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El señor T. salió de la reunión visiblemente alterado. Después de todo lo que él había hecho por la Port Mafia no obtenía ningún reconocimiento y eran otros los que ascendían y conseguían cada vez más poder. De repente recordó una oferta que le habían hecho días atrás: convertirse en espía para el Gobierno dentro de la organización. Claro que en su momento la había rechazado sin pensárselo dos veces y hasta se había desecho de quién se lo había propuesto pero ahora dudaba. El Gobierno, a diferencia de la Mafia, sí había sabido ver su potencial. Y una organización que tan estúpida como para no darse cuenta de lo que valía jamás detectaría que era un traidor, aunque si llegaban a descubrirlo... En la Port Mafia no había piedad para los traidores.

Con una rápida sacudida de cabeza el señor T. rechazó ese pensamiento. Jamás averiguarían que los había traicionado. Ya más confiado decidió meterse en el callejón más próximo para hacer una llamada y arreglarlo todo. La Port Mafia pronto se daría cuenta de lo mucho que lo había subestimado. Apenas había tomado la decisión cuando una persona se le acercó por detrás.

- ¡Oye! - el señor T. se sobresaltó aunque no lo dejó notar -. ¿Me llevas en tu coche?

Al volverse, T. descubrió que el que hablaba era un chico de aspecto infantil vestido con un atuendo estrafalario y arrugado como si hubiera combinado unas prendas metidas echas una bola en un armario a ciegas, y que llevaba una caja en las manos. Pese su apariencia inofensiva, casi empezó a temblar pues lo reconoció como el que hasta hacía poco había sido el ejecutivo más joven de la historia de la Port Mafia y al que había visto en la reunión: Ranpo Edogawa.

A pesar de que parecía y se comportaba como un niño, se decía que rondaba los 20 y que con su habilidad era capaz de mirar en lo más profundo de la mente de las personas. Nadie conocía a ciencia cierta su historia delictivo porque era uno de los pocos miembros de la Port Mafia que jamás había tenido problemas con la autoridad. Cuando iba a ver a una persona ésta desaparecía sin dejar rastro y oficialmente nunca había existido. Nunca dejaba ninguna prueba. Cada vez que formaba equipo con Dazai, el demonio prodigio, ninguna organización rival podía hacerles frente y aunque formalmente se les llamaba souheki, la doble joya, a sus espaldas todo el mundo los conocía como los dos demonios de la Port Mafia.

- Oye, que te he preguntado que si me llevas. No tengo todo el día y estoy seguro de que tú tampoco - por el tono de voz que usó Ranpo, cualquiera habría dicho que era un niño mimado y no uno de los personajes más importantes de la mayor organización criminal de la ciudad.

- Disculpe, Ranpo-san, no quería hacerlo esperar. Claro que puedo llevarlo a donde usted desee - contestó aunque por dentro sentía un fuerte sentimiento de odio hacia él, ya que había sido el ejecutivo que más se había opuesto a su ascenso al considerarlo un idiota. Dentro de poco le demostraría que se equivocaba y estaría encantado de proporcionar pruebas al Gobierno para que por fin lo arrestaran y condenaran.

- ¡Perfecto! ¡Acabo de comprar esto y no quiero que se se me enfríen! - exclamó agitando la caja -. ¿Quieres uno? - preguntó mientras la abría dejando ver unos donuts recién horneados.

- No sé si debería - replicó el señor T. sabiendo lo que les pasaba a quienes robaban los dulces de Ranpo.

- Venga, hombre, que te lo estoy ofreciendo como compensación por lo de antes. No era nada personal lo de la reunión, yo considero que casi todo el mundo es idiota, solo que tú lo eres un poco más de lo normal.

El señor T. alargó la mano y agarró un donut para evitar que se le notase que estaba apretando los dientes se rabia. ¿Quién se creía que era ese mocoso?

- Qué bien has cogido. Los glaseados son de los que más me gustan. Ah, y para tu información, necesitas mejorar tus dotes de actuación. Puedo notar que deseas estrangularme pero no te lo tendré en cuenta. Suelo producir ese efecto en la gente, no tengo ni idea de por qué, si soy encantador.

Ojalá no fuese un ejecutivo. Ojalá fuera un miembro de menor rango que él para poder eliminarlo con facilidad, pensó T. mientras comía el donut. La verdad es que estaba bueno, Ranpo sería insoportable pero al menos tenía buen gusto a la hora de elegir bollería.

- Por cierto - añadió Ranpo -, tal vez lo de la reunión no fuera personal pero que estés a punto de traicionar a la Mafia sí lo es - el señor T. esta vez sí reveló su sorpresa -. No, no te hagas el sorprendido, es evidente. Como nosotros no te hemos hecho caso te vas con el enemigo. Bueno, supongo que ya sabes que los traidores deben ser eliminados, así que bueno, ya te toca -. Ranpo se metió la mano en el bolsillo y empezó a buscar algo.

- ¡ESPERA! - gritó el señor T. temiendo que fuera a sacar una pistola -. ¡AÚN NO HE HECHO NADA, PERO PUEDO TRABAJAR DE ESPÍA DOBLE E INFORMAR DE TODO LO QUE HACE EL GOBIERNO!

- Buena idea, pero no. Con tu nivel de estupidez me iría mejor si usase a una vaca como espía. Además, ya has pensado en traicionar a la Port Mafia una vez y seguro que este pensamiento volverá a pasarse por tu cabeza llena de pelusas. Lo siento pero ya no podemos confiar en tí - dijo con una mirada gélida y sacó un arma del bolsillo.

El señor T. tenía los ojos desorbitados del pánico pero cuando Ranpo apretó el gatillo solo salió un chorro de agua. El ejecutivo se echó a reír al ver su expresión de terror.

- JAJAJAJA, TENÍAS QUE HABERTE VISTO LA CARA. Tranquilo, no me gustan las armas de fuego, me parecen una cosa que vuelve estúpida a la gente. Tengo que deshacerme de tí pero no lo haré de esta forma. Ay, pareces disgustado - disgustado era decir poco porque encima de que le iban a matar, al señor T. le parecía una falta de respeto que se riese de él -. No te preocupes, a mí tampoco me gusta hacer esto. Se me van a enfriar los donuts.

- ¡NO ES COMPARABLE! ¡YO VOY A MORIR Y TÚ TE PREOCUPAS POR UNOS DULCES!

- Bueno, es que ambos estamos sufriendo. De todos modos ya casi he terminado. En treinta segundos el veneno que había en él te hará efecto y todo habrá acabado.

El señor T. se dio cuenta de que había perdido la partida incluso antes de empezar a jugar y preguntó con un hilo de voz:

- ¿Acaso envenenaste todos?

- ¿Es que eres tonto? Pensaba que ya no podías ser más estúpido pero parece ser que te he subestimado. Yo nunca tiraría dulces. Simplemente sabía cuál ibas a escoger - dicho esto se dio la vuelta y empezó a irse. A sus espaldas se oyó el ruido sordo de un cuerpo cayendo.

- ¿Vas a dejar mi cuerpo aquí? - preguntó T. desesperado -. ¿Por qué eres así?

Ranpo se volvió lentamente.

- Respecto a lo primero: sí, aunque en unos instantes llegarán los de la limpieza. En cuanto a lo segundo... - aunque el señor T. ya no respiraba, Ranpo le contestó-. Simplemente pensé que, en un mundo de monstruos, yo debía ser el más terrorífico.

Dicho esto, el ejecutivo se marchó dejando el cadáver del señor T. tendido en el suelo.

Un mundo de monstruos (una historia de Bungō Stray Dogs)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora