru.

Un sonido agudo comenzó a sonar en su oído de manera gradual, y se sentía casi como si su cuerpo no le perteneciera, definitivamente está no era una maldita coincidencia, ella era su pequeña Momo.

- ¿Dónde está él? - Se sorprendió al escuchar su propio tono de voz, parecía no estar afectada -

- Admites que lo conoces - La apuntó con el índice -

- ¿En dónde está? - Repitió con calma -

- Debe estar en la comodidad del edificio central, vivimos allí desde que es el alcalde de esta ciudad.

Asintió con tranquilidad e ignorando todas las miradas puestas en ella se recostó en una cama y se cubrió por completo.

- ¿Te quedarás con nosotros Momo-chin? - Nami le habló con un poco de incomodidad -

- Me di cuenta que no soy bienvenida - Soltó con amargura - Te estaré esperando madre, papá estará muy feliz cuando te vea.

Se fue cerrando la puerta tras ella, Shiho se sentó en la cama y miró al resto agobiada, quería gritar y llorar con todas sus fuerzas, pero no quería hacerlo delante de ellos, y no creía una buena idea salir del lugar porque iría a matar al hijo de puta, así que hizo lo único que creyó podía hacer podía hacer, contarles a los Mugiwaras la verdad.

Liberados - Roronoa ZoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora