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Ella unió sus labios  y lo besó con tranquilidad, saboreando con paciencia y ternura sus labios, pero sus acalorados pensamientos lo llevaron a mover con brusquedad sus bocas, su cuerpo estaba demasiado ansioso para un beso dulce como el que la peliceleste le estaba dando.

Ella soltó un suspiro mezclado con un gemido cuando el espadachín tomó su cabello y mordió su labio inferior, introdujo su lengua de inmediato y tomó su boca con pasión.

Zoro comenzó a caminar aun besándola hasta que la espalda de ella chocó en el árbol, la aprisionó contra su cuerpo y sin dejar de besarla comenzó a tocar sus pechos, le gustaban demasiado, no eran enormes ni tampoco pequeños, tenían la medida justa para sus manos y su boca, como si hubiesen sido hechos para que el los disfrutará.

Le gustaba escuchar los suspiros de Shiho, dejó sus labios y pechos, puso sus manos en sus muslos y la obligó a enredarse en su cadera de un salto, era una posición perfecta, tenía los pechos de ella a la altura de su rostro listos para devorarlos y la entrada ya húmeda entre sus piernas estaba alineada con su dureza.

Ella gimió cuando él presionó con fuerza su cadera, sonrió satisfecho y hundió su rostro en su lugar favorito, lamió y mordió a su gusto, tanto los montes como los pezones endurecidos de la mujer, liberó una de sus manos de las piernas de esta, para llevarla al seno que no estaba dándole atenciones con su boca, para masajear y apretar, sentía su pantalón estallar, porque cada vez que ella suspiraba o gemía, su pene endurecía aún más, listo para enterrarse en ella.

Sintió el cuerpo de la mujer estremecerse, levantó la mirada para observarla mientras se corría solo por sus caricias en sus pechos, ella le dedicó una pequeña sonrisa, tenía sus ojos entrecerrados y las mejillas sonrojadas, el solo verla de esa forma lo ponía a mil.

Se desabrochó el pantalón y liberó su erección, con un rápido movimiento corrió la braga de ella y la penetró con fuerza, atrapó grito de placer de ella con sus labios, la besó ferozmente al mismo tiempo que la embestía, tomo su cintura para mantener el control de sus estocadas mientras que ella apretaba sus piernas para atraerlo aún más a su cuerpo, ambos necesitaban aún más contacto.

- Zoro - Soltó entre suspiros -

Él gruñó al escucharla decir su nombre por primera vez y de esa manera, eso era todo lo que estaba bien en el mundo, necesitaba más de eso, así que la ignoró y siguió penetrándola con fiereza.

- Zoro - Volvió a rezar con los ojos cerrados -

Todo el cuerpo de Shiho estaba ardiendo en deseo se sentía abrumada por el placer, el espadachín sabía lo que hacía y eso la volvía loca, pero era avarienta y quería aún más, y él no se lo estaba dando, ya no sabía cómo pedírselo, así que tomo la nuca del peliverde y lo acercó a sus pechos.

- Por favor - Gimió al borde del colapso -

El espadachín no dudó ni un segundo en volver a devorar esos montes que lo volvían loco, mordió un pezón al sentir como ella apretaba su pene, la afirmó con fuerza para darle soporte mientras llegaba por segunda vez al clímax, solo el verla deshacerse en ese gran orgasmo gracias a él, logró hacer que se corriera también.

Apoyó su cabeza en el pecho de Shiho y ambos se mantuvieron en esa posición por algunos minutos mientras se recuperaban, el escuchar el rápido corazón de la peliceleste fue lo que lo devolvió a la realidad poco a poco, lo había cegado la lujuria, pero sus sentidos estaban tomando nuevamente las riendas de su mente.

Se separó de ella y tomándola por la cintura la levantó, la dejó sobre sus pies en el suelo y se alejó rápidamente mientras se arreglaba su ropa, ella tuvo que sostenerse del árbol para no caer al piso, sus piernas estaban temblando aún, su cuerpo aún no procesaba el orgasmo que había tenido hace unos minutos.

Frunció el ceño mirando la espalda de Zoro, suspiró cansada entendiendo que podía estar pasando por la mente del espadachín, recogió la túnica del suelo y se cubrió con ella, era una estúpida, no podía describirse de otra forma.

No esperaba corazones y flores por parte del peliverde, pero tampoco esperaba la indiferencia con la que la estaba tratando, ni a la cara la podía mirar, rodó los ojos frustrada consigo misma, el peso en su pecho lograba que se sintiera aún más idiota, no podía decir que estaba enamorada de él, pero si había cierta atracción, y claramente era correspondida, pero aquel hombre era tan imbécil que jamás llegarían a puerto.

- No te preocupes Roronoa - Soltó fría mientras se alejaba en dirección a la ciudad - No espero nada de ti.

El cielo estaba comenzando a aclarar la noche había llegado a su fin, debían volver al refugio pronto, necesitaba dormir sentía el cuerpo agotado, todo ha sido muy intenso desde que se despertó anoche, había soñado con su hermana, llegaron a una ciudad donde de día la gente actúa como si nada pasará y durante la noche se convierte en una zona roja y, además, tuvo los mejores orgasmos de su vida, una locura en pocas horas.

Lo sintió caminar en silencio detrás de ella, frunció el ceño cansada, volteo a verlo, se quitó la túnica y se la entregó, al igual que su cadena.

- Sigue mis instrucciones, quiero volver al refugio antes que los demás para poder bañarme.

El peliverde asintió serio, se puso la túnica y comenzó a caminar siguiendo las instrucciones de la mujer, llegaron sin problema al bar que usaban de base, ella se quitó el collar, tomó una muda de ropa de la mochila y fue directamente al baño a asearse.

Zoro busco alguna botella de sake olvidada en la barra pero no encontró nada, gruño molesto, necesitaba alcohol corriendo por sus venas, debía ser fuerte y mantener el control sobre la situación, era un estúpido si negaba que ella le gustaba, lo había hecho desde que la había visto pelear contra los piratas en la isla donde la encontraron, le gustaba su fiereza, su terquedad y las ganas de vivir que tenía, le gustaban sus pechos, su tonificado y curvilíneo cuerpo, esos ojos bicolor que ardían con pasión cada vez que peleaban, pero le gustan más cuando lo miran con deseo por debajo de sus largas pestañas.

Era un idiota porque le gustaba demasiado, la deseaba en cada momento del día, pero tenía que seguir firme, su sueño es ser el mejor espadachín del mundo, acompañar a Luffy a convertirse en el rey de los piratas, y ella en esa ecuación no encajaba por ningún lado.

Liberados - Roronoa ZoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora