Capítulo 41

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LISA POV:

Después de un largo viaje regresé a Tailandia con mi hijo, él estaba emocionado por conocer a su hermano menor mientras que yo buscaba la forma de decirle que tenía una pareja mujer. Respiré hondo cuando bajamos del avión y decidí hablar con él antes de que conociera a Rosé.

–Hijo necesito hablar contigo... –pedí nerviosa–

Él asintió y lo senté en una banca de cafetería, mientras pedía algo para comer avisé a Rosé que demoraría. Al enviarle el mensaje me percate que ella me había enviado uno antes, ¿me había llamado?

Guarde el celular cuando llegaron los pedidos y me concentré en Luca, estaba nerviosa sobre cómo contarle y si me aceptaría.

–Hijo quiero decirte que yo ya no amo a tu padre, tuvimos una relación en el pasado y lo quise mucho pero ahora ya no es así...

–Sé que no están juntos, papá me lo dijo.

Estaba confundida, ¿Bam Bam habló con él? Elimine todos mis pensamientos y le pregunte que le había dicho su padre, la respuesta me dejó asombrada.

–Papá dijo que ya no había amor entre ustedes y que estaba bien, igual ustedes me querían. También me dijo que ahora tienes a tu prometida y a mi hermano.

–Sobre mi prometida, ella nos vendrá a recoger hoy... de seguro ya hablaste con ella...

–Sí, llamó el día que fuiste a comprar los boletos.

Asentí y abracé a mi hijo. Todo había salido mejor de lo que esperaba. Hablaría con Bam después.

Nos dirigimos a la salida del aeropuerto con dos pastelitos, Luca escogió el de chocolate para su hermano y yo escogí el de mango. Al encontrar a Rosé con mi hijo corrimos hacia ellos, Leo fue el primero en abrazarme.

–¡Te extrañe mucho mamá! –comentó con su carita pegada en mi pecho–

–Y yo a ti hijo... pero quiero presentarte a alguien, ¿recuerdas a tu hermano?

Mi hijo asintió y miró al nombrado, al parecer entendió más rápido de lo que creía. Abrazo a Luca tan fuerte como me abrazaba a mí y eso fue suficiente para soltar lágrimas de felicidad.

–Hola mi amor.

Mi rostro mostraba confusión al escuchar una voz conocida y no era Rosé. Al pararme y dirigir mi mirada hacia ella pude verlo. El tipo de la discoteca estaba besando a mi prometida en mis narices.

Mi sangre empezó a hervir, mi mandíbula se tensó y mis puños se cerraron. Quería golpearlo pero mis hijos estaban ahí, no podía causar una escena. Usé todo mi autocontrol para poder hablar sin romperme a llorar, no entendía nada.

–Roseanne –llamé con voz casi rota–

Dejó sus labios y Junhe sonrió en mi dirección, estiró la mano con gesto altanero y solo pude mirarlo con ganas de asesinarlo.

–Ahórrate tu maldito saludo–hablé entre dientes–

–Que modales Manoban –habló con burla–

Fijé mi vista en Rosé, ella veía como mis hijos conversaban entre ellos ajenos a todos los problemas. Llamé su atención y sus ojos marrones me veían distinto, esa no era mi Rosé.

–Llévate a los niños, necesito hablar con Camila.

–Les hacés algo y date por muerto –amenacé–

Se los llevó a un lugar alejado pero visible, volví mi atención en ella y mis lágrimas salieron sin control.

–¿Qué demonios fue eso? –hablé con voz rota–

–Estuviste mucho tiempo lejos y pasó, me acosté con Junhe. Lo siento.

–¡Fueron solo dos meses Rosé! ¡Dos meses!

–Dos meses que no me hablas ni me llamabas, me sentí sola y él apareció en mi vida de nuevo, lo mejor sería separarnos y que tú hagas tu vida.

No entendía nada, ella me juraba amor cuando me llamó y ahora me decía que la abandoné. Esto no era real, no podía ser real.

–Esto no es cierto... yo te amo Rosé... –susurré con la voz totalmente rota–

Hubo un silencio de su parte, mi corazón se rompió al ver cómo se iba dónde Junhe. Se despidió de los niños y salieron juntos. Mis lágrimas salían sin control, trate de ocultarlas pero Luca me había visto.

–Rosé me dijo que te dé esto.

Leo me entregó su anillo de compromiso que tenía grabado mi nombre. Lo contemplé por un momento, aún no podía creer que nuestro amor se hubiera ido así, tan fácil.

–¿Estás bien mamá? –preguntó con cara triste–

–Si cariño, estoy bien...

–¿Por qué se fue Rosé?

Miré a mi hijo y no supe qué responderle, por primera vez en mi vida que no sabía qué decir...

–Hey Leo te compré un pastelito, es de chocolate ¿te gusta?

Agradecí internamente a Luca. Mientras que Leo comía su chocolate, yo me tragué mi tristeza y puse mi mejor sonrisa por mis hijos. No era momento de estar triste.

Guardaespaldas Manoban | ChaelisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora