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El tipo que estaba sentado en el sofá se levantó y se acercó a ella sonriendo lascivamente, las ganas de vomitar la estaban invadiendo, la tomó del mentón para obligarla a verlo directamente a él.

- Te mantiene bien tu dueño, eres guapa - Acercó su nariz al cuello e inhalo con fuerza - Y hueles a limpia - Tiró de su cabello para tener mejor acceso a su cuello - ¿Qué le hiciste a tu amo para que se aburriera de ti? - Mordió con fuerza su piel -

El grito quedó atorado en su boca, pero las lágrimas no se hicieron esperar, no estaban cayendo por el dolor, lloraba de frustración e impotencia, no quería que la tocara, se sentía enferma con solo tenerlo cerca. El hombre sin ningún tipo de delicadeza, la lanzó contra el sofá, le estaba dando la espalda al peliverde a propósito, sabía que la estaba observando desde el otro extremo de la habitación, no podía mirarlo a la cara, era consciente que fue su idea infiltrarse como esclava, y si no hubiese sido por el espadachín probablemente habría acabado con un tipo igual de asqueroso como con el que estaba en este momento, o con unos peor no podía dejar que Zoro viera sus lágrimas de dolor y odio hacia la humanidad.

Otro grito salió de pulmones para terminar amortiguado por la mordaza en forma de polota en su boca, al sentir el ardor en su espalda, cerró sus ojos con fuerza, jamás podría olvidar el dolor de los latigazos, o el olor a sangre mezclada con cuero, usaba su cabello largo no solo para cubrir la marca de los dragones celestiales, lo hacía también para ocultar las cicatrices que estos dejaron a lo largo de todos los años que pasó en Mary Geoise.

- Me encanta escucharte tratar de gritar - Susurro cerca de su oído, ella tuvo una arcada - ¿Te doy asco? - Soltó espantado y con su ego dolido -

Tomó el cabello de la mujer con fuerza desde la nuca con fuerza en su mano y la obligó a mirarlo por sobre su hombro, el hombre estaba furioso, pero al ver las lágrimas en sus mejillas sonrió satisfecho, la instó a levantarse y la acorraló contra la pared aprisionando su cuerpo contra el suyo propio, regresando su erección en el trasero de la peliceleste.

- Es una lástima que este lugar no sea el espacio liberal - Volvió a hablar contra su oído - Te podría enseñar a respetar a tus superiores - Pasó su mano lentamente por su espalda - Pero aquí solo está prohibida la penetración y felación, fuera de eso, puedo hacer lo que quiera contigo - Lo sintió sonreír -

A la mierda la misión.

Estaba a punto de darle un cabezazo al tipo cuando sintió la presencia de Zoro cerca de ellos, respiró profundo y se mantuvo en su lugar, aguantando las ganas de vomitar al sentir las manos del tipo subir por sus pechos.

- Ya me aburrí de tu mujer, dame a la mía - Soltó con seriedad el peliverde -

- Ni siquiera he empezado a mostrarle quien manda - No volteo a verlo, seguía entretenido en el busto de la mujer -

- Ella sabe quién manda - El frío en su voz logró que el hombre girara a ver al peliverde - Suéltala.

El tipo se alejó de Shiho, recibió la cadena que Zoro le estaba ofreciendo, su esclava estaba mirando la escena sorprendida, el espadachín tomó la cadena de la peliceleste y la acercó a él, ella estaba evitando mirarlo a toda costa, apretó la mandíbula frustrado y sin importarle nada más, salió del lugar con la mujer siguiéndole en silencio.

Camino por el pasillo molesto consigo mismo, por haber permitido que ella pasara por algo como eso, sabía que estaban en una maldita misión, pero debían existir límites, estaba cabreado de sentirse un inútil de manos atadas que no puede hacer nada, abrió una puerta, hizo que la peliceleste entrara junto con él a la habitación vacía,  y cerro con seguro.

La observo en silencio, ella estaba de brazos cruzados observando el piso intensamente, aún tenía la maldita cosa cubriendo su boca, se acercó a ella y se la quitó, podía notar lo tensa que estaba, seco con cuidado las lágrimas que aún quedaban en sus mejillas y la arrastró a su pecho para rodearla con sus brazos.

Liberados - Roronoa ZoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora