Capítulo 50

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LISA POV:

–¿Quién eres? –pregunte tratando de sonar tranquila–

Escuché una risa, sentí un arma en mi espalda baja y me quito la mía. Estaba indefensa, solo quedaba mi habilidad en la pelea cuerpo a cuerpo.

–No te diré quién soy, solo te daré el mensaje de Junhe. Tu prometida y tú le han causado muchos problemas.

–¿Dónde está ella? –pregunté con enojo–

–¿Cómo sabría? Solo soy un mensajero.

Sentí como me tapaba la boca y pude identificar el cloroformo, intenté aguantar la respiración y defenderme pero me redujo con un golpe en la cabeza.

Me desmayé.

No pude descifrar cuánto tiempo estuve inconsciente pero al recuperar mis sentidos me vi atada de pies y manos, sentada en una vieja colchoneta y al frente mío estaba Rosé, igual que yo pero ella tenía una cadena en el abdomen que impedía que pudiera acercarse a mí. Intenté acercarme a ella pero no pude porque yo tenía una cadena igual en mi abdomen.

–Maldición – susurré–

Rosé me miraba con tristeza, tenía una mordaza en la boca. Solo sus hermosos ojos marrones podían comunicar lo que sentía en ese momento. Culpa.

–No es tu culpa, no lo es, por favor. –Susurré con cariño– saldremos de esta, ya verás que sí.

Ella estaba llorando pero asintió y trató de contener su llanto, mientras yo examinaba el lugar. Había solo una tenue luz colgando del techo, al parecer el sitio era una bodega. Había cajas de madera y varios conductos de ventilación. Rosé y yo estábamos atados a unos tubos, algo gruesos. Traté de palpar mi cuerpo a ver si podía recuperar alguna arma blanca pero fue inútil. No había nada, eso quería decir que me revisaron y quitaron todo.

–Señoritas, ¡bienvenidas! De parte de Junhe queremos darle la bienvenida a su perdición.

Reconocí la voz, era el tipo que me dopó en el departamento. Era alto, tez bronceada, tenía un tatuaje en el cuello y una gran cicatriz en la barbilla. Su ropa era la de típico secuaz con mal gusto e inspirado en los narcos franceses, muy clásico.

–Como verán no tengo un mensaje grabado del señor Junhe, pido disculpas por eso pero gracias a nuestra amiga Rosé mi jefe está en el hospital de la cárcel.

El tipo la miró con una risa sarcástica, ella solo volteo la mirada y fijó su vista en mí. Yo no sabía que fue por causa de Rosé.

–¿Qué deseas de nosotras? –pregunte mirándolo–

–¿Yo? Nada. Mi jefe quiere que paguen todo los daños que le causaron. –su pose era arrogante y burlón, sospechada que tenía problemas mentales–

–¿Daños? –Pregunté enojada– Tu jefe fue quién incendió mi cafetería en Tailandia.

–Culpa a tu prometida –señaló a Rosé con una sonrisa– gracias a ella empezó esta pelea. Mi jefe solo quería tener sexo pero ella lo rechazó y tú fuiste quién lo boto como cualquier cosa. –Hizo una pausa y empezó a decir seriamente– ¿acaso no conoces quién es él?

–No me importa –respondí con odio–

Aquel tipo me miró asombrado para luego soltar una gran carcajada. Sin duda tenía problemas mentales.

–¡¿NO SABES QUIEN ES?! –Empezó a gritar burlesco– Es el narcotraficante más temido de Corea. Nadie se mete con él –me miro a mi sonriente– ni lo rechaza –fijo su vista en Rosé con una sonrisa más grande–

–No tendría ningún problema si hubiera aceptado que Rosé no quería involucrarse con él, cuando una persona dice NO es NO. –recalqué la última parte y me miro serio–

Después de mi inoportuna frase sentí como me daban una bofetada, dolió demasiado. Escuché como Rosie lloraba y trataba de hablar para impedir que me golpearan pero lo volvieron a hacer, sentía la parte izquierda de mi cara caliente, estaba sangrando.

–Cuando Junhe pide algo a alguien, se le complace.

Quise refutar su idea pero prefería estar callada y evitar los golpes. Respiré profundo y traté de controlar el dolor que se esparcía por toda mi cara.

–¿Más dócil? ¿O necesita otra golpiza?

Levemente negué con mi cabeza, no podía hablar. Aquel dolor se estaba volviendo insoportable. Y mi mirada estaba borrosa.

–Bien, entonces al grano. Mi jefe las quiere muertas a ambas pero antes pidió que les mostremos unas fotografías que de seguro sabrán apreciar.

Vi como una fotografía caía al frente mío, era una de Sam preparando comida, la siguiente fotografía era de las oficinas de Teddy y la última era una mía con mis hijos. Mi llanto se hizo presente.

Al escuchar el llanto de Rosé y ver que también tenía fotografías frente a ella supe que nos torturarían. No podía permitir que pasará.

Guardaespaldas Manoban | ChaelisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora