Capítulo 71

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"La vida siempre tendrá matices, algunos claros otros oscuros pero nunca se estacará en un solo color. No es fácil, hay obstáculos que ponen a prueba nuestra resistencia para seguir pero también hay momentos donde cada uno de esos impedimentos habrá valido la pena."

Dedico este libro al gran amor de mi vida, Lisa. Gracias por volver a mí y quedarte hasta tus últimos días. Te amo infinitamente.

Nunca pensé que podría escribir un libro inspirado en mi historia con ella. Pero hoy, luego de 33 años puedo marcar ese ítem en mi lista de cosas por hacer. Después de que Luca, Leo y Lety se independizaran de nosotras nos empezamos a proponer cosas que haríamos antes de morir, nunca quise pensar el día en que pasaría pero Lisa hizo una lista con todo lo que deberíamos hacer y lo hicimos. Viajamos hasta más no poder, conocimos todas las culturas posibles, comimos de todo, capturamos momentos en cada lugar y por supuesto hicimos el amor en cada país nuevo que visitábamos. Éramos felices en nuestros momentos a solas pero éramos más felices cuando volvíamos a casa para ver a nuestros hijos.

Luca había terminado la preparatoria para luego estudiar fotografía en la universidad, logró culminar con muy buenas notas y consiguió trabajo a los meses de egresar. Ahora era muy reconocido a nivel de todo Estados Unidos. Actualmente tiene 46 años, una carrera consolidada, una familia y una preciosa niña llamada Lily.

Leo siguió su instinto y su amor por los autos al igual que mi esposa, ambos amaban los automóviles y todo el mundo relacionado a ello. Al terminar la preparatoria, él y Lisa habían estado practicando para las carreras hasta que en una de esas debutó como el ganador y luego fue reclutado para competir en nombre de todo Estados Unidos. Ese día lloramos de felicidad y Lisa no podía creer que nuestro hijo estaba cumpliendo su sueño de ser corredor profesional. Actualmente tiene 41 años, sigue compitiendo pero ahora se dedica más a promocionar a otros jóvenes con su mismo sueño, sin duda se parecía a su madre.

Por último estaba nuestra pequeña Lety, aunque tenía 33 años nunca dejaría de ser mi bebé. Recuerdo que sus hermanos la protegían demasiado cuando empezó la preparatoria, como decía ella "es como tener dos guardaespaldas siempre atrás mío". Ella se dedicó de lleno a los animales, estudió veterinaria y ahora ya tenía dos clínicas en funcionamiento mientras que construía la tercera.

Sé que Lisa estaría orgullosa si los viera ahora, ella partió cuando todos empezaban sus sueños. Aún recuerdo cómo pidió que no nos estanquemos, que continuáramos y que la recordáramos con alegría. Mi esposa se había ido de mi lado, no quería continuar pero mis hijos y su recuerdo me mantuvieron viva hasta el día de hoy. Había logrado cumplir lo último de mi lista, escribir dos libros. Uno sobre cómo era vivir bajo la sombra del narcotráfico y el segundo era mi historia de amor, cuando los publiqué pensé que no tendrían éxito pero resultaron ser un furor en todos lados. Estaba feliz por todo lo que había conseguido pero mi corazón ya no aguantaba más, estaba cansada y quería reencontrarme con Lisa.

–Hola mamá, ¿Cómo te sientes?

La voz de mi hija llamó mi atención, dejé el álbum de fotos donde estaba mi vida plasmada para fijarme en mis hijos. Aunque no todos fueran de mi sangre, yo los consideraba mis hijos.

–Mis niños, mis preciosos bebés...

Luca y Leo tomaron mis manos para luego dejar un beso en cada una, sonreí ante eso. Su madre hacía lo mismo.

–¿Cómo estás?

La voz de Luca salió débil, sabía que estaba triste por mí. No lo culpaba, él era el que más entendía mi situación porque vivió junto con nosotras toda la historia. También sabía cuánto extrañaba a su madre.

–Deseando verme con su madre...

Mis hijos bajaron la mirada tristes, no lo aceptaban pero mi corazón y cuerpo de 63 años ya pedían descansar.

Guardaespaldas Manoban | ChaelisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora